Ya no podía seguir en ese salón, tomé mi mochila y corrí al baño, mis pies aún dolían, pero no podía estar allí, donde hasta el profesor estaba a favor de ellos.
Me encerré en un baño y saqué muy rápido un lápiz y una hoja, y comencé a escribir, las lágrimas caían sin césar desde el momento en que tal comentario había salido de la boca de Sam, ya no aguantaba más. Esperé que sonara el timbre de recreo y me metí a la sala, me preocupé de que estuviera vacía, dejé el escrito en la carpeta que siempre dejaba en la sala el profesor García, él siempre la abría en las mañanas.
Luego todos entraron a clases, menos yo, yo sigilosamente me arranqué del colegio, corrí rápidamente hasta mi casa, mi madre y mi padre estaban trabajando, por lo tanto, todos los planes que tenía en mente resultarían sin ningún problema. Llegué hasta la cocina, con desperación buscaba un implemento que me tranquilizaría, una navaja.
Me senté en el suelo, apoyando mi espalda en un mueble y comencé a sentir un roce en mis muñecas, un roce que me dejó ser libre por un momento, sentía como ardía y me había gustado la sensación, dejé rastro de sangre por todo mi antebrazo y unos cuantos cerca del hombro, luego hice lo mismo con mi otro brazo, el brazo derecho donde marqué con cortes mi lema de vida. Quería seguir sintiendo esa sensación, rajé mis pantalones y comencé a cortarme las piernas, el dolor era mas exquisito del que había sentido en mis brazos.
Miré el piso, habían muchas salpicaduras de sangre, es más, era un charco. No me podía poner de pie, noté como mi vista se nublaba lentamente y antes de quedar inconsiente escuché un fuerte grito desgarrador -¡Ayuda!- que por cierto, no salió de mi boca.
Narrador.
La madre de Gabriela tenía un mal presentimiento, no podía quedarse tranquila y pidió a su jefe permiso para ir a casa mas temprano. Corrió hasta su auto y manejó hasta su casa, notó que la puerta estaba abierta, se asustó, pensó que habían entrado a robar y entró con mucho miedo, vió que todo estaba ordenado y comenzó a revisar cada cuarto de la casa y por último, la cocina. No podía creer lo que estaba viendo, gritó con todas sus fuerzas ''¡Ayuda!''. Se acercó a su hija que estaba sentada en el suelo, preguntándole desesperadamente que le había ocurrido, ella no le contestaba. Vió que su hija sostenía una navaja con su mano, tomó rápidamente el telefóno y llamó a emergencias, luego a su marido. Su hija tenía un montón de cortes y había dejado un charco de sangre en la cocina. Pasaron tan solo cinco minutos y escuchó como la alarma de la ambulancia se posaba afuera de su casa, los paramédicos entraron corriendo a la casa junto con una camilla donde subieron a Gabriela y la llevaron hasta dentro del automóvil de emergencias, la madre de Gabriela trataba de controlar su llanto, pero su conmoción era mucha, estaba pensando que había ocurrido lo peor.
Cuando llegaron al hospital la madre de Gabriela corría tras de los paramédicos por los pasillos hasta llegar a una sala a la cual no la dejaron ingresar, se paseaba de derecha a izquiera por el pasillo que se encontraba afuera de la habitación, esperando que su marido llegara. Cuando vió que su marido corría muy preocupado hasta ella, ella no hizo mas que lanzarse a los brazos de su amado esposo y luego de que él tratara de calmarla ella le explicó lo que había sucedido.
-No entiendo- dijo entre sollozos la madre de la chica- Ella no tenía ningún pretexto para hacer lo que se hizo-
La madre con el padre de Gabriela pasaron toda la noche sentados en el suelo de afuera de la habitación esperando alguna noticia.
El profesor García como siempre iba saliendo temprano de su departamento para llegar a tiempo al establecimiento estudiantil donde hacía clases, al llegar a él fue a la oficina del director a confirmar su presencia y luego a la sala de profesores, donde se tomó un café esperando el toque de timbre de inicio de clases. Cuando tocaron el timbre de inicio de clases tomó su maletín y caminó hasta la sala, cuando entró saludó con ánimo, estaba de buen humor. Se dió cuenta que su alumna, Gabriela Haro no estaba, ''Seguramente la pequeña se quedó dormida'' pensó, luego fue hasta su banco donde tenía su carpeta, la abrió y de ella se cayó una hoja al suelo, la tomó y comenzó a leerla en silencio.
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El espejo.
Teen FictionMuchas adolescentes viven día a día odiándose, sintiendo que son feas, unas porquerías que no deberían vivir pero ¿Qué pasaría si esos malos pensamientos fueran muy lejos?