El espejo.

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Gabriela se encontraba recostada en su cama, pensando en lo inútil que era, por lo menos para ella, vivir. Se preguntaba porqué ella no podía ser tan bonita como algunas chicas de su escuela, o porqué no podía ser tan delgada como ellas, se aborrecía por completo. Cada vez que miraba su cuerpo frente del espejo sus lágrimas caían sin parar ¿Pero por qué no podía aceptarse y ya? No, no es tan fácil. Vivía el día a día con burlas de sus compañeros, tampoco tenía amigos.

Gabriela.

¿Por qué las bonitas lo pueden tener todo sin tener ningún problema? ¿Por qué cuando yo quiero acercarme a alguien solo recibo una mirada que me dice que soy una asquerosa chica y que me debo alejar y no acercarme nunca más? No, no era una chica perfecta y mucho menos pensaba serlo, estaba segura que la ''perfección'' era algo inexistente, pero sentirme fea todo el tiempo no se sentía para nada lindo, y mucho menos saber que las demás personas también me veían como yo me sentía.

-¡A comer!- El grito de mi madre, me desvío de todos mis pensamientos, era hora de la cena.

-¡Ya voy!- Le respondí también con un grito desde mi habitación que quedaba en el segundo piso.

Bajé y fui hasta la cocina sin ánimos, ahí estaba mi madre sonriendo como siempre, charlaba con mi padre, no me interesaba lo que hablaban por lo tanto no tomé mucha atención a lo que decían.

-Aquí está tu comida- Dijo mi madre mientras me pasaba el plato -Hice tu comida favorita- me sonrío.

-Si lo noté, muchas gracias- le sonreí.

-Y dime hija ¿Te sientes preparada para asistir mañana a clases? Este año se te viene duro, tendrás que estudiar mucho más- dijo papá.

Dios, lo había olvidado por completo mañana comenzaban las clases, por lo tanto se aproximaban mis pesadillas a tan solo unas horas. No, no me sentía preparada para asistir mañana a la escuela, era mi delirio.

-Claro papá. como siempre- sonreí.

-Que bueno, así me gusta, que empieces con entusiasmo el año- dijo mi mamá, con una voz dulce.

Al terminarme la comida subí a mi habitación y comencé a golpear con todas mis fuerzas la almohada que se encontraba encima de mi cama, no lo había notado pero mis mejillas se encontraban inundadas de lágrimas. No quería volver a ese lugar, donde mis peores pesadillas eran una realidad y mi temor era mi agonía.

El espejo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora