Había pasado ya una semana desde que mi padre se había ido. Yo lloraba constantemente por ese motivo, ya no dormía. Alex trataba de animarme con sus chistes, con sus caras graciosas, pero nada podía hacerlo, yo estaba destruída.
Después de clases debía irme caminando a casa, pero un día Jueves luego de que terminaran las clases decidí ir al edificio donde trabajaba mi padre, tenía un pequeño papel donde decía la dirección del edificio donde trabajaba.
-Disculpe ¿Aquí trabaja Poul Haro? Soy su hija- Le pregunté a una mujer rubia de unos treinta años que se encontraba trabajando en la recepción.
-Hola ¿Eres Gabriela cierto?- Me preguntó la recepcionista que tenía un voluptuoso escote.
-Sí ¿Como lo sabe?-
-Tu padre me habla mucho de ti. Ah por cierto, trabaja en la oficina 15, segundo piso- Me sonrió con sus labios rojos.
Me subí al ascensor y apreté el botón cuadrado que tenía el número dos. Cuando el ascensor se detuvo en el segundo piso bajé rápidamente buscando la oficina 15. Al encontrarla toqué la puerta dos veces y de adentro escuché que dijeron ''Pase'' y entré con tímidez.
Mi padre estaba sentado en su escritorio, con la camisa arremangada y el ventilador encendido, su oficina estaba calurosa. Cuando me vio se puso rápidamente de pie y me dijo ''Tu no debes estar aquí ¿Le avisaste a tu madre que venías?'' Le contesté que no con una mirada triste, él se abalanzó a abrazarme.
-Quiero que vuelvas a casa papá- Dije sin esperar nada, con toda mi voluntad.
-Aún no puedo Gabriela, entiéndeme-
-También entiéndeme papá, no solo soy yo la que está sufriendo por tu partida, mi madre también, no estamos bien sin tu presencia en casa-
-Descuida, volveré muy pronto. Ahora vete, tu madre debe estar muy preocupada- Me dió un rápido beso en la mejilla y yo me fui, mi padre estaba raro.
Al llegar a casa mi madre me estaba esperando, le dije que me había quedado en la biblioteca de la escuela para terminar una tarea y ella asintió con su cabeza. A mi madre se le notaba su tristeza a metros.
Pasó una semana más y mi padre aún no volvía a casa, así que luego de la escuela denuevo partí en su busca a su oficina. Entré al edificio y subí en ascensor, cuando llegué a su oficina me encontré con una desgarradora sorpresa. Él, besando a la recepcionista del edificio. La recepcionista sin camisa solo con sus sostenedores. Ese era el momento donde se aclaraba mi mente, con razón la rubia sabía quien era, mi padre le había hablado de mí.
Tenía mi boca abierta y las lágrimas caían por mis mejillas sin parar. Mi padre me vió y con prisa limpió el labial que recorría desde su boca hasta su cuello con su camisa, ella mirando desesperada a mi padre. Mi padre no sabía que hacer.
-Ahora lo entiendo todo- Dije gritando- Me mentiste Poul, y te digo Poul porque ni siquiera mereces ser llamado ''papá''. Eres un traicionero, dijiste que volverías pronto a casa y han pasado dos semanas. Con razón ni siquiera llamas, porque estás divirtiendote con esta tipa- Decía mientras lloraba, sin cesár mis gritos, quería que todos escucharan- Olvidate de mi, no quiero que llames, no quiero verte mas-
Cerré la puerta de un portazo y salí corriendo de la oficina y bajé por las escaleras, quería irme de ese lugar lo antes posible. ''¡Para Gabriela, detente ahora mismo!'' Gritaba mi padre mientras corría detrás de mí, pero no podía alcanzarme, ya tenía bastante ventaja. Ni siquiera quería mirar hacía atrás, no quería ver nunca mas su cara.
Llegué a casa con mi respiración jadeante, aún lloraba, estaba desesperada. Mi madre me miró extraña y mas aún cuando vió que mi padre llegó segundos después que yo. M mamá al verlo se abalanzó a sus brazos y sentí mas rabia aún porque mi padre se lo correspondió.
-¡No lo toques mamá! ¡Es un maldito asqueroso!- Mi padre me miró desesperado, pidiendo a gritos mi silencio con sus ojos, pero hice caso omiso a su petición.
-¿Pero qué rayos te sucede Gabriela?- Mi mamá preguntaba, no sabía lo que ocurría.
-¡Dile! Que salga de tu asquerosa boca lo que hiciste- Dije.
Mi madre miró a mi padre esperando su respuesta, y de los ojos de mi padre comenzaron a salir lágrimas.
-Lo siento Elizabeth, pero me acuesto con la recepcionista del edificio en que trabajo, de hace dos semanas- Dijo mi padre avergonzado, mirando hacía el suelo.
Había quedado impactada, había visto a mi padre besando a la recepcionista pero me impresionaba que él se hubiera acostado con ella. Mas asco me daba aún.
Mi madre subió corriendo las escaleras hasta llegar al segundo piso, ella lloraba desconsoladamente. Desde abajo yo podía escuchar todo, mi madre comenzó a quebrar los cuadros de su matrimonio que tenía colgados en su habitación y desde el segundo piso tiró toda la ropa de mi padre.
-¡Quiero que te vayas Poul, no vuelvas más! ¡Olvídate que yo y Gabriela existimos!- Mi mamá cerró su habitación de un portazo y ella se quedo adentro.
Mi padre bajó las escaleras llorando y se paseaba de un lado a otro. Ya no tenía nada mas que hacer y recogió sus ropas y se largo, quizás para siempre, quizás no.
Cuando mi padre se fue, la casa quedó en un silenció aterrador. Subí con la escoba y una bolsa de basura a recoger los vidrios rotos. Y entré a la pieza de mi madre para ver si también habían vidrios dentro de su cuarto. Pero todo lo malo estaba ocurriendo ese día. Mi madre acostada en la cama, con las lágrimas marcadas en su cara, sus ojos cerrados y frascos de pastillas en el suelo, vacíos.
Llamé rápidamente a la ambulancia y llevaron a mi madre al hospital, yo iba con ella en la ambulancia, y tomé su mano, no la quería soltar.
Cuando llegamos al hospital me preguntaron si había otro adulto a mi cargo, necesariamente tuve que dar el teléfono de mi padre.
Mi madre estaba en la sala de emergencia, mas de tres veces quise evadir a los guardías, solo para verla. De un momento a otro los doctores corrieron por el pasillo donde se encontraba hospedada mi madre, me estaba asustando.
Mi padre llegó cuando los doctores salieron, todo pasó como en cámara lenta. Mis gritos se escucharon en todo el primer piso del hospital, corrí con todas mis fuerzas a la sala donde se encontraba mi madre, los guardías no me pudieron detener y la abracé como nunca antes lo había hecho y le dí un beso en su mejilla y frente. Los guardías cuando llegaron me tomaron en brazos y comencé a gritar con todas mis fuerzas no quería que me separan de ella.
Mi padre escuchaba a los doctores al mismo tiempo que lloraba, se notaba que él estaba destrozado al igual que yo, solo que yo lo demostraba más.
Al fin y al cabo todo siempre era mi culpa, si nunca hubiera ido a la oficina de mi padre jamás hubiera visto lo que hizo, jamás hubiera corrido hasta la casa sin que él me persiguiera, mi madre no hubiera muerto si no hubiera sido por mi estúpida culpa.
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El espejo.
Novela JuvenilMuchas adolescentes viven día a día odiándose, sintiendo que son feas, unas porquerías que no deberían vivir pero ¿Qué pasaría si esos malos pensamientos fueran muy lejos?