Al despertar sentí mucho más dolor, los golpes en mi cabeza me habían producido mareos y fuertes punzadas en mi sien. Intenté pararme de mi cama pero caí al suelo, los mareos eran muchos, ni siquiera podía sostenerme.
Eras las seis y media, hora que me despertaba todos los días para ir al colegio, sin embargo no asistiría por una semana, debía mantenerme en reposo.
Me preguntaba cómo se encontraba Sam, quería hablar con él, sabiendo que él no querría hablar conmigo.
Mi tía no asistiría a su trabajo porque yo le preocupaba y quería cuidarme. Tenía miedo, no quería que siguiera la conversación que había sido interrumpida por mi tío el día anterior, porque ella no iba a lograr que yo comiera porque tampoco sentía ganas de hacerlo.
Dormí hasta las nueve de la mañana porque a esa hora fue que entró mi tía con una bandeja, era mi desayuno. En la bandeja había una variedad de comidas: Frutas, pan, leche, yoghurt y jugo.
Me decepcioné al ver tanta comida, era demasiado para mí.
-Te lo comes todo eh- Me dijo mi tía y salió de mi pieza cerrando la puerta.
¿Todo? Yo no podría.
Luego de casi veinte minutos decidí tomarme la leche, me dio náuseas el primer sorbo, pero seguí bebiéndola para acostumbrarme al sabor, debía tomar leche ya que mis huesos se estaban debilitando, muchas veces me dolían mis articulaciones.
Al terminar de beber la leche ya me sentía horriblemente satisfecha, pero mi tía me dijo que me comiera todo y yo...yo no la quería decepcionar.
Comí todo muy lentamente, demoré casi una hora y media en terminarme toda la comida que había en la bandeja. Minutos después entró mi tía a mi cuarto para asegurarse de que me había comido todo y se llevó la bandeja para lavarla.
Cuando salió de la habitación miré mi baño, estaba decidida a hacerlo.
Aún mareada, me paré, agarrándome de los muebles para no caerme, y cuando finalmente llegué al baño me inqué frente al inodoro e introducí dos dedos a mi boca provocándome nauseas para finalmente vomitar.
La semana de reposo pasó muy lenta, mientras que yo solo quería que pasara rápido, ya estaba harta de comer.
La semana no fue más que una horrenda rutina de comer y vomitar. Cada vez que comía algo mi esófago dolía demasiado pero debía hacerlo, no quería que mi tía dudara mas de mí.
Me levanté por la mañana para ir al colegio, me duché, me vestí, cepillé mis dientes y mi pelo, e hice mi cama. Tenía una inmensa curiosidad de como había quedado mi cara luego de la paliza, fui al baño, estaba mirando hacia abajo mientras que estaba frente al espejo. Levanté la cabeza lentamente, hasta por fin visualizarme en el espejo.
MI cara estaba completamente pálida y los moretones aún se notaban mucho, a pesar de que me habían golpeado hace una semana. Me acerqué para mirarme mas de cerca y toqué uno de mis moretones -auch-. Me quejé en voz baja. Estaba horrenda, mi cara estaba muy hinchada, no quería ir al colegio así, pero debía hacerlo.
Cuando llegué al colegio fui directamente a mi casillero para sacar algunos libros que iba a ocupar ese día y cuando doblé por un pasillo para llegar a mi salón, pude ver a Sam y a una chica.
La chica se tocaba el pelo mientras que miraba coqueta a Sam. Sam...con moretones en la cara, pero no tan pronunciados como los míos. Él miraba a la chica atento y vi el momento exacto cuando el tomó su mano delicadamente para besar sus nudillos.
Iba a pasar por ahí sí o sí. Quería que Sam se diera cuenta que lo había visto con otra chica. Pero no fue todo, justo en el momento en que yo pasaba por su lado besó fugazmente a la chica. Yo no me detuve en ningún momento, seguí caminando hasta la sala de clases pero sin dejar de observarlos.
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El espejo.
Teen FictionMuchas adolescentes viven día a día odiándose, sintiendo que son feas, unas porquerías que no deberían vivir pero ¿Qué pasaría si esos malos pensamientos fueran muy lejos?