¿Donde estoy?

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Gabriela. 

Desperté en un bosque, era muy bello el paisaje. Los árboles eran grandes y frondosos y entre sus hojas se podían ver los rayos de sol ¿Pero que hacía yo ahí?

Caminé sin rumbo fijo, tratando de encontrar a alguien. Mientras caminaba me di cuenta que estaba vestida con un lindo vestido de seda. El viento levantó el vestido que llevaba puesto y escuché un ruido. 

-¿Alguien anda ahí?- Nadie contestó, seguramente había sido un animal que había ocasionado el ruido. 

-No, no fue un animal, fui yo- Pegué un salto del susto ¿Ella había leído mis pensamientos?  

-¿Qué? ¿Como sabes que pensé que había sido un animal?- Dije asustada. 

-Sé lo que piensas, puedo escuchar cada pensamiento tuyo- Dijo la pequeña. 

Era una niña muy pequeña y demasiado hermosa, grandes ojos azules y brillantes, mejillas rosadas, pelo rizado, muy largo, y llevaba un vestido como el mío. 

Sabía que era muy raro que una pequeña, o en verdad, cualquier ser humano leyera el pensamiento de otro pero no quise decirle nada, de todos modos ella ya lo sabía. 

-Debes estar desconcertada- contunuó diciendo la niña- ven, vamos. 

-Espera ¿A donde vamos? Ni siquiera te conozco, no tendría porque ir contigo. 

-Oh, lo siento, soy una maleducada, me llamo Bulimia- ¿Qué? ¿Se llamaba Bulimia? Pero Bulimia era el nombre de un trastorno alimenticio. 

-¿Perdón? ¿Dijiste Bulimia?- 

-Si, escuchaste bien- Me tomó la mano y sin preguntarme me llevó a la salida del bosque, era una especie de parque donde se podía ver una cascada. Había una mesa con muchos bocadillos y había otra chica muy parecida a la pequeña que me había recibido, sonrió al verme. 

-Soy Anorexia, estabas preguntandote quien era yo- rió y eso me dijo que ella también podía leer mis pensamientos, me sentía muy incómoda. 

-Sí, me lo estaba preguntando- 

-Ve a sentarte- dijo Bulimia. 

Me fui a sentar, no tomé ningún bocadillo. No sentía apetito, no quería estar ahí. Por una extraña razón sentía que no habían buenas vibras, sentía una mala energía. 

-¿Acaso no tienes hambre?- Me pregunto Anorexia. 

-Yo creo que si lo tiene- dijo Bulimia sonríendole a Anorexia- Debes comer Gabriela, no tienes mucho tiempo. 

-¿Tiempo para qué?- Pregunté dudosa. 

-Debes comer primero, luego te diremos- dijo Anorexia. 

Tomé un bocadillo y luego de hacerlo mi hambre se hizo incontrolable, no podía parar de comer. Llegó el momento donde me sentía satisfecha pero no podía parar de comer, y paré cuando ya no había mas comida. 

Bulimia me tomó la mano y me posó frente un espejo largo y ancho ¿Cómo no lo había visto antes? Pude ver mi imagen, estaba mas fea que nunca, mi cara estaba pálida, mi panza se veía mas grande de lo normal y mis ojos no tenían brillo. 

-Si, si lo eres ¡Asquerosa! ¡Fea! ¿Quieres terminar siendo una bola?- me decía gritando Bulimia, la cara dulce que tenía había desaparecido. 

-¿Por qué me dices todo esto?- le pregunté llorando.

-¡Sé que no te gusta ser así! Por lo mismo hoy cambiarás- rió. 

-¿Cambiaré? ¿A que te refieres?-

-¿Qué a que me refiero? ¡Cambiarás tus pensamientos Gabriela! Dejarás de ser una estúpida, por fin. 

Mis lágrimas no cesaban, esa niña llamaba Bulimia me había hecho mucho daño con todo lo que me dijo. 

No sabía que me estaba pasando pero me dirigía a un arbusto, metí dos dedos a mi boca y comencé a desaserme de toda esa comida que había consumido.  

-Lo haz hecho bien Gabriela- dijo Bulimia abrazándome. 

No entendía lo que pasaba, esa chica era malvada y luego era dulce. Me limpié la boca con la manga de mi vestido, ni siquiera me importó ensuciarlo. 

-Ya es tarde, debes estar cansada. Sígueme- Me dijo Anorexia con una voz dulce. La seguí a una pequeña cueva, había una cama- Recuestate. 

La cueva estaba iluminada con algunas velas blancas, pero parecía tenebrosa, por lo menos para mí. 

Me recosté y comencé a sentir mucho frío, pero la sensación de frío me comenzó a gustar. 

-El frío hace que pierdas calorías, deberías destaparte- Dijo Anorexia. 

-Está bien- dije. 

-¿Te encuentras gorda?- 

-No bromees, soy gorda.-

-¿Te gustaría cambiar?- Dijo ella sonríendome de una manera extraña, casi maligna. 

-Es lo que mas me gustaría hacer- dije. 

-Está bien, llego tu momento de cambiar- sonrío malvadamente, me asusté. 

Vi como mi cuerpo adelgazaba rápidamente hasta llegar a los huesos, estaba llorando, no podía ni siquiera levantarme, estaba postrada en esa cama, sin poder moverme. Luego llegó Bulimia a la cueva y ella con Anorexia comenzaron a zamarrearme, mis lágrimas caían sin parar. Me dolían mis articulaciones con la fuerza que ejercían ellas en mí, tenían demasiada fuerza para ser tan solo unas niñas, era algo sobrenatural. De tanto que me samarrearon mi nariz comenzó a sangrar, ya no tenía fuerzas. Mi cuerpo estaba demasiado delgado, jamás había querido ser así, pero era demasiado tarde, mi ''sueño'' se había hecho realidad de una mala manera, al límite. 

Vi de pronto como todo comenzaba a verse oscuro, y veía como las niñas se veían borrosas, algo me lo decía, me estaba muriendo. 

Narrador. 

Gabriela se estaba yendo de este mundo, estaba dejando a las personas que mas la querían, su madre y padre. 

Los médicos al escuchar el -Piiiiiiii- de la máquina que avisaba la gravedad de Gabriela corrieron a la habitación a darle los auxilios necesarios para que no terminara su vida. Los gritos de la madre de Gabriela se escuchaban por todo el segundo piso y su amado esposo trataba de controlar su pataleo, aunque se notaba de lejos que él estaba sufriendo, sus ojos avisaban que quería llorar tanto como su señora, pero se gobernaba. 

El profesor García estaba dando golpes a la muralla, tanto que su mano sangraba. El director lo miraba, aún estaba en shock. 

Un doctor salió y miró a los padres de Gabriela muy triste y ellos entendieron que su hija se había ido, había logrado lo que quería, morir. Los dos entraron a la habitación donde se encontraba Gabriela, para dalrle el último ádios. Vieron como Gabriela tenía sus parpados cerrados, había una sensación de tranquilidad en la habitación, pensaron que su hija había muerto en paz, cada uno le dió un beso en la frente. La miraron por algunos segundos y luego se dieron cuenta que la máquina había vuelto a sonar con un sonido frecuente, llamaron rápidamente a los paramédicos.

-Esto no puede ser, es un milagro- dijo uno de los doctores. 

El espejo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora