Un ''Hola'' y un ''Hasta nunca''.

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Ya no sabía que era mejor, si estar en mi nuevo hogar o en la antigüa ciudad donde me habían hecho mucho daño. Pero nada era peor que la muerte de mi madre. 

Mucha gente de la ciudad donde había vivido la mayor parte de mi vida llegó a mi nuevo hogar para velar a mi ya difunta madre. Llegaron hermanos y tíos de mi madre, algunos lloraban, otros solo se acercaban al cajón para darle el último adiós. Y yo solo estaba en la cocina, donde tanto le gustaba estar a mi madre. La puerta de la cocina estaba cerrada pero tocaron la puerta y preguntaron ''¿Podemos pasar?'', era una voz muy familiar pero no supe de quien era. ''Pase'' respondí, secando rápidamente mis lágrimas.

-Hola Gabriela-

Me sorprendió mucho que él estuviera allí y justo cuando más lo necesitaba. Era el profesor García. Se acerco a mí y me dió un abrazo, un abrazo fuerte, largo, con mucho cariño y me susurró al oído ''Lo siento''.

-¿Acaso tu no pasarás?- Dijo el profesor García hablando hacía fuera de la cocina. 

¿Pero a quién le hablaba? La curiosidad se apoderó de mí y miré al profesor para que me dijera de quien se trataba. 

-Permiso- 

Entró a la cocina, él, tan hermoso, radiante como siempre, aunque con su mirada triste, mirándome, sin dejar de mirarme, haciendo estremecer cada centímetro de mi cuerpo. Se acercó a mí con cautela y se abalanzó sobre mí para darme un abrazo. Una lágrima cayó por mejilla. 

-No llores- Me acarició el cabello- ¿Podemos hablar a solas? 

-Claro, sígueme- 

El profesor García dijo que nos esperaría, que conversaramos tranquilos. Yo con Sam subimos a mi habitación, él, subiendo tan tímido y yo un poco insegura. 

-¿De qué quieres hablar conmigo Sam?- Pregunté con valentía, después de todo se me hacía muy difícil hablar con él porque nunca antes lo había hecho.

-Primero que todo, quiero disculparme- Agachó su mirada- Por mi culpa saturaste y no lo niegues, porque se que es así- Me tomó mi mano y subió la manga de mi suéter- Sabía que habías hecho esto y me siento muy culpable- Se le cayó una lágrima.

No sabía que decirle, él tenía sus manos en sus ojos, aún lloraba y a mí también me estaban dando ganas de llorar. Lo único que supe hacer fue abrazarlo, le di un abrazo haciéndole saber que lo perdonaba. Él me miró de una manera extraña. 

-¿Por qué me abrazas? Yo merezco tu odio Gabriela, no tu cariño- Me miró con sus ojos rojos.

-¿Por qué quieres mi odio si estás arrepentido? Si estás arrepentido es porque te gustaría que jamás hubiera sucedido ese momento donde me dijiste...-

-Por favor, no lo digas- Dijo Sam.

-La cosa es que te perdono Sam-

-Muchas gracias Gabriela, no entiendo como no te hablé mientras éramos compañeros de salón, eres una hermosa persona-

-Las cosas pasan por algo ¿no?- Agaché mi mirada y pensé ''Entonces ¿Por qué razón habrá muerto mi madre?''.

-Supongo...Gabriela, no vine solo a disculparme. Pero creo que este no es el momento indicado para decírtelo-

-Solo dímelo-

-No, lo lamento, no tengo el valor para decirlo ahora menos por lo que estás pasando- Se refería a la muerte de mi madre.

-Está bien- Lo miré y luego agaché mi mirada, me había puesto nerviosa.

Cuando terminamos de conversar salimos de mi habitación y nos dirigimos a la sala donde estaban velando a mi madre, y al verla a ella, nuevamente allí en ese cajón de madera tallada, sin vida, me dió una punzada en el corazón. Dolía pensar que jamás podría volver a verla o hablarle.

El espejo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora