Capítulo *1*

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Un nuevo comienzo..

¿Me encantaría saber el secreto de la vida? Creo que no, ¿Me gustaría enamorarme de verdad? Tampoco, ¿Desearía morir? Es posible. Parece que este año será diferente o talvez sea igual, pero esto apesta.

‘Otro años mas’ repite mi conciencia, casi como un despertador de la realidad, este es el primer día del siglo académico, hoy comienza mi perdición. Despego con lentitud los párpados intentando voltear a la izquierda para mirar afuera de mi ventana, la luz se torna negra. No me queda más que levantarme, aunque quiero permanecer aquí, sin salir.

Pongo el pie izquierdo en el suelo, y el frío sube con rapidez, pasan pocos segundos de retardo y el otro pie sufre lo mismo. Con calma bostezo mientras trato de elegir alguna ropa para llevar, elijo una camisa negra, con una playera y un pantalón del mismo color, no sigo a ningún grupo satánico o nada por el estilo, simplemente no tengo ropa limpia, y no quiero llevar el uniforme. Camino a la cocina por un poco de agua, y con ella me cepillo los dientes. Desayuno un leve licuado sin ningún sabor en particular. Acomodo mis audífonos en mis oídos y pongo una canción del piano más amedrentador que tengo, agarro una libreta he intento caminar a donde se encuentra mi bicicleta para poder irme. Abro la puerta de la casa y saco mi bicicleta, como de la nada miro la hora en mi celular, cinco con treinta.

Empiezo a pedalear mientras el frío viento toca mis manos recorriendo cada uno de mis dedos. La oscuridad es penetrante. No escucho ningún ruido por mis audífonos, solo puedo mirar la densa oscuridad, sombras inertes como esperando ha que yo pase para poder atraparme, pero solo es mi imaginación. Mientras avanzo los árboles se quedan he igual las piedras, entre más avanzo un paisaje queda y otro se renueva, algo desgarbado. La rueda hace que la cadena suene, puedo escucharla cada vez que la canción termina y se repite. El frío de los primeros días congela mis labios, como de costumbre los muerdo intentando arrancar la parte seca, solo le doy paso a la sangre, aveces pienso que un día se secarán, los voy arrancar con fuerza y nunca se volverán a componer, un sujeto sin labios. Entre baches el sol sale regalando un poco de claridad, los cielos cambian continuamente, en la oscuridad difícilmente se puede notar si las nubes se rozan o se deforman, el sol muestra algo más, una mitad de cielo negro siendo invadido por uno rojo y a medida que avanza se vuelve claro con celeste. El camino se vuelve de color, los árboles toman forma, las nubes se muestran cautelosas y con el viento colapsan pero siempre se vuelven a formar aún más grandes o más pequeñas.

El camino por el cual tránsito, casi siempre esta baldío, muy pocas personas van y vienen. Tardo aproximadamente treinta minutos en llegar, es un buen tiempo para tomar las cosas con calma, o para ser un mártir de tu vida. Hoy es un nuevo comienzo, según cambie mi forma de ser, son iguales las cosas pero se sienten diferentes. Miro alrededor, los árboles son del mismo color, algunos ya han muerto y otros nuevos están creciendo. El tiempo de disfrutar los amaneceres se acaba. Cada vez me acerco más y más a las casas. La música no cambia y paso por calles, ninguna es de admiración, perros callejeros adornan las entradas, con pintas muy malas, ya uno piensa que es más fácil acabar con su miserable vida que dejarles sufrir. El camino se acorta más, los pobres perros se quedan ladrando por un poco de comida, o por el simple hecho de cuidar a un dueño malévolo. Cambio de luz roja y oscuridad ha un pobre foco de luz barata. Las piedras se convierten en pavimento gastado y quebrado. Los árboles pasan ha ser carros y el silencio perpetuo se ve interrumpido por los humanos, pero aquí sigo, sin nada mejor que hacer.

Llego con tranquilidad ha una casa blanca con poco mantenimiento. Entro con normalidad, pongo un pie en el suelo y me detengo, bajo uno de mis pies he intento acomodar mi bici. Saco con cuidado mi celular y busco una canción entre la galería de reproducciones, una buena cantidad de instrumental, al fin y al cabo elijo una. Con lentitud empiezo ha dar pasos. En la calle no puedo dejar de sentirme incómodo, el por qué es simple, miro por todos lados, persona tras persona, se vuelve un camino muy largo. Cada paso con temor, cada paso rápido pasa muy lento. Siento cada mirada en mis hombros, aún teniendo audífonos presiento las palabras que quieren que a mi mente llegue, paso tras paso. Llego hasta la puerta principal y no saludo a nadie ya que nunca me importa. Intento con toda calma llegar, es simple, algún tipo de enfermedad de la niñez, algo así como un demonio interno. Algo psicológico diría mi padre.

Llego a la mitad y decido caminar hasta una banca, me siento en ella y espero. Soledad así me podrían definir, fueron quince minutos más nada comparado ha lo que me espera. Me quito los audífonos y pocos minutos después hacen un llamado ha que todos fueran a la plaza. Camino entre muchos alumnos, formando el antiguo grupo del año anterior. Los saludos son presentes en muchos, más soy el único que aún está sólo.

La formación de todos es algo normal, lo que logro captar son las indicaciones de cada uno de los nuevos profesores. Así se pasa este rato y al acabar me dirijo al nuevo salón que se nos asignó. Los compañeros son los mismo aún no cambian, el salón es viejo y con muchos defectos. Tocan y entonces los profesores comienzan a llegar de uno en uno hasta que la tercera hora término, todos salieron buscando algo de comida. Llega el momento, me pongo a caminar, observo a una vieja banca algo sola y voy ha ella, algo me atrajo; talvez el hecho de que no hay nadie comiendo ahí, los pasos son normales, no tengo tanto temor. Escucho risas, carcajadas y platicas ajenas durante el camino, llego a esa banca. Me quedo esperando a alguien con una tonta esperanza de que un ser extraño venga, esta banca y yo seguimos igual de solos. Tanta es mi decepción que me quedo mirando los cielos, como un día normal los contemplo he intento formar cosas con las nubes, pero el cielo esta despejado. El sol sigue en ese camino un día tras otro.

—Somos tan iguales. —Intento compararnos, por aquello de la soledad.

El sol es una estrella, esta sólo como yo, alejado de sus hermanos, amigos y como todos creo que tiene padres. Y me doy cuenta que no somos iguales, el esta sólo pero aún así brilla con gran esplendor y que aún así tiene a la luna, me corrijo de con una gran bofetada, fue mi error suponer tal mierda.

Sin percatarme del tiempo el timbre suena, y voy caminado despacio, pero antes de llegar al salón me quito los audífonos, entro como si nada. Las horas pasaron hasta que a la una con veinte tocaron. Salgo sin avisar ha nadie, me detengo para ponerme los audífonos y una canción empieza a sonar. El camino no se distingue ya que hay mucha gente, ¿Dentro de todos seré el único que está sólo? Agacho la cabeza porque no me gusta mucho el contacto visual, todos riendo y carcajeando. Lo admito tengo envidia y me molesta.

Camino por el pavimento con pasos duros para que mis pies no tiemblen, tal vez eso es lo que me molesta, el hecho de no tener a nadie. El camino se hacía más corto con cada paso, llego algo más tranquilo a donde esta mi bici. El sol es inmenso así que me fui rápido y al llegar a casa casi nada cambio. Encuentro a mi padre pelando con mi madre, mi personalidad tiene una causa y son ellos. Entro a mi cuarto rápidamente, me tiendo en la cama mientras pongo los pies en la pared, escucho que algunos vasos se rompen, por suerte mi hermana no está aquí.

—¿Soledad eh? —Intento encontrar una respuesta a una pregunta que no la tiene...

El chico de los Audífonos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora