Capítulo *24*

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¿El hombre digno?..

Ahora tengo un verdadero sentido, por fin encuentro algo que me motive, algo que sea más que suficiente para darle sentido a mi vida. Por fin la encontré. Han pasado unas semanas, ya puedo decir que estamos a finales de septiembre o al menos eso dice mi móvil. Estos últimos días Elizabeth ha estado más ansiosa, hoy son las elecciones para el consejo estudiantil, ella es candidata para la presidencia, han preparado muchas cosas, y en principal el discurso, que a mi parecer es mejor que comprar votos como los demás candidatos, esto la a hecho muy feliz, eso me alegra, pero en ciertos recesos no está. Estar sentado por un rato en el parque no está tan mal, he pasado mucho tiempo pensando, y lo principal en como ser digno del amor de Elizabeth, soy un sujeto con pocos talentos, en lo académico voy bien, pero quiero algo más, que no se que es, quiero esa chispa que me permita su amor sin tener que preguntar si soy bueno o malo para ella.

Comienzo a caminar, mi bicicleta la deje en otra casa, porque así puedo tener una excusa para llegar más tarde a mi casa, no es que quiera aguantar los gritos de mis padres por cualquier estupidez. Es mejor así. Ahora tengo que comenzar con mi plan, tengo que saludar y verme gentil, no creo que le traiga ninguna cosa buena a ella si me porto como soy. Saludo a las personas, a los compañeros, algunos me miran mal, pero esto es por ser un buen hombre, o algo así, la verdad estoy odiando esto. Llego cerca de la casa blanca, sonrío pero ahora solo saludo a conocidos, algo casi igual a no saludar a nadie, pero sin el errado sabor a soledad. Tengo una actitud positiva, de esa que me faltaba hace tiempo, sonrío lo más que puedo, entro por el portón pero no encuentro a nadie, aunque no es algo que este esperando.

Camino rápido para perderme en mi salón, miro a las personas y sonrió casi con la esperanza de que me den el tino bueno; aunque puedo jurar que soy más terrorífico que una noche en un cementerio con cantos satánicos. Las luces del cielo colorean el lugar, y desde lo lejos puedo notar que arreglan la plaza, de manera juguetona levanto los dedos y tapo el sol, o ese enorme globo rojo fuego. Piso el camino de pavimento, siento como mi ropa interior se arremanga en mis piernas, y es extraño casi nunca sufro incomodidad corporal, casi siempre es emocional. ¿Pero por qué me siento así? Las manos me sudan, algo que es inusual. Llego a la entrada de mi salón, y encuentro a Elizabeth corriendo de un lado para otro en la cancha. Entro y dejo mi mochila en su lugar, siento las manos cálidas, y mi cuerpo comienza a decretar más y más energía, como si por fin fuera un cuerpo libre. Pero me detengo antes de que cometa cualquier locura, este soy yo, estoy por fin fuera de mi mente opresora.

Todos están ansioso, o al menos los que vendieron sus votos. Llegaron algunos profesores, tocaron y ellos dieron la indicación de en que hora tendríamos que salir. Tocan y todos salen, me toco los cachetes y me levanto, pero una mano me vuelve a sentar de golpe. Si, es Amor.

—¿La amas? —Me mira con ojos de juez, y me aprieta el hombro. —Se lo que estás haciendo.

—¿De qué rayos me estas hablando? —Acaso Amor puede saber lo que siento. —No se a que te refieres con eso de lo “que estoy haciendo”. —Me quito su mano de mi hombro.

—Te hablo de la misma razón por la cual estas más feliz. —Me señala el rostro. —Crees que no se que “amas a Erika”. —Musita esta última parte en mi oído y hace que los escalofríos suban.

—No me importa lo que creas, ese es mi problema. —Me levanto enojado, y me dirijo a la puerta para poder salir.

—Ya lo verás, volverás y pedirás mis consejos, y te lo voy a restregar en la cara. —El volumen de su voz desaparece al encontrarme lejos.

No tengo la mínima intención de volver, si las cosas están algo problemáticas con Amor, lo mejor es no dirigirle la palabra. Indago por el lugar más de una vez, pero ella esta ocupada, no quiero molestarla, debe concentrarse para poder ganar pero aun así algo me molesta. Miro el puente, aquel donde quería pasar inconscientemente mis días de clase. Camino y me siento sin ningún cuidado, no pienso dejar que nadie me arruine esto, no será Amor, ni mucho menos mis padres. Mis audífonos procesan una canción igual que este sentimiento tan crudo que es delicioso. No tardo en percatarme de alguien, aun si no escuchara mis demás sentidos están muy agudos.

—¿Qué esperas? —Le pregunto con una voz suave. —¿O es qué has quedado muda? —Retiro mis audífonos sólo para escuchar su voz.

—No se que decir. —Elizabeth tiembla, la preocupación la consume. —Estoy…

—Estas nerviosa. —Volteo y la observo, una piel pálida, el miedo la tiene prisionera. —Eres admirable, ¿Por qué tendrías que tener miedo?

El silencio nos ensordece, no tenemos palabras y siento los labios sellados, me levanto ya que mi cuerpo no está lleno de cobardía, me acerco hasta estar enfrente de ella, sus labios se miran delicioso casi con un sabor fresa, pero no puedo besarla, en ese momento moriría, no se como me corroboraría.

—No te preocupes, lo harás bien. —No puedo hacer más que sonreír desde lo más puro de mi corazón.

—Gracias, espero verte en la presentación, y contar con tu voto. —Se levanta lo más que puede y me agacha de a golpe, sentía sus ricos labios fresa en mi rostro, ¿Esté sería por fin el beso que tanto esperaba? La respuesta es un no, pero al menos tengo claro que dejamos los de buenos días. —Adiós. —Se acomoda la ropa y sale caminado hasta que la pierdo de vista.

El receso concluyó, todos caminan a la plaza, mis compañeros acomodan sus sillas en la mejor parte, “Para ver en que se equivocan” no creo que sea para escuchar el discurso. Ella piensa que tiene mi voto, pero yo veré si su discurso me agrada como para dárselo. Llevo mi pupitre hasta el lugar que se nos indicó, todos tenían las ganas de aullar, los lobos del segundo b estaban listos, nada los detendría. La presentación comenzó, todos tienen que presentarse formalmente, la pequeña ceremonia dura muy poco, entonces todos proponen nuevas ideas, aunque la mayoría son falsas. Erika entró y empezó a debutar, a muchos le gustaron sus ideas, pero no son la mayoría. Voy a decir que mi salón puede ser el más corrupto, ellos se venden por un poco de dulces, besos, tocadas de nalgas, o hasta sexo. Todo termina como empieza, pero es el momento de votar, es una flojera esperar a todos los grupos. Es nuestro turno, los primeros pasaron y entre ellos voy yo.

No me cuesta nada poner una equis en el partido de Erika, no pienso dar mi voto a alguien que lo está comprando. Todos volvemos a nuestros lugares, mis compañeros me miran, soy un excluido pero aún en esto se interesan.

—¿Brandon por quién votaste? —Me pregunta algo que no es necesario.

—Que malgasten su voto no significa que yo lo haré. —Levanto el dedo que usualmente los padres prohíben levantar. —No te tiene que importar mis asuntos. —Lo digo con una voz contundente, sin duda jamás volverán a preguntar.

Todos vamos a practicar educación física, tardamos una hora hasta que el profe nos dijo que podíamos irnos, Todos nos dirigimos hasta nuestro salón, no tenemos nada que hacer en este lugar, pasamos a traer los pupitres y los llevamos al salón, coloco mi asiento y mis ojos se ensombrecen, no puedo creer que al fin si hayan vendido los votos.

—Brandon ven te ocupo. —La voz de Erika me salva del odio que empecé a tener.

Solo salí y no me dijo nada, me lleva de la mano por todo el lugar, pasamanos los demás salones, por la plaza y llegamos a la dirección. Algo en mi dice que no, pero en mi nueva dignidad alguna voz me aconseja que si, “Esto será una perdida de tiempo” o “Esta es tu oportunidad de demostrar que eres digno” Sin duda me guiare por la segunda. Entramos a la dirección, tengo aún un poco de sudor por el deporte.

—Te ocupo para que cuentes los votos, a mi no me dejan, lo harás ¿verdad? Por favor. —Las súplicas de Erika no me dejaban de otra.

—Esta bien, solo que no soy muy bueno en esto. —Sonrió de manera tranquila, aunque los nervios me están comiendo de punta a punta, ¡Qué rayos estoy haciendo!

Llegaron las cajas, los profesores sacaron los votos, tengo que acumular los votos y contarlos, tengo la certeza de que se me pasarán algunos, por eso siempre trato de alejarme de contabilidad, es molesto y me frustra. Tengo el sudor cayendo cerca de mis ojos, voy al menos ciento setenta y dos votos, que gran molestia, pero es necesario, según mi mente los favores son una buena manera de ganar confianza y el trabajo público te hace mejor reconocido o al menos es lo que estoy pensando.

—¿Todo esta bien Brandon? —Pierdo la cuenta por la culpa de la profesora de Formación, “Claro que no maldita, ya perdí la cuenta”

—Si, no hay problema. —Contesto de manera tranquila aunque la quiero horca.

Contando los que ya pasaron más que creo que deje pasar unos veinte. El director nos señala y pide la cuenta de los votos, ¡Que una roca me aplaste! Todos dieron la cifra y Erika me mira emocionada, tienes los ojos radiantes, pero por la mala suerte hay alguien que tiene más votos.

—Ciento noventa y dos. —La sonrisa de Erika desaparece en un repentino choque de palabras, su emoción decae, todas sus expectativas se fueron al reino del olvido.

—Felicidades al ganador. —Pero algo la retuvo, se acerca a la ganadora y le da un abrazo y le desea mucha suerte, puedo decir que estoy sorprendido, no creí que haría eso.

El silencio nos destruye, todos caminamos para afuera, solo un equipo festeja, y ella apresura el paso.

—Adiós Brandon. —Su voz no suena bien, se alejo cada vez más, hasta que no la pude ver, algo nuevamente estaba mal, tengo que esforzarme más mañana, y tengo que hacerla más feliz.

Es un día triste, ella esperaba ganar y aunque yo también quería que ganará algo en mi me decía que no. Algo me decía que quería estar con ella, creo que tenia miedo que ella se separará de mi, o que fuera excusa de olvido. Espero que Erika jamás sepa mi felicidad por este momento.

Quiero estar con ella, pero ahora soy tan digno como infame, talvez es algo que no puedo cambiar…

El chico de los Audífonos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora