Capítulo *10*

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Un contrato..

Han pasado dos semanas desde el inicio de clases, y aun estoy aquí acostado, sin preocupación, sin algún temor, con menos odio, y un poco más de amor, no materno, no paterno ni fraternal, el silencio agobia esos crudos amores. El lindo sonido de la lluvia en un día oscuro, tornado con pequeñas tormentas, cantares de grillos y sonidos muy perceptibles provenientes de cualquier lugar. La habitación oscura como un castillo interminable, sonidos de cuervos rondando y parándose en las ventanas. Me levanto con una interminable intriga de saber lo que hay afuera, tomó mis audífonos y suena una canción corta pero exquisita, que da placer volverla escuchar una y otra vez. Camino ha mi escritorio, pongo la mano derecha en el y con la izquierda abro la ventana, dejando pasar un olor putrefacto, carroña y gusanos, imitaciones de cuervos vuelan por el sonido que provocó, la esencia de un muerto, dejando atrás malos recuerdos, durmiendo por siempre entre finos pétalos, rosales y pastizales, pero con tripas afuera, ojos sacados, carne agusanada, huesos hechos añicos y un rostro desfigurado por los carroñeros, un cuerpo tendido en la noche, con muestras de estar descomponiéndose hace unas horas, un efecto adverso de ser el más débil. Cierro mi ventana, camino hasta mi ropero, miro mis ojos algo marchitos en el espejo, me pongo el uniforme de gala, pantalón, zapatos y la playera, hoy es el ultimo día de este bimestre, muy corto para mi, tendré dos semanas de descanso, aunque no fue mucho trabajo. Camino ha mi cocina y pongo la cena en un plato, hago mi desayuno sin ninguna alteración, insípido con ganas de no ser único, con ganas de ser casual, un desayuno sin gracia, termino y me voy ha mi habitación, agarro mi mochila, y salgo de mi casa, cierro la puerta con sumo cuidado. El piso negro con agua corriendo, las gotas caen y hacen un día más lindo, los árboles como un vaivén provocado por el viento, el foco del portón se queda cada minuto más sin luz, la oscuridad en guerra, proclama cada sitio que puede tomar. Camino hasta mi bicicleta, la saco por el portón más chico, la peste se hace presente, los animales corren del cadáver por mi presencia, pedaleo hasta mi ventana, observó un cuerpo malogrado, desecho y con muy pocos aspectos de ser un gato, lo miro y agachó mi cabeza como dándole un reverencia, por la fúnebre vista y por su partida.

-Renacerá en pasto.- Le digo ha los desechos.

Me subo ha mi bicicleta he inicio mi peregrinación con dirección ha la escuela, al abandonar el lugar los pájaros y perros vuelven para masticar sus entrañas, singur el nombre de la canción, corta pero hermosa, el día comienza sombrío, fúnebre y triste, pero mi rostro se muestra feliz porque me doy cuenta de que tengo ha unas cuantas personas, ha unos compañeros y ha un adorable cachorro. Paso por baches llenos de agua, por pasto lleno de rocío, por árboles grandes y siniestros, me quito un audífono, sonidos extraños como monstros abriendo su boca desde el infinito averno. Me detengo en aquel gran árbol, me encuentro con un sonido peculiar y conocido.
-¡Ven aquí!- Le digo al cachorro con una linda sonrisa en mi rostro y muy feliz.- Traje otro poco de comida.

Un cachorro se asoma por entre los montes, con ladridos de felicidad, moviendo su colita, me bajo de mi bicicleta, y camino hasta el, me muerde el pantalón, le sonrió y lo acarició, sacó de mi mochila un plato y lo dejo en el suelo, un ladrido fuerte y potente, hace que retroceda un poco, una sombra grande sale desde los arbustos, hace que resbale con el pasto húmedo, caigo al suelo, una fiera con cuatro cachorros más, me ladra para que me aleje de su cría, me levanto y sacudo mi pantalón, agarro mi bicicleta y me subo en ella, pedaleo fuerte y contento de ver que aquel cachorro esmirriado tiene ha alguien que lo acobije, un calor materno y ha la vez fraternal, me parece sutil aquella forma de amor, con cobijas del universo para una galaxia menor.

El cielo se torna rojo, dejando pasar ha la aurora, un amanecer exquisito, lluvia en pocas cantidades, rayos de luz pasando por las hojas, sonidos que hacen al lugar armonioso, una vista ha la fauna, animales que corren y brincan, pájaros surcando el bastó cielo, mariposa revoloteando de par en par, las nubes se tornan de color blanco y el cielo se llena de ellas, como algodón puesto con delicadeza entre el cielo, no deja pasar rayos pero si luz. Me detengo en un puente, miro ha los horizontes, montaña tras montaña, algunas tocan las nubes y otras se pueden apreciar ha simple vista, pedaleo por un camino lleno de plantas, telarañas y avispones, tapó mis ojos y ha la ves cierro mi boca, antes tuve la experiencia de comer un avispón, no son dulces, son amargos. Salgo de ese camino abandonado por el tiempo, y entro ha la civilización, amargos tragos de aire y feroces sonidos que entran en mi tímpano, motores y personas, una objeto sin corazón conducido por órdenes de un humano, con turcas, tubos y engranajes, oxidado por la lluvia y desecho por el tiempo. Me quito un audífono para escuchar ha los carros venir, me detengo ante ellos, y avanzó cuando nadie está, logró llegar ha esa casa blanca, bajo el pie izquierdo para pisar el suelo, me detengo y me bajo, acomodo mi bicicleta, salgo rápido de la casa y me detengo en la calle, miro pasar fugaces ha las personas.

El deseo de pasar rápido, ser un fugas, con tiempo muy efímero, doy pasos más tranquilos y rápidos, escucho voces, pero no logro saber de qué hablan, no se si es de mi o de otra cosa, escucho risas y carcajadas, pero no logro comprenderlas. Llegó hasta el portón, y camino rápido mientras que el cielo se despeja, los cálidos abrazos de luz se hacen presentes, las voces se apagan y no logro escuchar nada cuando la canción termina, el viento sopla y mueve mi cuerpo, camino hasta el pasillo, y llegó ha mi salón, entro, me siento en mi lugar ha esperar las horas.

Llega la hora del receso, todos salen corriendo, tengo la cabeza pegada al pupitre, con las manos en mi regazo, el sueño se no pide permiso y se cuela en mi, escucho voces conocidas fuera de mi salón, algunas que otras risas de esas personas, sonrió porque ellos sonríen.

-Despierta.- Me dice Amor mientras me mueve la cabeza.- Vamos ha caminar.

-Esta bien, ya voy.- Levantó una mano y contestó.

Salimos de nuestro salón, nos encontramos con Erika y Priscila, yo me voy ha sentar ha una banca mientras que ellas compran su almuerzo, el brillo del sol me abraza y acalora mi cuerpo, los pájaros pasan por enzima de mi, un cielo celeste, árboles verdes. Llegan y todos nos vamos al arrollo, todos hablan de que sólo fue una semana, que el bimestre fue muy corto, Erika intenta empujar ha Amor con su cadera, pero como Erika es mas chica apenas la mueve, me río de sus payasadas. Llegamos ha ese lugar que de poco en poco se hace más frecuente ha nuestras visitas, nos sentamos y ellas se ponen ha comer.

-¿Nunca comes?- Me pregunta Erika.-Todas las veces no te he visto comer, ¿si quieres puedo darte de mi plato?

-No, gracias.- Le digo con una sonrisa y moviendo mis manos.- Desayuno bastante para no tener hambre aquí.- Le digo una pequeña mentira para que no se preocupe.

Amor abre la boca y Erika levanta la cuchara, como si fuera una bebé le lleva la comida hasta ella, Priscila se ríe y yo la acompañó, quien diría que estaría aquí, lo único que me preocupa es que al entrar todos se hayan olvidado de mi.

-¿Nos veremos después de estas vacaciones verdad?- Nos pregunta con una mirada de enojo.

-¡Claro!- Contesta Priscila y Amor al mismo tiempo.- ¿Y tu?- Me preguntan casi como comiéndome los ojos.

-Si eso quieren.- Las miro sonriendo, dije algo frío, pero estoy muy contento de decirlo.

Tocan y todos nos paramos, caminamos ha nuestro salón, me despido de Erika con una sonrisa, entro con Amor y Priscila, nos sentamos ha esperar las clases. El cielo se torna jugoso y me embriagó de sus colores, el timbre suena y todos se despiden, me quedo sentado hasta que todos se marchan, salgo riendo y digo.

-Espero volver ha verlos..........







El chico de los Audífonos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora