Capítulo *14*

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Terrenos engañosos..

Logró ver un poco de claridad, creo que nunca había notado que mis manos son simples sombras que se mueven, mis pies como una mancha poco visible. La escasa luz entra por la ventana, topándose por mi cortina, aquella luz de los focos casi extintos del vecino, la oscuridad se ve amenazada, el brillo se topa con pedazos de cristal y crea una figura sin forma, sin patrones, solo es una mancha de luz en la pared. Es extraño, dormí acobijado, y el frío parece afectarme, solía ser una persona que aguantaba el frío, creo que soy así desde niño, a veces me bañaba a las tres de la mañana con agua fría, aun me acuerdo que mi padre estaba afuera y me decía que repitiera "No tengo frío", como si eso me ayudaría en algo. Llámalo naturaleza o como quieras, pero creo que mi corazón helado y de armadura esculpida se esta quebrando. Cerré las ventanas, desenrolle las cortinas y me tape con una cobija para poder dormir. Me quito la cobija y la muevo a la derecha, me levanto suave y cautelosamente por la oscuridad, parece que aquel beso de despedida me dejo de una manera mejor. Camino hasta mi ropero, sacó mi uniforme y me lo pongo de la forma correcta, quiero estar un poco presentable, por lo regular llegó despeinado o empapado a clases. Me miró al espejo y una pequeña sonrisa se establece, camino a mi cocina, buscó una manzana y me hago un vaso de avena con azúcar, un desayuno delicioso después de tanto tiempo. Camino a mi cuarto, agarro mis audífonos y mi mochila, salgo de mi casa y camino en una oscuridad más densa, parece devorar ese pequeño momento feliz, como alas, pesadas que me hacen un eterno lastre, que no me deja avanzar. El frío entra en mis huesos y los truena, conforme con la eterna negrura y el ruido de los árboles. Me colocó los audífonos, y una melodía triste pero de buen gusto, algo suave y dura con las teclas, casi como gritos desafinados, pero una ceremonia entre lo hermoso y lo irracional. Sacó la bicicleta, escucho el sonido de la cadena y las pequeñas piedras ser aplastadas, me subo y acomodo mi mochila, pedaleo sin importar el peligro de la densa tiniebla. Tengo los labios secos por el viento, los muerdo hasta quitar la parte muerta, logró observar diferentes cosas, los árboles se dejan atrás.

Paso por donde se originó la caótica escena, es el momento desgarrador, segundos hechos siglos, seria un hombre hipócrita sino me doliera el pecho, la sensación de morir y el ambiente que desea más sangre, ese lugar se pega a mi como parte de lo que soy, un monstruo que afecta a los demás. Las ranas empiezan a croar, como una soga que me saca de aquel infernal recuerdo, pedaleo aún más fuerte, trato de huir, no es soportable. El rebuscado color del paisaje se ve obligado a mostrarse, porque la aurora les amenaza de muerte. El agua se muestra cristalina, los cielos azules pero no tanto, los árboles verdes con un color más oscuro es sus hojas. No tardó en darme cuenta que hay un grupo de tres personas al frente, son de la preparatoria, casi nunca me lleve con ellos, más bien aún no llevo de buena manera con ellos, casi siempre evitó juntarme con gente de los grados superiores, son molestos, pero aun así me junto y tengo tres amigos mayores, no son molestos a lo contrario son una bomba de conocimiento, experiencia y diversión. Soy el menor de ese grupo con una sed de conocimiento, hacemos bromas como todos algunas más pesadas que otras, me encanta estar con ellos porque sin saberlo bien me sacan sonrisas y muchas risas, es lo único que puedo pedir.

Me doy cuenta que el grupo ha desaparecido, el ambiente cambio, ahora hay una neblina color humo de cigarrillo y pastos grises, estoy ciego, sordo y ocultó. Doy vuelta en un cruce esperando ir a la dirección correcta, como si no fuera nada me estrelló contra algo o alguien, me golpeó de manera muy torpe y tiro a la persona que se encuentra al frente, me bajo rápido para ver si la persona está bien.

-¡Bastardo! ¿Qué no te fijas por donde vas?- Me regaña una voz conocida, puedo jurar que es el.

-Perdón Gabino, hay una niebla horrible ¿Qué no la miras?- Me mato de la risa por saber que el es uno de esos tres amigos.- Perdón ya sabe que tan torpe soy con la bici, la ultima vez choque mucho mi llanta delantera contra la tuya.- Me río con carcajadas sumamente naturales, como si siempre hubieran estado ahí.- ¡Ven te ayudo!

El chico de los Audífonos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora