Capítulo *12*

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Espinas de sangre..

Es una mañana escandalosa sin luz y con ruidos que desaparecen y reaparecen, con un frío casi insoportable, con más sombras que los días anteriores, se escuchan pájaros cantando una sinfonía fúnebre que da escalofríos. Mi cuarto lleno de vacío y silencio inhumano, por segundos las cosas cambian, los sonidos nacen de ese abismo colosal, las ventanas con garras de seres espectrales, tengo la mirada al techo, como si pudiera ver más allá de el. Pongo un pie en el suelo, siento el piso que es horridamente frío, las sombras parecen desayunar mi pie, bajo el otro pie y camino, busco un poco de luz, toco los muebles en busca de una linterna, encuentro mi celular y prendo su luz para poder ver mejor, la oscuridad la devora, prendo el foco y los seres aborrecible se van, escapan y huyen. Busco mi uniforme entre mi ropa, me quito la playera y las corrientes heladas trepan por mi espalda, tocando con un amor insípido y enfermo que en vez de que de amor, calidez y dulzura, da frío y miedo. Me quito toda la ropa, me pongo el uniforme de educación física, camino hasta mi cocina guiándome por la escasa luz de mi cuarto, tropiezo con muñecas, que parecen querer mi carne, me siento en una silla y espero unos segundos. Me levanto y preparo mi desayuno, el mismo licuado con un sabor muy simple, la peor manera de empezar un día, pero estoy obligado por mi padre ha tomar esto, coloco los ingredientes y de unos tres sorbos me lo tomo todo, sin dejar nada. Me siento en una silla, miro por la ventana de la cocina, el corredor ha oscuras, nada es visible, el teatro prefecto para un muerto, y en un segundo todo cambia, el silencio se hace inmortal, no se escucha ni los pájaros ni los vientos salvajes. Camino ha mi cuarto, sacó mi mochila, camino hasta la puerta, el sonido de mis pasos se esparce por toda la casa. Abro la puerta y una espesa oscuridad absorbe todo, voy hacia mi bicicleta y la saco, tropiezo más de una vez, los únicos ruidos en todo el lugar provienen de mi, me pongo los audífonos y pedaleo suave, para no chocar con los árboles invisibles. Los cielos son muy escasos de claridad, y el suelo una mítica adivinanza. Paso por pequeños riachuelo, pero aun con toda mi cautela piso el fondo y todo mi tenis se ve inundado de ese líquido espeso y viscoso que no parece agua, tenia la mayor parte de mi tenis con fango.

-¿Qué es eso?- Digo con una voz ansiosa, apenas y puedo notar lo que es.- ¡No pienso meterme con esa cosa!- Digo mientras observó algo envuelto entre trapos sucios

Decido que lo mejor es seguir avanzando, pero la lujuriosa curiosidad no me deja en paz, olvido por completo que estoy ha unas oscuras abismales, que puedo sufrir algún coche, pero permanezco con aquel miedo de lo que esos trapos sucios y viejos tienen adentro. Me detengo y camino un poco, las piedras en exceso y el no ver, tienen en consecuencia una caída fatal, llego ha la ultima casa, la más apartada, dos focos alumbran el camino y hacen que mis pupilas se ahoguen de luz una vez acostumbradas ha tanta tiniebla. El paso es fugas muy poco notable, las luces se esfuman y mis pupilas devoran ha grandes mordiscos ha las colosales sombras. Pedaleo y pedaleo, cada metro más que me acerco, hace que mi rostro cambie de opinión, los pliegues definidos para una sonrisa afable, termino cerca del mismo árbol, con las enredaderas por el suelo, un viejo árbol pero duradero, buscó por todos lados, miro detrás del árbol, en algunos montes secos, pero no hay nada, ni una pista, ningún rastro, me subo a mi bicicleta y pedaleo mirando ha los lados.

-¿Qué es eso?- Palpita mi corazón ha un son alarmante, me bajo de mi bicicleta, poniendo los pies firmes y acomodándola

Es la canción de la muerte, un piano fructífero en males, la reproducción de la canción cambio, la tonada triste y perfecta. Es una sombra, que apenas se deja ver, para mi mal, los cielos opacos murieron y la luna aparece como un gran faro, mis ojos observan un montón de carne envuelto en un matorral de espinas, sin ser reconocible, pedazos de tripas colgados como adorno navideño y otro poco esparcido por el camino, patas y lomos hechos un carnaval mortífero, y huesos hechos añicos, era el acto de un vehículo, las espinas contenían en la punta de cada una, un rojo carmesí, vuelvo los ojos ha un trozo más completo, quedo perplejo y muy dolido, abro la mano y caigo de rodillas, observó con dolor el rostro del cachorro, mi estomago se revuelve y comienzo ha vomitar, no lo puedo creer, el cielo se vistió de elegante y fúnebre tormenta, se tiñeron mis ojos de un agua cristalina, y mi boca con muecas deformes y enfermas, como tratando de gritar, el dolor hace su casa de reposo en mi corazón, hago eterno cada segundo, doy vueltas ha mi cabeza, no puedo ni observar, todos esos pequeños recuerdos muertos de un tajo, separados por sangre. Los buitres vendrán pronto, la baja imitación del cuervo igual, uno que otro zorro, y los imperios de las hormigas y las larvas. Me levanto, camino sin rectitud, variando cada metro, sin la profundidad, con tristeza y agua entre las mejillas, trato de sacar los pedazos de carne del matorral, me pincho los dedos y dejo parte de mi sangre en las espinas, manchó mis manos de una sangre espesa pero no me importa, continuo sacando y agarrando trozos de la calle, hago un agujero en la tierra, usando como palas mis uñas, y entierro todos los trozos de carne. Me tiro ha llorar sobre el montón de tierra, con esa sensación de extrañar, con los dolores del olvido y la oscura soledad. Me levanto y camino ha mi bicicleta, me subo y pedaleo, el amargo sabor del adiós se estanca en mi garganta, hace que me odie más y más. Soy el único culpable de todo esto, pude prevenirlo, pude evitarlo, son las palabras que me mortifican, observó mis manos, con tierra y sangre que sube hasta mis codos, y mancha mi manubrio, esa sangre espesa, la que singur devora.

El sol sale entre un cielo lleno de nubes tormentosas, mis lágrimas como un mar que baja, parecen gotas de sangre, agua cristalina que se mezcla con la sangre de mi amigo, el sol se vio robado por las nubes, la mañana es muy fría y tenue, el tiempo parece detenerse un tic tac sin vuelta atrás, y el mundo gris con algodones de azúcares envenenados. Llegó al umbral de una casa, que esta en construcción, camiones grandes van y vienen, los señores me miran preocupados por la sangre de mis brazos, sin duda alguna, una vestía grande de llantas monstruosas, tenia la misma sangre. Pedalee más rápido para logar desaparecer de ese lugar, el camino se mira muy largo, sin ninguna escapatoria, y aquellas enredaderas me sujetan, hacen que valla aún más lento. Paso por el parque y desierto de esas parejas que entre beso me lastimaban, prefiero eso. Llegó ha la casa blanca, entro y me detengo, me bajo con cuidado, las náuseas me consumen.

-¿Disculpe puedo usar su baño?- Le pregunto ha la dueña de la casa, me mira con extrañes por la sangre, pero al final me señala donde es.

Vómito por lo menos diez minutos, termino y llego hasta el lavadero, me limpio la sangre de los brazos, y de la cara. El agua una rica y hermosa joven, simple, simpática y otorga vida, y su hermana sangre, roja y vanidosa, que esta en vida y se seca en muerte. Salgo de la casa y camino hasta la calle, las nubes sueltan gotas amargas, no hay personas, no hay demonio, solo un infinito llanto, acompañado por la lluvia más frívola. Camino rápido, sin notar ha nadie, sin escuchar tanto ruido más que una canción, llego ha mi salón, entro y me guardo en un sueño corto. Tocan y todos entran al salón, un día sin importancia. Pasa el tiempo y como es de esperar, salimos al receso, camino para alejarme lo más que puedo.

-¡Brandon ha donde crees que vas!- Una voz me grita, muy reconocible, hago como si nada y sigo caminado.

Llegó y me siento en una banca, Amor y Erika llegan, fatigadas y gritando, solo escuche un pin muy agudo, y no puse nada de importancia. Erika se acercó y me quedo mirando, me hago para atrás para que no siga. Amor y Erika charlan y se ríen, yo solo puedo observar sus dulces muecas, como un veneno siendo insertado por los ojos, que va directo al corazón.

-¿Qué tienes?- Me pregunta Erika con los ojos fijos en mi.

-Nada, ¿por qué preguntas?- La miro con unos ojos muy desinteresados.

-Por la forma en que nos estas tratando, como si no te importáramos.- Me mira algo enojada pero esa palabra hizo un brillo de cálida luz.- ¿Qué puedes decir?- Frunce el seño y voltea para otra parte.

-Perdón por tratarlas así.- Le digo de una forma seca y sin interés.

Tocan y caminamos, nadie enzima de nadie. Nos despedimos, al entrar al salón, me vuelvo uno, sin nadie alrededor. Las horas pasan y los cielos cambian y cambian, gotas por segundos y rayos de luz por otros. Tocan y todos salen, como todos los días me quedo en el salón organizando mis cosas, la misma palabra vuelve ha mi, importancia.

-Si me importan, pero hoy algo muy importante desapareció, estaría igual de triste si ustedes también desaparecieran..........

El chico de los Audífonos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora