En mi mundo..
La oscuridad acaricia mis ojos, intentando guardar cada lágrima amarga. Hoy más que nunca me siento solo y abrir los ojos no funciona, no hay ningún color. Mis ojos están algo rojos ya que no pude dormir bien, las peleas de mis padres aumentaron en estos días, y por parte de su culpa no pude cerrar los ojos. Mi cara esta seca, con asco, aun tengo sueño. Un pie tras otro, levanto mi cuerpo con lentitud, siento el frío de este mes. En mi imaginación escucho a un pianista estar tocando una nota muy dolorosa. Camino hasta llegar a mi espejo, mi cara se torna enojada. Camino a la cocina para poder cepillarme. Desayuno sin nadie, salgo caminando con mi mochila en mano. Pongo un pie en el pedal y otro en el suelo, con angustia de mi miseria, y rabia de mi soledad, pedaleo lento, entre un camino muy oscuro, los audífonos me dejan sordo de esos ruidos extraños, ese que es la naturaleza durmiendo.
La música me hace pensar en todo, me detengo y miro a mi alrededor, soledad, me quito los audífonos. Los únicos sonidos que se escuchan son los de los grillos y el viento acariciando a los árboles. Las sonidos son muy inertes, los caminos rocosos y desolados, ¿mis amigos? Me pregunto de nuevo, miro entre los cielos a tres estrellas y me acuerdo de ellos. Soledad, aún así nunca estuve tan solo, recordar a mis tres primos, es doloroso. Traición de las tres personas que hace mucho tiempo quise como mis hermanos. Fui olvidado. Llego a la civilización, donde las luces se apagan entre las seis con treinta de la mañana. Personas pasan y pasan, me incómoda sentirme así. Las canciones tristes logran tapar mi cara, niebla sobre el mar. Atado sin poder gritar, ¿soledad? Un oscuro valle por el cual estoy caminando, hablar con alguien no a funcionado en mucho tiempo, el ignorarme esta presente en cada platica. Hay veces que quiero sentirme necesitado. Sin darme cuenta ya me encontraba en la entrada de esa casa donde dejo mi bicicleta, freno con la mano derecha, bajo con cuidado. En unos bloques pongo mi mochila y con sumo cuidado saco mi uniforme, como en agosto nunca hay nadie que venga a esta casa, decido cambiarme aquí, de todos modos nadie lo nota y eso no me preocupa. Al terminar salgo sin preocupaciones. Toca mi pie la calle y siento algo inusual, un escalofrío.
Camino de la misma forma, escucho todas las burlas y risas, con sinceras ganas de matarlos, pienso en poderles romper cada hueso, desmembrar sus miembros superiores e inferiores. Solo odio esa risa. Me incómoda ver a las personas felices y yo no poder ser igual de feliz. Los pasos duros con la noción de que el suelo me come. Logro llegar a la puerta principal. Un poco mareado me sostengo de un pedazo de árbol y alguien un poco preocupado se acerca a mi.
—¿Estás bien? Pareces un poco mal. —El sujeto me toma de un brazo.
—Gracias pero solo es un mareo. —Le respondo intentando no preocuparlo y me suelta.
La persona sonrió y se fue caminando. Dejo que el mareo se pase y camino hacia mi salón mientras pienso en la persona que se preocupó, “Gracias”. Al estar frente a la puerta siento ese escalofrío. Camino hasta mi pupitre, dejo mi mochila en el suelo como usualmente lo hago, saco una libreta y miro el horario de clases. Estuve tres horas con un lápiz escribiendo. Sin la noción del tiempo, tocaron, todos corren por algo de comer. Salgo lento, pasando por el salón vecino y adentrándome en los salones de los primeros grados. Con pasos normales y una cara de piedra, llego con previo aviso. Me siento alado del puente. Y dije con voz ahogada.
—Te espero. —Digo con voz ahogada, cómo si algo fuese a venir.
Miro por los alrededores, es lo único que hago. No hay nadie, las hojas de los árboles caen poco a poco, aprendí a tener mucha paciencia. La soledad me hizo un falso orgullo, tal vez por eso casi nadie me habla. El agua hace un bonito sonido cuando no hay ruido por ningún lugar. No tengo puestos los audífonos, ya que me pidieron que me los quitará. Algo frustrado por estar así, pongo mis manos en forma de una casita y tiro mi barbilla entre el techo de ella, y me hago con una postura de pensar. Primero pienso en que estoy sólo. Agarro mi celular y le conecto mis audífonos, nadie está para regañarme o replicar de lo que hago. Busco una canción entre todas y me acuesto en el puente. Mi camisa es blanca pero eso no me importa, yo lavo mi propia ropa y a nadie le molestará. Miro en mi celular la hora, son las nueve con cincuenta y siete. El tiempo no perdona y en silencio fúnebre estoy por tres minutos. Aunque hay música, no escucho ningún ruido. Miro los árboles de un color negro las hojas y el tallo gris. El agua es blanca con un fondo negro. El timbre suena e intento levantarme, pero un mareo no me deja, me agarro fuerte de un árbol, algo en mi está mal. Camino hasta mi salón con unos cuantos mareos, llego y me siento en mi lugar.
Tengo unos cuantos mareos, pero fue por desayunar poco, creo no tener la suficiente energía. Pasaron las horas y entre una de ellas pedí permiso para ir al baño, vomite y aunque no se por qué, tal vez comí algo pesado. Al regresar tocaron ya que era la última hora. Estoy con una cara pálida y de poco gusto, metiendo mis cosas en mi mochila. Salgo con calma, camino y miro a las personas, solo montones de masa de color gris con ojos blancos y risas negras. Miro mis manos mientras camino, observo con detalle, solo puedo notar que mis manos son grises de igual manera. Al sentir que volvería a entrar en esa calle donde las críticas se hacen muy presentes, caminar por otro lugar no resolvería nada. Rápido me pongo cada uno de mis audífonos, paso con cautela, miro risas incesantes. Solo pienso en salir de este lugar.
No logro darme cuenta pero ya estoy fuera del peligro, Miro y estoy a los pies de una casa blanca, camino con lentitud observo si no hay nadie que me este mirando. Me cambio el uniforme, lo doblo y lo dejo en mi mochila, saco mi ropa normal, me pongo cada prenda. Saco mi bicicleta por el lado izquierdo, porque es más fácil por allí. Pongo un pie en el pedal y otro en la tierra. Con los audífonos inicio un pequeño recorrido. Miro los carros pasar por mis lados. Soy sincero, no le tengo miedo a que un carro me mate. Solo dejaría llorando a mi familia y les daría una lección que ni con agua ni jabón se va a borrar.
Llego a un parque, chico pero bueno para no estar tan sólo. Dejo mi bicicleta con cuidado en un costado de la banca, saco de mi mochila con delicadeza una libreta. Presiento a dos personas por detrás y apago mis audífonos por el botón, para poder escuchar.
—¿Es él? —Una chica con intención de dirigirse a mi.
—Si, es el que siempre está sólo. —La otra persona que le responde con una voz baja, que molestia.
Tengo un lápiz en mi mano. Pienso por un momento en caminar hacia ellas y introducirle toda la punta en la vena yugular. Solo fue un pensamiento y mejor enciendo mis audífonos. Estoy sólo, no hace falta encarármelo. Empiezo a dibujar para poder olvidarlo.
—Aún así no quiero llegar a casa. —Prefiero aguantar esto que los gritos y los golpes…
ESTÁS LEYENDO
El chico de los Audífonos
Romans-¿Acaso no puedo desear ser feliz sin pagar algo a cambio? Se que estoy maldito, que algo no cuadra en mi, ¿Qué es ello que me ha hecho sufrir?