Capítulo *6*

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Una ligera molestia..

Que oscuridad más densa, atravesando mis párpados, abro los ojos con dificultad, muevo las manos a mi cara y me hago remolinos en cada uno. El día esta muy sombrío, una niebla espesa de silencio y oscuridad, no hay viento alguno. Me levanto con los ojos cansados, bostezo con unos cuantos nudos en la garganta. Camino hasta el espejo, los pies de mis ojos tienen sombras que caminan de poco en poco, me dan un aire no tan bueno. Rompo el silencio con cada paso, me asomo por la puerta, unos ojos a la distancia, bolitas blancas por una ventana, su maullido me alerta, enciendo la luz para ver, es un gato color blanco con manchas cafés y las patitas color negras, se asusta por mi presencia, sale rápido por una ventana para poder dar fuga al atraco. El viento comienza a soplar, haciendo que las cortinas se muevan lentamente, el frío no pide permiso y se cuela por mis pies desnudos. Me acerco ha la licuadora, le pongo avena y agua, acabando lo tome de un sorbo, no sabe nada apetitoso. Camino a mi cuarto para cambiarme, me quito la playera y me pongo la de escuela, arrebato mi short, por un pantalón verde de mal gusto. Mis zapatos de vestir, un peinado normal. Salgo rápido y apago la luz que deje prendida, traigo mis audífonos en mis manos, los pongo en mis oídos y mi celular reproduce una triste canción, agarro mi bicicleta, pongo un pie en el pedal y pedaleo con pocas ganas. Miro un pedazo de cielo con unas estrellas juntas de una forma inusual, una queriendo separarse de la otra.

El cielo negro con rasgos blancos dejando pasar al gris, seguro puede ser negro, rojo y azul. Es como una película vieja con el típico empiezo de rodaje. La música llena esos pequeños vacíos. Los pedales suben y bajan dando el sonido cortante de la cadena, trato de mirar el cielo, pájaros como puntos negros, hojas que el viento se lleva, la típica forma de pasar la vida. Miro al suelo y doy un pequeño suspiro, lleno de tranquilidad recíproca.

—¿Así será toda mi vida? —Le pregunto a la nada, busco una respuesta en el abismo.

Llego con esa actitud de siempre, pero algo sale de la maleza gruñendo, grande y con grandes dientes, al menos un perro de esos que te quieren sacar las viseras en el momento menos apropiado. Fue muy corto el tiempo, ya que un perro me persigue, sus ladridos hacen que apresuré los pedales. En una esquina logro perderlo, algo desconfiado llego a la casa blanca. El silencio se hace presente, sin darme cuenta manche mis zapatos y por tanta agitación descompuse mi peinado. Me bajo con calma, sin alguna voz en mi alrededor. Un ladrido leve, casi ahogado en sueño, pienso que es ese perro, pero volteo con rapidez, un cachorro color café claro, me muerde el pantalón, sus dientes son pequeños así que no me lastiman, trato de agárralo sólo para darle una palmada en la cabeza o acariciarlo, el muy cauteloso se aleja ladrando. Me saca una sonrisa inexplicable pero cierta.

La sonrisa no dura mucho tiempo, ya que ese camino en el cual ruego el silencio, no puedo caminar con los ojos cerrados porque los carros son un ir y venir, puede que muera, eso no es lo mejor, aunque odie este camino, no quiero morir por una causa muy estúpida, además tengo que intentar sacar un reconocimiento en la secundaria o mi padre se pondría aún más decepcionado. Me pongo ha caminar con los audífonos, cambie a una canción, el tono es triste, y el cantante como invocando un desastre, sus palabras se hacen cada ves mas gruesas. Mis pies se ven forzados ha ponerse firmes, como una cámara grabando en suelo sucio, cada paso deja temblando mis pensamientos. Los dos haciendo una invocación, el cielo gris es alejado por un montón de nubes negras con ganas de llover. A la mitad del camino el agua desciende al sucio pavimento mis zapatos se ponen aún más negros, mi cabello se moja, y por mis mejillas caen lágrimas de silencio que las propias nubes me regalan. Todos corren por un refugio como si fuese lluvia asida, como si se derritieran. Llego hasta el portón, grande y oxidado, el portero sosteniendo una sombrilla, indicando que nos apresuremos por la lluvia, todos van rápido excepto yo, el mismo paso, la misma velocidad. Observo con detalle el cielo, las nubes negras están posicionadas exactamente en la secundaria, la preparatoria esta totalmente despejada, llego al pasillo mojado de pies ha cabeza, solo un poco, no completamente empapado, llego ha mi salón, todos me miran como si nunca hubieran visto ha una persona así, le pido permiso al profesor para poder entrar. Saco mis audífonos de mis oídos y camino hasta mi lugar, la mayoría habla de como me encuentro, pongo la cabeza sobre la paleta.

—Dios, sólo es agua. —Susurro con una voz maligna. —No me estoy muriendo.

Pasaron las tres primeras horas, mi uniforme ya se había secado por completo, las nubes de poco en poco perdieron su color. El sol tiene de nuevamente ese color blanco para mi. Tocaron y todos corrían por algo de comer, es la típica salida de ellos, me paro para poder salir del salón, en el pasillo hay muchas huellas de zapatos y en la cancha charcos largos de agua. Algunos corren y los pisan haciendo que se agiten, la biblioteca queda ha unos cuantos pasos. Miro por los alrededores, observo la felicidad de los demás, camino hacia la biblioteca y me pongo a hablar con la persona encargada.

—Disculpe ¿podría agarrar un libro para llevar? —Educadamente pido uno.

—No, porque aún no dan las tarjetas de alumnos y tienes que tener una para poder solicitar algún libro. —La señora me habla firme con ojos de interrogante, diciendo que no quiere que la moleste.

—Oh, esta bien. —La verdad si quiero un libro para leer.

Antes de poder caminar al arroyo, una persona me estampa, mi color palideció por el golpe, es mi compañera, con su amiga, la cual ya olvide su nombre.

—Hola. —Las dos hablan al mismo tiempo, una normal y la otra mas alegre.

—Hola. —Les respondo de igual manera.

—Vamos ha caminar. —Propone mi compañera mientras me jala sin poder siquiera decir que no.

Me arrastra casi todo el camino, yo me quejo por los jalones más bruscos, la otra chica se ríe de mis quejas, al principio me disgusta su risa, odio las risas, pero poco a poco se fue pasando, Amor es de esas chicas con carácter fuerte, que no teme a lastimarse, entre mis quejas siento un golpe agudo en el abdomen, casi en el estómago, tengo el aire de mis pulmones por todo el lugar, menos donde debe de estar, me saca todo el aire de un golpe.

—¡Que demonios eso dolió! —Mi cara saco otros rasgos, el chico calmado y solitario se forma con unos ojos de demonio, nadie puede esperar menos cuando te arrastran para golpearte.

Ella se burla de mi con comentarios de que no aguanto nada, me recupero, y la fulmino con una mirada, pero no le importa.

—Por favor ¡Jamás lo vuelvas ha hacer! —Le digo con una voz más calmada, pero también exploto en el momento, los mismos rasgos salieron a relucir.

La chica se ríe cada ves con más fuerza, por lo que ella me hacía, en ello mi compañera me arrastra nuevamente, pero fue al arroyo, mis zapatos se raspan en el pasillo, me descompone más el peinado, me detiene, me suelta y la amiga de mi compañera me mira, como queriendo decirme algo.

—¿Cuánto tiempo estuviste con Kimberly? —Hace la pregunta una incómoda.

—No sé, nunca me importó. —Toco mi codo para disimular la incomodidad y le añado. —¿Cómo sabes de eso?

—Un día te salude, te dije “hola novio de Kimberly” o más bien creo que lo grite. —Asumió que recordaría ese momento.

—O ya. —La verdad no tengo idea, he tenido novias, pero fuera de tener amor sólo se hace una molestia con el paso de los días.

Amor mete una platica rara diciendo donde estuvo en las vacaciones, después hablo de que estaba aprendiendo a manejar motocicleta, lo máximo que yo he manejado es mi bici. La chica de apariencia normal y un poco baja de estatura me mira como intentado preguntar algo más.

—¿Dónde vives? —Las dos me pusieron la vista encima tratando de sacarme la verdad de los ojos.

—En una casa. —Les respondo un poco burlón para evadir la pregunta.

Las dos se rieron, es extraño, no siento esa incomodidad. Siento un sentimiento extraño, una hace bromas muy malas, que ni pudo sacarme algo. Respondo a casi todo con un “Está bien” ligeramente no me interesa mucho de esto, talvez antes si me hubiera interesado, pero ahora no. El silencio de ese lugar muere de poco en poco. Gracias a esa amiga de Amor.

—¿Dónde naciste? —Puso una cara linda, como esperando un enorme dulce, pero parce como querer robarse la tienda entera.

—En algún lugar del país. —No me interesa que sepa eso ya que tarde o temprano se irá.

El timbre sonó, caminamos, ellas más rápido que yo.

—Vamos rápido. —Se quejan y molestas fruncen el seño.

—El salón no va ha desaparecer. —Les respondo con la misma calma, pero con mi arrogancia habitual.

Nos despedimos, uno del otro, pero no sabia su nombre o al menos ya lo había olvidado y por eso le pregunte.

—¿Cuál era tu nombre? —Algo apenado mientras tocó mi cuello por haber olvidado su nombre.

—Es Erika. —Me responde con una cara muy desorientada. —No quiero que lo vuelvas a olvidar.

Llego con Amor al salón, paso después de ella y me voy a sentar a mi lugar. Las horas pasaron como siempre. Era devuelta al silencio, tocaron todos salieron con prisa, yo me quedo acomodando mis cosas. Me apeno por recordar lo de los nombres, es una molestia recordarlos, por eso casi siempre los olvido por gustó, casi siempre los vuelvo a mencionar en otra persona. Salgo de mi salón, con los ánimos igual,

—Que molestia. —Digo las dos palabras en voz baja, para que nadie me escuche mientras me tapó los ojos con una mano. —Erika. —Reacciono con una risa, encuentro lo molesto en ella, el hecho de recordar su nombre…

El chico de los Audífonos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora