*Capítulo Final*

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La canción de amor...

Abrí los ojos, me seque la sangre, una luz en un abismo apuntando hacia mi. Busque en la negrura, una muestra de esperanza, aunque no la merezco eso lo sé. Una luz apareció frente de mi, era una mujer, junto a un cuerpo, llorando. Otra luz emergió y en ella había mucha gente, personas que no había visto nunca. Surgió una última luz, en ella esta alguien de pie y de pronto se desmoronó, calló al suelo con lágrimas por su hermoso rostro. Pude sentir su dolor e intenté correr, pero algo me sujeto y no pude moverme. Observé mi pierna, una larga cadena negra, volví la vista a la primera luz, mi madre y mi cuerpo hecho añicos. Mire la segunda pizca de sol, un ataúd y gente con rostros grises, estos se fueron mostrando poco a poco, mis amigos, mis padres, todos ellos ahí de pie. Mi padre enterrando a su hijo y mis amigos llenando el hueco. Me sentí desdichado, arrepentido. Busque la última luz, ahí estaba ella agarrando su pecho, en el suelo con lágrimas llenas de dolor, su rostro agrietado por mi.

—Es que no lo pensé. —Me desespere, quería romper esa cadena y volver, no quería que todos sufrieran de esa forma.

—Es que no pensaste, y yo que creía en ti. —Una voz salió del suelo y ojos me rodearon. —Aunque te quería ver morir, por lo que le hiciste a mi madre.

Volví a una sala de hospital, un pasillo con un solo cuarto al fondo. Caminé y las cadenas se desprendieron de mi, entré para encontrarme con una camilla y un cuerpo mal trecho, me miro con sus ojos verdes, cansados y con sueño, quiso hablar pero no pudo, movió una mano para que me acercara y cuando lo hice pude escucharle.

—Te daré una nueva oportunidad. —Me alejé de golpe y él con su sonrisa, desecha por el tiempo. —Solo que quiero algo. —Su voz cobró poca fuerza.

—¿Quién eres? —Confundido sin saber que hacer.

—Yo soy tú, y tu eres yo, aunque antes fuimos hermanos, algo malvado nos unió, y me empeñe en destruirte por orden de mi madre. —Tosió y saco sangre. —Pero de tanto hacerlo yo fui el afectado, y ahora estoy aquí. —Me miro con cariño. —Eras un buen niño, ahora si no es mucho pedir, quiero que me desconectes, así podrás salvarte.

Me acerque al enchufe, y el acaricio mi rostro, lo desconecte, el aire de sus pulmones se empezó a escapar, me tomo con la fuerza que le quedaba para poder decirme algo —Siempre que me necesites, una pequeña parte aun vivirá contigo– Su aliento se fue, y sus ojos verdes se apagaron, vi como se desmoronaba en tiras de papel.

Abrí los ojos y me seque las lágrimas. Me quedé por un segundo esperando, y una idea llegó, me pondría de pie, intenté hacerlo, y en un parpadeo ya estaba afuera en el pasillo, corriendo por todos lados, mi fuerza había vuelto, al menos una pizca de esperanza, busqué la salida y por el vidrio de la ventana la vi, estaba afuera. Salí corriendo sin poder decir nada, la emoción me come los huesos, abrí la puerta, y tan repentino fue el abrazo, encontré tanta calma en pocos segundos, pero se soltó de mi agarre, me miro con sus hermosos ojos, estaba desconcertada, intentado buscar una pista de quien era, buscando si era un familiar, o un amigo de la infancia que había decidió aparecer.

—Soy yo. —Hable con mucha emoción, con ojos radiantes y una gran sonrisa en mi semblante. —Soy yo. —Repetí como si la primera vez no me hubiera oído.

—¿Quién eres? —Me pregunta extrañada. —Disculpa, estoy ocupada, voy a visitar a un amigo. —Se había olvidado de mi, entonces lo entendí, ella no me conocía, quien era yo más que un extraño más. —¿Si quieres puedo llevarte devuelta? —Se expiró mi emoción y mi sonrisa se esfumó.

—Si. —Respondí con tristeza, mire su hermoso rostro y que ella no recordará el mío. Es cruel.

Caminamos hacia adentro, yo aún si entenderlo, ¿por qué me había olvidado? Entramos por esa puerta y se despidió de mi, fue un segundo eterno en el cual quería que me recordará, quería que supiera quien era yo. Escuche un nombre extraño, y alguien lo seguía gritando, me quede parado en la puerta, perdido entre dos pasillos, ella se aleja y algo toca mi hombro, una doctora que me llama por otro nombre y me dice que donde estaba, que el chequeo aún no terminado. Me dijo que me esperaba en su sala, y cuando se fue, pudo dejarme oír. Claramente escuché mi nombre, como la recepcionista explicaba con delicadeza que yo estaba muerto. Observe como su rostro se agrietó, se retiro con calma, paso por mi lado y me miro, con sus corrientes por fuera. Salió para encontrarse con una lluvia melancolía, para desmoronarse entre el agua. Salí y me acerque a ella.

El chico de los Audífonos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora