Capítulo *33*

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Mi último amor..

—Extraño los abrazos de mamá—

Mire como las nubes se desplazaban, y mi amor desaparecía, me doy cuenta que perdí la esperanza y estoy en un camino hacia el sueño perpetuo. Mis padres ya no me buscan, aunque saben donde me dejaron, ellos fueron los primeros en renunciar a mi, y dicen que la familia no te traiciona. Talvez soy un animal, golpeado por está carretera llamada vida, que sigue sin entender que la luz significa muerte. Y aunque me cuesta admitirlo quiero llorar, pero no puedo, se acabaron mis lágrimas. Y aquí estoy como al principio, acostado en una cama, pero esta es de hospital, y aquí con mis audífonos igual que siempre, intentado seguir el paso de los dedos, escuchando una y otra vez la misma canción, intentando desgarrar lo que queda de mi.

—¡Buenos días Brandon! —Entra Janet con una bolsa de plástico y unos dulces en ella. —Estos son tus preferidos ¿Verdad?.

—Claro…Aunque no se como se llaman. —Hablo bajo, hace mucho tiempo ame ciertos dulces, de color amarillo que tenían crema.

—Yo tampoco, pero los pedí con la descripción que me diste. —Sonrío y saca uno para dármelo. —Muy bien mi trabajo esta hecho vuelvo después.

¿Quién es ella? Su nombre es Janet, la primera vez que la mire fue cuando entro a mi habitación, con una ropa blanca y un cabello recogido que le sentaba muy bien, pero ahora por lo general lo lleva suelto. —Desde ese entonces supe que ella me acompañaría en mis últimos días. — Siempre viene a verme cada dos horas y mira mi estado de salud, hace un buen trabajo pero es inútil contra lo que se enfrenta. Al final de un día de trabajo ella viene a verme por última vez, se sienta en mi cama y me cuenta de su vida, al tiempo que vamos ya se cosas de ella. Tiene veintisiete años, le gusta el color azul, una vez se caso con un marino pero le fueron infiel, le gusta el rock y ella se pagó el colegio de medicina. Me ha contado varias historias divertidas, en algunas maldice y en otras llora, a veces busca mi hombro para llorar, me ha contado tanto. Y aún no se porque lo hace.

—Brandon. —Se escucha un susurro atrás de la puerta. —Quieres saber la historia de cuando me echaron de un bar.

—Janet, ¿En verdad eres mi enfermera? —Toso un poco.

—¿Ah? Acaso eso un reproche. —Abre la puerta con una marioneta en la mano. —Compre un rana y pues quería ver que podía hacer. —Los dos miramos al animal de peluche en su mano.

—¡¿Estas loca?! —La miro sorprendido y me da dolor de cuello.

—Claro...Pero va. —Camina hacia mi cama como era ya la costumbre. —Bueno, un día no me acuerdo cuando, se nos ocurrió salir a un bar mi hermana y yo. —Empieza y nadie que la detenga. —La verdad ese día no tenia nada de ganas de salir, pero ahí va, llegamos al bar y conocimos a varios príncipes, pero a la vez patanes, ese día no pensaba ponerme borracha.

—Adivino, caíste toda loca. —Hablo con la voz casi destruida.

Si, mi hermana me embriagó y después se armo un gran escándalo porque según no pague mi cuenta. —Su rostro detona enojo. —La ultima vez ese malnacido mesero me echo en cara que no había pagado, estaba borracha no estúpida. —Relata mientras mueve sus manos con odio y molestia, me hace reír. —Al final salí del lugar y camine hasta perderme en la ciudad, aun no recuerdo como llegué a mi casa y en donde deje a mi hermana, desde entonces mi hermana tiene un hijo y no sabes de quien fue.

—¿Qué? —Abro los ojos. —¿En serio?

—No, pero si se perdió por un día. —Los recuerdos vuelven cuando ella me pega en la cara con la marioneta. —¿Por qué esa cara tan triste? ¿Acaso no es divertida la historia?

El chico de los Audífonos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora