Capitulo 17

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- Te odio. Eres un pijo remilgado como tu padre.- Dos niños, pegándose manotazos el uno al otro, uno rubio de ojos azules, otro moreno de ojos negros como el carbón. Dos hombres, dos amigos, dos padres, intentando separarlos...-
- No soy ningún pijo. No lo soy. Mi papá tampoco. Te voy a matar.- Mi padre consiguió despegarme del chico.-
- Cálmate Hugo. Hijo mío, tranquilízate. Sergio es un amiguito...- Mierda, me desperté jadeando, bañado en sudor y con un dolor horrible de espalda. Me había quedado durmiendo en la silla. Me froté los ojos con las manos, miré mi rolex. Las diez. Apagué el ordenador y cabezeé para alejar los recuerdos de mi infancia. Suspiré y me acerqué al minibar, me serví un poco de bourbon, me lo bebí de un trago y me marché hasta a el ascensor. Bajé hasta recepción y saludé con un gesto de cabeza a Esteban, el guardia de seguridad.-
- Señor Padilla, disculpe.- Me hizo girarme y dí unos pasos hasta él.-
- ¿Todo bien, Esteban?
- Si, es solo que se le ha caído a la señorita Lozano esto.- Me enseñó un anillo, su anillo de matrimonio...- La he visto subir, pero no bajar.
- ¿Cómo? ¿Dani está aquí?
- Si, ha subido hace como media hora. Debe estar en el despacho, por que no la he visto volver a salir.- Que raro, ¿a qué habrá venido tan tarde? Cojo el anillo en mi mano. Lo miro y lo aprieto en mi puño.-
- Gracias, Esteban. No sabía que estaba aquí. Voy a volver a subir.- Me encaminé de nuevo al ascensor. Pulsé el botón de nuestra planta y el ascensor ascendió otra vez. Nada más abrirse las puertas pude ver a Dani correr por el pasillo, no me había visto aun. Parecía nerviosa, asustada, sudaba ligeramente y miraba su teléfono móvil mientras venía hasta a mi. Salí del ascensor y me quedé fuera, esperando que llegara hasta a mi. Se chocó con mi pecho, por ir mirando el móvil. Dio un grito de horror. Apenas se iluminaba la planta, apenas nos iluminaba la luz del ascensor.-
- ¡Ah! ¡me cago en...!
- Soy yo, Dani. Soy yo.
- Mierda, que susto me has dado.- Se lleva una mano al pecho.-
- ¿Qué haces aquí a estas horas?.- Parece muy avergonzada, baja la cabeza y se mira las manos nerviosa.- Contesta.
- He perdido mi alianza. Estaba buscándola.- Una punzada me atraviesa el pecho, y tengo que toser discretamente.-
- Toma.- Le tiendo la mano y le doy su maldito anillo.- Esteban lo ha encontrado y me lo ha dado a mi.
- Vaya. Gracias.- Yo asiento de mal humor.-
- Es tarde. Vamos.- Montamos juntos en el ascensor.- ¿Tienes como volver a tu casa?
- Iré en metro, no te preocupes.
- ¿¡En el metro, a estas horas!? De eso ni hablar, te acercaré.
- No quiero molestarte.
- No es molestia.
- Pareces molesto.- Maldita sea, lo estoy. Lo estoy desde que Esteban me ha dado el puñetero anillo.-
- No.
- Pues yo diría que si...- En ese momento le doy al stop y el ascensor da un bote, para luego pararse.- ¿Qué haces?
- Desnúdate.
- ¿Qué?.- Parece perpleja.-
- Ya me has oído. Quítate la ropa.- Ella me miró con el ceño fruncido, yo me pasé la lengua por los labios, y ella temblorosa se llevó las manos hasta los botones de su camisa, y muy despacio, torpemente se fue desnudando hasta quedar en ropa interior. Yo la observaba sin parpadear, recorriendo con la mirada cada rincón de su cuerpo. Seguía furioso, ni la vista de su hermoso cuerpo desnudo, en aquel espacio tan escaso era capaz de calmarme. Ella me miró y nuestras miradas se encontraron, vi como tragaba saliva nerviosa.-
- ¿Y ahora qué?
- La ropa interior.
- Hugo...
- La ropa interior, ahora.- La interrumpí, y ella obedeció. Se quitó el sujetador, y luego las bragas. Yo me quité la camiseta por la cabeza y la tiré junto a su ropa. Me acerqué a ella y miré sus pechos, bajé la cabeza hasta atrapar el pezón entre los dientes, los mordisqueé con rabia, y ella me agarró del pelo, tirando suavemente mientras gemía.- Las manos quietas.
- ¿Qué?
- Las manos. Por encima de la cabeza.- Frunció el ceño, pero me obedeció y volvió a subir las manos hasta la pared. Yo me arrodillé y le besé el vientre, muy despacio fui bajando hasta su monte de venus.- Apóyate en la barra, y pon cada pierna en uno de mis hombros.- No lo pensó, lo hizo. La imagen era puro erotismo, yo arrodillado ante ella, con la cabeza entre sus piernas.-
- Voy a saborearte.- Su respuesta fue un gemido ahogado, mientras mi lengua húmeda lamía su clítoris hinchado. No paraba de jadear, y arquearse. Mi lengua no le daba tregua, lamí, succioné y mordisqueé su clítoris mientras mis dedos se hundían dentro de ella.-
- No puedo más. Hugo, por favor. No puedo sostenerme más.- Paré y la miré aun arrodillado.-
- Date la vuelta.- Me levanté y ella se puso de espaldas a mi. Coloqué sus brazos en la barra, acaricié su espalda.-
- ¿Sigues molesto?
- Si.
- ¿Por qué?
- Voy a follarte. Va a ser rápido, fuerte, duro.- Me bajé la cremallera de los vaqueros y saqué mi erección, me acomodé detrás de ella, acaricié su trasero y de un fuerte empellón me colé en su interior. Los dos gemimos al unísono. Me quedé hundido en la profundidad de su sexo, sin moverme. Deleitándome con la calidez de su interior.-
- Muévete.- Intentaba moverse pero yo la tenía bien sujeta de la cintura.- Hugo, no me castigues así. Por favor. Lo necesito.
- ¿Qué necesitas?
- A ti. Te necesito a ti. Necesito que me folles, rápido, fuerte, duro... como desees. Pero hazlo.- Esas palabras cargadas de desesperación, de deseo, de necesidad... me volvieron loco. Salí de ella y volví a entrar con brusquedad, haciéndonos gemir de nuevo con intensidad.-
- Eso era lo que necesitaba, Dani. Oírtelo decir...- Comencé a bombear sin tregua, entraba y salía, entraba y salía una y otra vez. Fuerte, desesperado, excitado, brusco. Gemíamos sin parar y noté como su cuerpo se tensaba.- No Dani, espera. Aun no.
- No puedo, Hugo. No puedo esperar.
- ¡Aguanta, joder!.- Aceleré aun más, y comenzé a penetrarla con violencia.-
- ¡Hugo!
- Si, Dani. ¡Grita mi nombre!
- No.
- ¡Hazlo!
- No lo haré.
- Entonces no te correrás.- Fui disminuyendo la intensidad, haciendo que el orgasmo de los dos se evaporara, no dejó que parara.-
- ¡Sigue! ¡Hugo, Hugo, Hugooo!.- Volví a recuperar el ritmo, y nos volví a llevar a ese lugar, ese lugar escondido, ese lugar que solo nos pertenece a nosotros. Solo a los dos. A nadie más. Un orgasmo desbastador nos golpeó y nos dejamos ir gritando y gimiendo nuestros nombres. Sentir mi nombre en sus labios, con deseo... es lo mejor que me ha pasado en la puta vida. No quiero que nunca deje de hacerlo. Estamos sudorosos, me abrazo a su espalda y la abrazo la cintura. Nos incorporamos y nos miramos, sin decir nada nos vestimos. Cuando ya estamos mínimamente decentes, presiono el botón y el ascensor tras hacer un breve ruido, y un pequeño vaivén, comienza a bajar suavemente.-
- ¿Mejor?.- Miré a Dani que me miraba sonriente, sonrojada, algo sudorosa, pero radiante. Sonreí levemente en respuesta, acaricié su rostro húmedo y no pude imaginar un momento mejor, más íntimo y personal. Hasta que bajé la mirada hasta sus manos, y vi el anillo en su dedo. Tragué saliva y volvió la desolación de nuevo, la furia, la ira... ¿la decepción? Si. Sin duda, decepción por que querría que fuera mío, y no lo es. Por que esto es solo sexo, solo somos amantes. Ahora volverá a casa con su marido, quizás tenga sexo con él también, ese razonamiento me hace apretar la mandíbula por la furia. El ascensor se para y se abren las puertas. El camino en coche hasta su casa es en estricto silencio, pero lo agradezco. De hablar, seguramente le diría a Dani todo lo que siento. Todo lo que me pasa. Y por mi bien, es mejor que eso me lo guarde para mi.- Déjame en esta esquina.
- Como quieras.- Paré el coche y ella se quitó el cinturón de seguridad.-
- Gracias por traerme, Hugo.
- No tiene importancia.- Me siento muy incómodo, querría besarla, pero no puedo arriesgarme a que nos vean. Ni siquiera se que decir para despedirnos, joder, esto es absurdo. Tamborileo con los dedos en el volante, mirando al frente, con miedo de mirarla a ella y derrumbarme.-
- ¿Estás bien?
- Perfectamente.- Asintió.-
- Hasta mañana. Buenas noches.
- Buenas noches.- Y la vi alejarse camino a su casa, con su vaivén de caderas, excitante, enloquecededor, hechizante... apreté mis manos con fuerza alrededor del volante. Mis manos hormigueaban de nuevo, ardiendo en deseo de tocarla nuevamente. Dios, esto es una puta obsesión. No puedo seguir así. Esto no es sano. Arranco el coche y me desvío del camino a casa. Me planto en el BMB, aparco y entro directo a la barra. Me siento en un taburete y pido un bourbon que me bebo de un trago.-
- Otro.- El camarero vuelve a llenarlo, y yo vuelvo a bebérmelo de un trago.- ¿Sabe? Mejor deje la botella. Así no le molestaré.
- Claro, señor.- Y ahí estaba yo, bebiendo como si no hubiera un mañana, abandonado, decepcionado, solo. Así me siento, cuando termino de hacer el amor con Dani, y debo dejarla marchar. ¿Cuánto tiempo podré soportarlo? ¿acaso podría soportar no tenerla aunque fuera así? Joder, toda la vida huyendo de esto, de estos sentimientos de los que todos hablaban y de los que yo me burlaba... y aquí estoy, lamiéndome las heridas como un gatito débil e indefenso.-
- ¿Te la vas a beber entera?.- La voz a mi espalda, de Cristian, me calmó.-
- Puedo compartirla. Aunque serías el único privilegiado.- El se sentó en un taburete a mi lado y pidió un vaso. Habíamos discutido. Pero ahí estaba, ayudándome sin ni siquiera abrir la boca. El bourbon ya estaba haciendo su efecto.-
- No quiero meterme en tu vida. Solo me preocupo por ti.
- Me alegro de que te metas en mi vida.
- Eso no es lo que...
- Cris, estoy mal.
- Lo se. Se te nota.
- Me enamorado.- Hubo un silencio, mi amigo, siempre bromeando y haciendo el ganso, ahora se comportaba como una persona razonable.-
- Deduzco que no es recíproco.
- Deduces bien.
- ¿Por qué motivo si no, ibas a estar aquí con esa cara de funeral y bebiéndote tu solo una botella de bourbon?
- Capichi.
- ¿Quieres hablarlo? También podemos bebernos esta botella...
- Somos amantes.- Cris abrió los ojos como platos.-
- ¿Como amantes? ¿tiene novio?
- Peor. Marido.
- Joder... Aunque... es excitante. Una aventura prohibida.- Me recordó la canción de Romeo Santos, una propuesta indecente. Jodido Santos, esa canción se había convertido en el himno de mi jodida vida.-
- Puede.
- Pero tu... ¿estás seguro de lo que sientes?.- Lo miré a los ojos y contesté sin pestañear.-
- Para mi desgracia. Si. Cuando nos vemos a escondidas, cuando estamos juntos... Me siento enormemente feliz. El sexo es diferente, no es algo mecánico, no es algo trivial. Es...- Busqué las palabras adecuadas, que explicara lo que sentía.- Es como saltar en paracaídas, la adrenalina inundándome el cuerpo, la sensación de saltar, de libertad... pero luego...
Luego veo su puto anillo, o sin verlo, saber que no seré yo quien cuide de ella, que no seré yo quien la protega. Que no seré yo quien duerma y despierte a su lado... me atormenta.
- Yo nunca he saltado en paracaídas.
- Pues deberías.- Nos miramos, y nos echamos a reír como imbéciles.-
- No me vas a decir quien es, ¿verdad?
- Verdad.- Y volvimos a reír a carcajadas, mientras la gente que pasaba a nuestro alrededor se nos quedaba mirando con cara de pensar «menudos gilipollas».

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