Aquella mañana no fui a la oficina. Después de que Cristian se fuera enfadado, y con razón, me duché y me acosté en la cama. Caí rendido. Cuando me desperté eran más de las tres, me fui a la cocina y me preparé un bocadillo. Miré mi móvil y vi diez llamadas perdidas de Dani y dos de Carol. Decidí llamar a Carol, y dejar a Dani de lado. Necesitaba tiempo para pensar.-
- Hola, preciosa.
- Joder, Hugo. ¿Donde estás?
- En casa.
- ¿No has venido a la oficina?
- No.
- ¿Estás enfermo?
- No. Solo que... necesitaba descansar.
- ¿Qué tal estás con todo lo que está pasando?
- No se. Bien, supongo. Puede que vaya a la cárcel si no logro demostrar mi inocencia, pero bueno.
- Se solucionará, ya verás. Oye, ¿quieres ir al club? Hay una cena benéfica.
- No se.
- Venga, Hugo. Beberemos, Bailaremos... Así te olvidas de todo por un rato.
- Vale, igual me viene bien.
- Paso por tu casa a las ocho. Ponte guapo.- Sonreí cuando me colgó. Le mandé un mensaje a Cris. «Siento haber sido tan gilipollas.» Me contestó casi al instante. «Si que lo eres. Pero te perdono.»
«Voy al club con Carol. Vente.»
«Cena con ricos presentuosos. Mi plan favorito. Allí nos vemos.»
Me duché de nuevo, me afeité y me vestí con mi esmoquin. Me miré al espejo, el hombre serio, aburrido y controlador, había vuelto. Esta noche me divertiría, todo lo que uno puede divertirse en estos tipos de fiestas, que no es mucho. Me divertiría con mis amigos, bebería, charlaría y buscaría a la mujer más guapa de la fiesta, con un poco de suerte, esta noche no dormiría solo. No puedo estar esperando un milagro eternamente. Dani no va a dejar a su marido, y yo no puedo pasar toda ni vida siendo el amante secreto. Se acabó. Tengo que olvidarla. Tengo que seguir adelante. Carol vino un poco más tarde de las ocho, mujeres... Estaba preciosa con un vestido blanco, tipo ibicenco.-
- Uauh, estás...
- ¿Buenorra?.- Reí a carcajadas.- Tu estás muy sexi con ese maldito esmoquin. Eres una tortura china, Hugo Padilla.
- No es para tanto. ¿Nos vamos?.- No paré de reír en todo el camino, volví a sentirme en casa, en mi burbuja personal de paz y normalidad. En la puerta del club privado, no esperaban Cristian y Marina. Me sorprendió verlos juntos, desde que acabaran su relación, no los había visto si no por separado. Había estado tan ciego con Dani, que había dado de lado un poco a mis amigos. Ellos son como mi familia, junto a mi pequeña hermana Ali. Entramos los cuatro juntos, Carol de mi brazo y Marina del brazo de Cristian. Nada más entrar a la enorme terraza, pasaron camareros con bandejas, porteando champán a diestro y siniestro. Cogimos unas copas, y tranquilamente paseamos entre los reunidos. La cena fue estupenda, hacía mucho tiempo que no me había divertido tanto. Estaba feliz, estaba zen. Cuando las chicas se retiraron para ir al baño, aproveché. Llevaba toda la noche queriendo preguntarlo.-
- Oye, ¿habéis vuelto? Marina y tu...
- No exactamente.
- ¿Ah, no?
- No. Si. Mantén la mente abierta, Hugo.- Cristian me miró con cautela. Y lo comprendí al instante, aunque dejé que me lo contara él.- Tenemos relaciones, sexuales.
- ¿El sexo ya no es aburrido y escaso con ella?.- Sonrió al recordarle lo que él mismo me había confesado, antes de que su relación se acabara.-
- No. Ya no. Pero... no estamos solos.
- No me digas más. Carol.- Asintió con la cabeza. Yo me quedé en silencio.-
- Suéltalo ya, Hugo.
- ¿El qué?
- Que soy un pervertido, un capullo, un depravado...
- ¿Por qué, debería?
- Bueno, no se. Esperaba que te enfadaras, que gritaras...
- Cris, es raro. Muy raro. Aun así... sois mis amigos, mi familia. Si vosotros sois felices... pues ya está. Que viva el Ménage à trois .- Cristian me miraba curioso, divertido a la vez.-
- ¿Hablas en serio? ¿tú, Hugo Padilla?
- Pshh... yo me he estado tirando a una mujer casada. ¿Quien soy yo para dar lecciones de moral?.- Nos reímos a carcajadas, hasta que volvieron las chicas a la mesa, nos miraban divertidas, sin saber de que nos reíamos. Estábamos tomando el postre, unos deliciosos profiteroles de nata, realmente exquisitos, cuando miré a Cristian y lo ví boquiabierto. Miré en la dirección que él lo hacía y mi burbuja explotó. Dani vestía un vestido verde agua, corto y con pedrería, hacía brillar su morena piel, sonreía a la gente mientras hablaba con varios invitados, Sergio, con un traje italiano echo a medida, rodeaba su cintura y la besaba el pelo de vez en cuando. Apreté la mandíbula con fuerza, retorcí la servilleta de tela bordada y sin darme cuenta, Carol me la quitó de la mano discretamente. La miré y me sonrió dándome un beso en la mejilla.-
- Tranquilo bombón.- Me susurró.-
- Cristian lo sabe. Bueno, no que es ella. Que estoy tirándome a una casada.
- Relájate. Olvídate de todo por esta noche. Hay muchas mujeres guapas aquí, Hugo.
- Gracias.- No podía evitar mirarlos de vez en cuando, aunque cada vez que lo hacía y los veía haciéndose carantoñas mi cuerpo ardía, y no precisamente de deseo. Después de tomar unas copas y bailar con Carol y Marina unas cuantas piezas, apareció una rubia despampanante, era la compañera de piso de Marina, se llamaba Desiré, Marina nos la presentó y yo la acompañé a la barra.-
- ¿Qué quieres tomar?
- Un martini.
- Un martini y un bourbon.- Pedí al camarero.-
- ¿A qué te dedicas?
- Soy arquitecto. ¿Y tú?
- Publicidad.
- ¿Tienes novia?.- Miré hacia a donde estaba Dani, abrazada por su...-
- No.
- Yo tampoco. Soy un alma libre.- Dani también lo era hasta que se casó, pensé. Sin darme cuenta, de imprevisto, la rubia me metió la lengua hasta la campanilla. Casi no podía respirar cuando decidió soltarme y dejarme coger aire. Di una bocanada y la miré sorprendido.- Tengo que irme, nos veremos por aquí.
- Eh...- No esperó a que le contestara, simplemente se fue. Yo cogí mi bourbon y volví a la mesa con los chicos, con el ceño fruncido.- ¿Habéis visto...?
- ¿El morreo que le has dado a mi compañera de piso?
- Ha sido ella.
- Si, claro.- Marina me miraba como si viera un perro de tres cabezas, Cristian y Carol se partían el pecho.-
- Que os den. Ha sido ella. Joder, de verdad que ha sido ella.- Se estaban descojonando de mi, a si que me largué. Pasee durante un rato, hablé con algunos clientes, y viejos conocidos de la familia, y cuando pude escabullirme, fui escaleras abajo, hacia el enorme jardín. Me encendí un cigarrillo y le di una honda calada. Me sentí observado, los pelos de la nuca se me erizaron, pero no era miedo, era deseo.-
- ¿Qué haces aquí?.- No contestó y yo seguí de espaldas. Me moría por a rodearme , pero no lo hice, sería mi perdición.- Vuelve con tu marido. No deberías estar aquí.
- Me miras como si me desnudaras. Lo odio, y me encanta.
- Vete, Dani.
- No puedo. Eres un imán. Me atraes hacia a ti, sin que pueda hacer nada. ¿Qué me has echo, Hugo?
- No podemos seguir haciéndonos esto. No es bueno para ninguno.
- No lo sientes de verdad.
- No. Me gustaría arrancarte ese vestido y follarte aquí, a pocos pasos de tu marido. Pero no lo haré.
- ¿Por qué?
- Por que luego será con él con el que te irás.- Me dí la vuelta lentamente, la observé tan bella, tan preciosa y tremendamente sexi y a punto estuve de cargarla en mi hombro y llevármela por la fuerza. Andé despacio hasta ella, dí una última calada y tiré el cigarrillo al césped. Tuve que poner toda mi fuerza de voluntad en subir cada peldaño de nuevo, hasta llegar arriba. Allí un Sergio con cara de pocos amigos me miraba. Pasé por su lado sin mirarlo ni siquiera.-
- ¿Estás preparado para ir a la cárcel? Tengo entendido, que muy pronto estarás allí.- Volví en silencio sobre mis pasos y le di un puñetazo en la mandíbula. Luego en el estómago y otro más en la cara de gilipollas que tiene. Pronto la gente se agolpó para vernos y yo lo dejé allí, encorvado en el suelo. Dani había subido las escaleras, estaba en mitad de los dos, lo miró a él, me miró a mi, le aguanté la mirada todo cuanto pude. Hasta que finalmente ella se acercó a él y lo ayudó a levantarse. Negué con la cabeza y me marché. Fui directo hasta la barra y pedí otro bourbon, me lo bebí de un trago y fui hasta donde estaban mis amigos. Solo estaba Carol, pero pude ver a Cristian y a Marina bailando con los demás invitados.-
- Me voy.
- ¿Ya, tan pronto?
- Si, Carol. Despídeme de Cris y Marina.
- Pero Hugo...
- Nos vemos mañana.- Le dí un beso en la frente y me marché. Salí haciendo ruedas, estaba furioso. Muy furioso. Era lógico que ella se quedara con su marido. No lo dejaría, y yo no seguiría jugando a los amantes. Mi cabeza iba a toda máquina, pensando en todo, pero sobre todo en ella. ¿Como podría olvidarla? Eso sería un imposible. Es mi tentación, nunca podré escapar de ella. Un perrito desorientado cruzaba la carretera, lo vi a cierta distancia. Color canela, orejas grandes y peludas, llevaba un andar cansado, como si no tuviera ganas de vivir. Me dio pena, yo me sentía del mismo modo. Frené un poco para darle tiempo a pasar. Mierda. No frenaba, el coche no frenaba. ¡Su puta madre! Tuve que dar un volantazo para poder esquivar al pobre perrito y me fui a la cuneta, solo recuerdo el coche dar vueltas y vueltas, el ruido de los cristales haciéndose añicos. Nada más. Lo siguiente que recuerdo es estar en una ambulancia, y preguntar por canela. Nadie sabía nada de canela. Volví a dormirme sin saber que había sido del pobre perro.-
- Dios mío, esperemos que no tenga secuelas. Imagina que se quedara inválido; tendríamos que internarlo en algún sitio...
- ¡Cállate de una puta vez! ¿No te da vergüenza hablar así de tu hijo?
- Oye, Alicia. No te consiento...
- Y yo no voy a consentir que sigas hablando gilipolleces delante de mi hermano. Está insconciente, no muerto.
- Parad. Dejad de discutir.- Tiene cojones, que hasta en este momento, en el que estoy recién salido de un accidente de coche, en un hospital, tenga que estar separándolas para que no se mataran.-
- ¡Hugo!.- Mi hermana corrió los pasos que la separaban de mi, de la cama en la que estaba tumbado y me abrazó. Me hizo daño en el hombro, lo tenía vendado.- Lo siento. La emoción. ¿Como te encuentras?
- Bien. Me duele el hombro, y el cuello.
Pero tranquila, mamá, que me siento las piernas.
- Me alegro, hijo.- Vi que Ali miraba a nuestra madre con cara de pocos amigos. Le apreté la mano.- Voy a tomar algo, para pasar el disgusto.
- Que poca ver...
- Ali, ve con mamá a comer algo.
- Ni hablar. Antes prefiero que me quemen viva.
- No se que hacer contigo. Eres... eres...- Mi madre salió de la habitación refunfuñando y yo miré a Ali.-
- Ali, cariño. Intenta evitar estos enfrentamientos.
- No la soporto, Hugo. Es... no siente ni padece.
- Lo se, es así. Siempre lo ha sido. Nos quiere, a su manera.
- Eso es discutible.
- ¿Qué hora es?
- Las nueve y media.
- Mierda, tengo que ir a la oficina.
- No, no... ni hablar.- Intenté incorporarme pero no me dejó.-
- Ali, estoy perfectamente.
- El médico vendrá a darte el alta más tarde, luego te llevaré a casa a descansar.
- Pero...
- Déjame cuidarte. Me has dado un susto de muerte. Te necesito a mi lado para no volverme majara con la loca de tu madre.- Sonreí.-
- Y la tuya.
- Por desgracia...
- ¿Dónde están mis cosas?
- Tu cartera, aquí. La enfermera nos la dió a mamá y a mi.
- ¿Y mi móvil?
- No lo se. No nos han dado nada más.
- Perfecto. Joder. Tengo que avisarle a Cris de que no iré a trabajar.
- Tranquilo, yo lo llamaré. Y saldré a comprarte un móvil nuevo, si te portas bien y eres un buen enfermo.
- Te lo prometo.- Sonreí a mi hermana pequeña con orgullo. Menos mal que no ha salido a nuestra querida madre. Mi madre se marchó al poco de volver de la cafetería, Ali se quedó conmigo, el doctor vino a verme sobre las doce, me dijo que no tenía nada roto, que solo tenía una dislocación en el hombro. Tras firmar los papeles del alta, mi hermana y yo cogimos un taxi para ir a mi casa.-
- Joder... ¿y mi coche, como está?.- Alicia me miró con el cejó fruncido.-
- Que le den al coche, Hugo. Lo único que importa eres tu. En todo caso, la grúa se lo llevó.
- Vaya.
- Tienes dinero suficiente, cómprate uno nuevo.
- Me gustaba ese.
- Pues que sea el mismo modelo.
- Pero no es lo mismo.- Alicia resopló y se echó a un lado su melena rubia, en un gesto desesperado. Vi al taxista mirar por el retrovisor y me fijé en mi hermana. Ali ya no era mi pequeña. Ahora era una mujer, su piel clara y sus ojos azules iguales que los míos, brillaban de manera especial. Su cuerpo antes menudo, se había trasformado. Ahora se veía exultante, sus curvas redondeadas, su manera coqueta de vestir, más sexi y menos infantil... sentí añoranza. Lo único bueno que tenía en la vida, estaba a punto de escapárseme entre los dedos, como Dani. Pronto iría a la universidad, allí quizás conocería a un capitán de fútbol, se enamoraría perdídamente y cuando menos lo esperara, estaría casada y tendría hijos.-
- ¿Qué miras?.- Me devolvió a la realidad.-
- Nada. Estás... muy guapa.- Ella sonrió con cariño.-
- Tu estás horrible. Y necesitas una ducha, urgentemente.- Y para darle más énfasis, arrugó la nariz, yo me reí y me pareció ver al taxista asentir discretamente. Cuando llegamos, Ali quiso lavarme. Me negué en rotundo, y amenacé con echarla de mi casa, a lo que ella no tuvo más remedio que aguantarse, no sin refunfuñar, claro está.-
- Ya ves tu... como si fuera algo único, todas son iguales. No me importa verte la pichurra. No me voy a asustar.- La miré con la cara ladeada, preguntándome en silencio cuantas... "pichurras" habría visto mi hermana pequeña.- ¿Qué? ¿te ha comido la lengua el gato?
- ¿Acaso has visto muchas?
- Unas pocas.- La furia invadió mi cuerpo y apreté los puños en los costados.-
- ¡Alicia!
- ¡¿Qué?!
- ¡¿No habrás...!?.- Dejé la pregunta en el aire, por que no sabía realmente como decirlo. Dios, no podía imaginar a mi pequeña en ese plan, en una cama, con un chico, haciendo... ¡no! No, joder. Eso es imposible.-
- Hugo, relájate. ¿Qué pasa?
- ¿Como que qué pasa? Has dicho... has dicho... ¡eso!
- ¿Lo de que no importa verte la pichurra?
- ¿Acaso es que has visto muchas?.- Dije totalmente irritado y enfadado. Ella apretó sus labios regordetes y brillantes por el gloss y empezó a reírse sin parar, a carcajada limpia. Ahora no parecía una señorita, y yo estaba aun más enfadado.- ¿Te hace mucha gracia?.- Ella no me contestó, vino hacia a mi y me abrazó con cuidado de no hacerme daño. Un poco si que se me pasó el enfado.-
- Hugo, no tienes que preocuparte. Aun soy virgen.
- Aaaah....ahhhhh....- Yo me tapé los oídos con las dos manos, cada una a un lado.- Cartucho, cartucho que no te escucho...- Ella volvió a reír muy fuerte y muy alto, y yo me contagié de su preciosa risa.-
- Vete a darte una ducha. Iré a comprarte un iphone nuevo mientras tanto, para dejarte intimidad a ti y a tu pichurra.- Se fue riéndose y moviendo su cabeza de manera graciosa. Suspiré cuando cerró la puerta de la casa, y me dirigí al cuarto de baño. La tarea resultó bastantante difícil, pero no lo reconocería ni aunque mi vida dependiera de ello. Tras la ducha y ponerme un simple pantalón de pijama negro, salí hacia a el salón y observé a mi hermana mientras hablaba con alguien por teléfono y trasteaba otro móvil mientras tanto.-
- Si. Nos ha dado un susto de muerte. No, no. Está bien. Bueno, físicamente al menos.
Ajá. Claro. Vale, nos vemos luego.
- ¿Con quien hablas?.- Se rebotó en el sofá del susto.-
- Joder... que susto me has dado. Con Cristian. Te he configurado el móvil, he importado tus contactos con la copia de seguridad del ordenador, y te he descargado las aplicaciones más importantes, whatsaap, facebook, correo...
- Gracias. Por cierto, mi ordenador tiene clave.
- Si, la fecha en la que abriste la empresa. Eres demasiado predecible.
- ¿Vas a estar todo el día así? ¿riéndote de mi?
- No. ¿Que tal la ducha? ¿has podido solo?
- Por supuesto.- Mi hermana asintió y se quedó pensativa, yo me senté en el sofá a su lado.-
- ¿Qué pasa?
- Nada.
- Venga, Ali. Te conozco mejor que nadie, ¿qué te preocupa?
- He sido idiota. Me he comportado como una niña tonta. Hace un par de meses conocí a un chico por internet...
- ¿Por internet? Ali...
- Lo se, Hugo. Pero mamá no me deja salir, es la única manera que tengo de estar en contacto con mis amigos.
- Vale, ¿qué pasó?
- Hablamos a todas horas, íbamos a quedar para conocernos. Pero... se ha dado de baja la cuenta, no se nada de él, no hemos vuelto hablar.
- Pues mira, mejor. Ya sabes lo que pienso de internet, hay mucho depravado suelto. Debes ser cuidadosa.- Mi hermana sollozó y comenzó a llorar. Yo sin saber muy bien que hacer, la abracé con el brazo bueno y le pegué la cara a mi pecho, consolándola. Le besé la coronilla repetidamente hasta que se calmó.-
- Ha sido la primera vez que me sentido...- Parecía avergonzada.- Mujer.
- Ali, te encontrarás en la misma situación varias veces. El amor es así.
- ¿Te has enamorado alguna vez?.- Yo tragué saliva ruidosamente. Ella me miró y me pareció que ella podía ver a través de mis ojos. Me sentí expuesto. Vulnerable.-
- Si.
- ¿Cuántas veces?
- Una.
- ¿De quien?
- Haces muchas preguntas, enana.
- Me lo imagino de todos modos...
- Ah, ¿si?
- Si. Nunca entenderé que se casara con ese... hombre.- Mi hermana era lista. Yo me acordé de Dani, tan guapa la noche anterior... cuando vino al jardín, la rechacé. La única vez, que la he rechazado.- ¿Aun estás enamorado?
- ¿Qué importa? Ya está con otro...
- A mi me importa. Todo lo que tenga que ver contigo, en realidad.- Yo carraspee y me froté las manos.-
- Si.
- ¿ Y como puedes verla cada día en la oficina?.- Yo le dediqué a mi hermana una mirada entrañable. Primero frunció el ceño, luego abrió mucho los ojos y después también la boca.- ¡No! ¿os véis en secreto? ¿habéis...? Bueno, ya sabes.
- Si.
- ¿Si a todo?
- Si, a todo.
- Madre mía, si se entera su marido te matará.
- Es poco probable.
- Joder, si se entera mamá le dará un infarto.
- No pasará.
- Eso no lo sabes.
- Hemos sido discretos. No tiene porque suceder.
- ¿Desde cuando?
- No mucho.
- ¿Va a dejar a su marido por ti?.- Mi hermana me miraba sonriente, contenta con que sucediera tal cosa.-
- No. No lo creo.- Se le cambió la cara, me miró con tristeza y comprensión. Me acarició la barba con su pequeña y diminuta mano.-
- ¿Estás sufriendo, verdad?.- Asentí, aguantando el maldito nudo que me apretaba la garganta.- Lo siento, Hugo.
- No importa.- Me aclaré la voz.-
- ¿Os seguís viendo?
- Anoche... la rechacé.
- ¿Por qué?
- Por que... ¡Joder! Me mata saber que después volverá con él, y no conmigo.- Ali no dijo nada más, me abrazó y así estuvimos durante largo rato, luego ella preparó unos filetes con patatas y comimos en silencio. Vimos películas en el sofá y hacia las seis se marchó, me prometió llamarme a otro día para saber como estaba. La casa se me vino encima, no por mucho tiempo, al poco rato vino Cris muy preocupado por mi.-
- ¿Por qué diablos no me llamastes?
- Estaba inconsciente.
- ¿Y después?
- Perdí el móvil, Ali me ha comprado uno nuevo.
- Joder, Hugo. ¿Cómo te encuentras?
- Bien, no es nada.
- No te preocupes por nada, yo me encargaré de todo.
- Mañana iré a la oficina.
- Pero...
- Estoy perfectamente.
- No voy a discutir contigo.
- Eso sí que es una novedad.- Tras beber unas cervezas, yo sin alcohol por los calmantes, se marchó. No había echo más que sentarme, y mirar por encima un poco el correo, cuando llamaron a la puerta.-
- ¿Qué se te ha olvidado ahora?.- dije mientras abría la puerta con una sonrisa. Una sonrisa que se me borró de inmediato, al ver la cara desencajada de mi visitante. Llevaba un blusón color crema y unos vaqueros rotos, con manoletinas y un moño medio desecho. Iba sin maquillaje, pero su rostro era incluso hasta más hermoso sin nada que lo cubriera.- ¿Qué haces aquí, Daniela?
- Yo...yo...
- ¿Tú qué?.- se abalanzó sobre mi y me abrazó con fuerza, mientras sollozaba. Yo estaba inmóvil, paralizado por su muestra de cariño y preocupación. ¿Será que yo también le importo? Andé hacia atrás con ella aferrada a mi cintura, y cerré la puerta con el pié. Le devolví el abrazo con el único brazo que podía y le acaricié la nuca y la espalda con las yemas de los dedos.-
- Si te hubiera... si yo... Hugo.
- Chss... estoy bien. No me ha pasado nada. Estoy perfectamente.- Ella estuvo llorando sobre mi pecho bastante rato, hasta que yo la obligué a apartarse.- ¿Quieres sentarte?.- asintió y se sentó en el sofá, yo me senté al lado, pero guardando una pequeña distancia de seguridad.- ¿Quieres tomar algo?.- negó con la cabeza.- ¿Como te has enterado...?
- ¿Y qué importa eso?.- Ali. Sin duda mi hermanita era única.- ¿Necesitas algo?
- No.
- ¿Has cenado?
- No, aun...
- Te prepararé la cena.- se levantó del sofá y yo la agarré de la muñeca, para pararla.-
- No es necesario.
- Pero...
- No.
- Deja, déjame cuidarte. Por favor.- su mirada triste y empañada, me hizo soltarle la muñeca con un bufido. Durante un largo rato, estuvo moviéndose de aquí para allá en mi cocina, yo sentía el ruido de cacharros y agua hervir a mi espalda, pero no me volví ni una sola vez. Estaba... no sabría decir, entre sorprendido, encantado y fastidiado a partes iguales.- Espero que te guste la pasta.
- Me gusta.
- Bien. ¿Quieres comer aquí? Estarás más cómodo.
- No, en la cocina está bien.- Fuimos hasta la cocina, me sirvió un plato humeante de espagueti carbonara, me sirvió agua en un vaso y se quedó mirándome.- Cena conmigo. Ya es bastante incómodo, por favor.- asintió y se sirvió un plato, y agua.-
Hay vino, y cerveza.
- Así está perfecto, gracias.- Comimos en silencio, mirándonos el uno al otro de reojo, de vez en cuando. Terminé con mi plato, me limpié con la servilleta y miré el reloj de mi muñeca. Eran más de las diez. ¿A donde le habría dicho a su marido que estaba en este momento?.-
- Estaba delicioso, Daniela. Muchas gracias.- Sonrió agradecida y se dispuso a recoger la mesa, mientras yo me tomaba los calmantes. Se puso a fregar los platos.- Oye, no es necesario. No...
- No me importa. Por favor siéntate y descansa.- Yo me fui al salón, me senté de nuevo en el sofá y fruncí el ceño. Parecía como si sintiera culpable, como si... hubiera sido culpa suya. Cuando volvió me miró a los ojos.-
- ¿Quieres que te lleve a la cama?
- ¿Cómo?.- no creo que fuera lo que yo me había imaginado. Aunque... ojalá.-
- Perdón. Qué si quieres que te ayude a acostar.
- No. No quiero acostarme. Y mucho menos que me acuestes tu.- Ella agachó la cabeza avergonzada.- ¿Qué está pasando, Daniela?
- Nada.
- ¿Estás haciendo esto por que te sientes culpable?
- Si, pero no sólo por eso. Yo te...te... te aprecio mucho.- Por un momento, pensé que iba a decirme que me quería. Yo le habría dicho que yo mucho más, la habría abrazado y besado, locamente y habríamos estado toda la noche haciendo el amor. Pero los sueños, sueños son.-
- No deberías estar aquí. Es tarde y tu marido estará preocupado.
- Quería saber que estabas bien, quería cuidar de ti.
- ¿Y por qué querrías hacer eso?
- Por que... eres mi jefe y mi amigo.
- Y follamos de vez en cuando, si. No tendrías que preocuparte por un simple amante.
- Hugo.
- ¿Te molesta que te diga la verdad?
- No es verdad. Sabes que...
- Yo no se nada.
- Hugo, no seas así.- Me acarició el pelo y una corriente eléctrica me invadió. Cerré los ojos y respiré hondo, intentando calmarme.-
- No lo hagas, por favor.
- ¿El qué, Hugo?
- No me acaricies. No puedo soportarlo. Cuando me tocas... necesito hacerte mía.
- Haz lo que tengas que hacer. Nada me gustaría más.- Su voz ronca y sensual me excitó sobremanera. La deseaba, la desearía siempre.-
- No quiero hacerlo.
- ¿Por qué?
- Por que luego te irás. Y volveré a quedarme vacío.
- Sabes que no puedo.
- Lo se. Y no te lo recrimino, pero yo tampoco puedo hacerlo.- Asintió decepcionada. Se inclinó y me besó en la mejilla, y se fue. Yo no pude pegar ojo en toda la noche. No paraba de dar vueltas en la cama, una y otra vez. He echo lo correcto, se que he echo lo correcto. Pero, ¿entonces por qué me siento tan mal? ¿por qué me duele el pecho? Tengo que dejarle claro que todo ha cambiado, que yo quiero algo más que sexo, si es que no le ha quedado claro aun. Se que la perderé para siempre, por que lo elegirá a él, pero es lo correcto. Es mejor así. Volví a darme la vuelta en la cama, hundí la mano bajo la almohada, y saqué su pañuelo turquesa. Cerré los ojos y me lo llevé a la nariz, y lo olí profundamente... Su aroma a vainilla, aunque débil, aun se podía oler.
¿Qué haría, cuando le dijera que la amaba y que me niego a seguir compartiéndola? Tendría que elegir, y no será a mi. Pero al menos seré sincero con ella y conmigo mismo. Tendremos que dejar de vernos a escondidas, por que no lo soporto, no puedo seguir compartiéndola, ni siquiera con su marido. Empecé a fantasear con que me elegía a mi, que le pedía el divorcio a Sergio y que se mudaría aquí conmigo. Viviríamos juntos, dormiríamos juntos en esta misma cama, haríamos el amor hasta entrada la madrugada, me despertaría respirando su aroma a vainilla y... el timbre sonó y retumbó haciéndome dar un brinco de la cama. Miré el despertador en mi mesita, marcaba las once y media. ¿Quién sería a estas horas? ¿Dani? El corazón me empezó a latir desbocado, y ansié que fuera ella, arrepentida, y volviera para quedarse, para no marcharse jamás. Corrí el pasillo hacia adelante a toda velocidad, frené en seco al llegar a la puerta y abrí con un suspiro. Pero no era Dani. Era Gonzalo, mi vecino de arriba. Tendría unos sesenta años, más o menos, vivía solo con su perro. Iba en chándal y llevaba el perro blanco y negro con su correa. Me miró de arriba abajo y ladeó la cara.-
- Buenas noches, espero no a verte despertado.
- No, no. Tranquilo, no pasa nada. ¿Ocurre algo, Gonzalo?
- Verás, estaba dando mi paseo nocturno con pecas, cuando he visto un hombre bajarse de un coche negro, y intentando entrar por la ventana. Me ha dado mala espina, le he gritado y a huido, pero creí que debía avisarte cuanto antes, aunque fuera tarde.
- Claro, claro...- ¿Intentaba robarme? ¿un hombre? ¿coche negro? Carraspee y me aclaré la garganta.- ¿Sabe que coche era?
- No estoy seguro, pero creo que era un audi. De lujo, parecía caro.
- ¿Ha podido ver la matrícula?
- Lo siento.- Negó con la cabeza.-
- ¿Le ha visto la cara?
- Si. Era moreno y tenía aspecto de hombre duro, de maleante, ya sabe. No me a gustado. No creo que fuera un simple ladrón.
- Si se acordara de algún detalle, por insignificante que parezca, por favor hágamelo saber.
- Por supuesto, se lo diré. Buenas noches.
- Buenas noches, y gracias.- El hombre me hizo un gesto con la mano, diciéndome que no tenía importancia. Cerré la puerta y me quedé apoyado en ella, la cabeza me iba a mil por hora. ¿Querían robarme? ¿sería algún paparachi intentanto obtener una foto? Es un poco absurdo, pero no se que pensar. Estaba inquieto, fui hacia la cocina y me cogí una botellita de agua, quise que fuera bourbon, aun así bebí. Mi móvil vibró sobre la encimera, miré la pantalla y arquee una ceja.-
- ¿Si?
- ¿Estás bien?
- Si.
- ¿Seguro?
- Que si, oye ¿no es un poco tarde?
- Te he visto en linea en el whatsapp, sabía que estabas despierto. ¿Va todo bien?
- Todo lo bien que puede ir cuando intentan asaltar tu casa...
- ¿Cómo?
- Al parecer, han intentado entrar por la ventana. Un vecino acaba de venir a decírmelo.
- Pero, ¿cómo, cuando?
- Ali, tranquila. No tengo ni idea. Yo no he visto ni oído nada, pero el vecino dice que estaba intentando entrar, que de que el le ha gritado ha salido huyendo.
- ¿Y a podido verle la cara?
- Si, eso dice. También dice que iba en un coche negro, uno de gama alta.
- ¿Ha visto la matrícula?
- No, por desgracia no. Mañana iré a comisaría, y pondré la denuncia. Aunque no han entrado, es mejor que conste por si volvieran a intentar entrar.
- Tu maldita cabezonería, tuviste que comprarte ese bajo...
- Me gusta mi bajo...
- Pues a mi no.
- Pues lo siento.
- Si te llega a pasar algo...
- No ha pasado nada.
- Oye, Hugo. Es muy raro. ¿Un ladrón con un coche de gama alta?.- Mi hermana es muy lista, llegará lejos. Sonreí.-
- Si, eso he pensado yo. No te preocupes, pequeña.
- Te llamaré mañana. Buenas noches, Hugo.
- Buenas noches, enana. Te quiero.
- Yo mucho más.- Sonreí y dejé el móvil cargando en la encimera. Tras asegurarme de que la puerta y las ventanas, estuvieran bien cerradas, me fui al dormitorio. No pegué ojo en toda la noche, pensando en todo lo malo que me estaba pasando últimamente. Que me acusen de estafa y chantaje, joder, mi vida es una jodida montaña rusa... Y en lo único que no puedo dejar de pensar, es en ella. En Daniela. Ni siquiera el hecho de poder entrar en la cárcel por algo que no he hecho, es capaz de hacerme olvidarla...
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TENTACIÓN SIN LÍMITE
RastgeleUn hombre políticamente correcto, una mujer alocada, una tentación sin límite. Hugo conoce a su secretaria, una joven hermosa que lo vuelve loco desde ese mismo momento. Él no cree en el amor, hasta que la ve a ella. Ella, una motera alocada y dive...