El sonido del timbre me despertó y gruñí tapándome los ojos con el antebrazo. Me levanté y fuí hacia la puerta colocándome bien el cabestrillo. Abrí la puerta y me encontré a mi amigo con una bandeja de la pastelería de la esquina, tenía toda la pinta de ser donuts... Creo que llegué a saborearlos, se me pasó el sueño de inmediato.-
- Buenos días, capullo.
- Buenos días, pasa.- Entró dentro y yo lo seguí ansioso.- ¿Eso son donuts?
- Sip. ¿Tienes café?
- Si, en el armario de arriba.- Soltó los donuts en la encimera y se fue a preparar café. Yo rompí el papel de la bandeja con una mano y cogí uno y me lo llevé con ansia a la boca, gruñí y gemí de placer. Estaba realmente delicioso. Cristian empezó a carcajearse.-
- Joder, tío... ¿te has corrido?
- No, pero poco ha faltado.- Sonreí y él me puso delante un vaso con café solo, sin azúcar, como a mi me gusta. Él se sirvió un capuchino con doble de azúcar, así de diferentes éramos...-
- ¿Como estás?
- Bien. No me duele el hombro, pero es incómodo el cabestrillo.
- Es mejor que lo lleves hasta que te vea el médico. ¿Cuando tienes que ir?
- El lunes, creo. ¿Qué tal en la oficina?
- Bien. Como siempre. Ya sabes que no tienes que ir si no quieres, yo puedo ocuparme de todo.
- Lo se. Y te lo agradezco. Pero no puedo quedarme aquí encerrado, me ahogaría. Además, tengo que ir a comisaria.- Cristian levantó la mirada de su capuchino y me miró con el ceño fruncido.-
- ¿A comisaría a qué?
- Por lo visto ayer querían entrar a robarme.
- ¿Cómo?
- Mi vecino de arriba vino anoche a decirme que había visto a un hombre intentando entrar por la ventana.
- No jodas.
- Ya quisiera yo...
- ¿Pero... querían robarte?
- No lo se.- Me encogí de hombros.- Es algo... raro. El vecino creyó que sí, pero dijo que lo había visto huir en un coche negro, un audi de gama alta. ¿Qué ladrón tiene un coche de gama alta?
- Si que es raro, si... ¿Vió quien era?
- No lo conocía, pero dice que lo reconocería si lo viera.
- Es mejor que pongas la denuncia, si.- Asentí y cogí otro donuts.- Tengo que decirte algo.
- Dime.
- Es... bueno, y malo a la vez.
- ¿Qué pasa?.- Empecé a impacientarme y él se aclaró la garganta.-
- Ten en cuenta, que aun no se de que se trata, y que no estoy seguro de que...
- Cris.
- Tu padre. He encontrado algo.
- ¿Algo? ¿el qué?
- En 1986 empezó a hacer transferencias bancarias muy elevadas, las hacía pasar por una empresa, pero en realidad terminaba en manos de una cuenta personal. La cuenta se cerró en el 2000 y me costará averiguar de quien se trata, pero si tu quieres, solo si tu quieres investigaré hasta dar con la persona beneficiada.- Yo me quedé paralizado, sin pestañear. ¿Para quién o para qué sería el dinero? ¿y por qué lo ocultó?.- Hugo, si tu no quieres yo haré como si nada...
- No, sigue. Sigue. Busca quien. Y cuanto, todo. Quiero saberlo todo.
- ¿Aun sabiendo que puede que cambie la opinión que tenías de tu padre?.- Lo miré atento y apreté los labios.-
- Si. Aun así.
- Bien. Lo haré. También estoy investigando sobre como ha podido el alemán averiguar tantos datos y concretos de la empresa, por desgracia sobre eso no tengo nada claro.
- Gracias. Por todo lo que haces por mi.
- Incluso por los donuts, que como sigas así ni los pruebo.- Sonrío y le paso la bandeja con los dos donuts que quedan.-
- Incluso por los donuts. Eres un amigo, un amigo de los que no quedan.- Dicho eso me levanté y me fui a duchar y vestirme como pude, la verdad era un poco incómodo, pero al final pude hacerlo. Salí refunfuñando y Cris seguía sentado donde lo dejé, ensimismado, abstraído en sus pensamientos.-
- ¿Todo bien?
- Si, venga. Te acompaño a comisaría.- En la comisaría no es que me hicieran mucho caso, pero al menos la denuncia quedó archivada, en caso de que ocurriera algo, ya sabrían a que atenerse. Cris condujo en silencio, y yo me sentí un poco inútil de no poder conducir. El del taller dijo que me llamaría, ojalá pueda arreglarse, no es que no tenga dinero para otro, es que tiene mucho significado para mi. Mi padre me lo regaló en mi cumpleaños, como a mi hermano Daniel, y seguramente a Alicia, si no hubiera muerto. Suspiré, pensando en que sería lo que mi padre escondía. ¿Corrupción? ¿chantaje? ¿malversación? Negué con la cabeza y apreté la mandíbula, hasta casi hacerme daño. Cris me miró de reojo.-
- ¿Estás bien?
- Estoy dándole vueltas a lo de mi padre.
- Si cambias de opinión... Házmelo saber.
- No. Necesito saberlo. Si mi padre era un corrupto, tengo derecho a saberlo.
- Buff...- Cris resopló.- Yo no creo que tu padre... Me cuesta creerlo. Quizás estamos equivocados. Quizás...
- Habrá que averiguarlo de todos modos, eso si, que quede entre nosotros.- Él me miró muy serio mientras terminaba de aparcar el coche en el parking de la oficina, y nos bajábamos del auto.-
- Hugo, me ofendes. Soy tu amigo, jamás divulgaría algo así. Sabes que aprecio a tu familia, y que la siento como mía.
- Perdona, perdona, Cris. No me refería a eso, no me explicado bien. Me refiero a la familia. A mi madre. A Daniel y mucho menos a Ali.
- No pensaba hacerlo, Hugo. Relájate.
- Tienes razón.- Dije presionando el botón del ascensor.- Estoy demasiado tenso.
- Es normal, con todo lo que está pasando a tu alrededor. Si me necesitas llámame, iré a tu despacho de inmediato. No tengo reuniones fuera, y no estoy agobiado de trabajo. Dani me está ayudando. Le pedí ayuda para poder investigar.
- ¿Le contaste algo?
- Claro que no. Joder, Hugo. Deberías irte a casa. No estás bien.
- No, no. Estoy perfectamente. Perdona. Necesito un bourbon.
- Son las diez de la mañana. Y estás tomando calmantes.
- No me los he tomado.
- ¡Joder, Hugo!
- No me dolía, ¿qué sentido tenía tomarlos?
- Mira, haz lo que te de la gana. Eres insufrible.- Yo le sonreí al tiempo que las puertas se abrían. Nos despedimos y él se fue a su despacho, y yo al mío. Sentí ruido en el despacho de al lado, el de Dani. El corazón me bombeó con fuerza y senti un cosquilleo recorrerme la columna. Entré y cerré la puerta tras de mi. Había refrescado, me había puesto una americana azul, una camisa blanca y unos pantalones de vestir negros, odiaba los trajes. Me di la vuelta para quitarme la americana y colgarla en la percha, pero se me enganchó en ella y la tiré al suelo en un estruendo, tirando a su vez un montón de carpetas y archivadores.-
- ¡Me cago en mi estampa! ¡Joder!.- La puerta de mi despacho se abrió tras un leve sonido de nudillos.-
- ¿Hugo?.- Mierda. Mil veces mierda. Era Dani, llevaba los pitillo negros que tanto me gustaban, y una camiseta negra de tirantes. Bajé la vista hasta sus zapatos de tacón. ¿Como puede trabajar todo el día montada en eso? Mi imaginación voló y la vi en mi mente desnuda, rodeándome la cadera con sus largas piernas, solo con esos zapatos...- ¿Estás bien?
- Si.
- Oh, vaya. Espera, deja que te ayude.
- No hace falta.
- Hugo, por favor.- Suspiré fuertemente y me levanté, dejándola a ella recoger los informes, no debí dejarla, o quizás no debí mirarla mientras lo hacía. Se puso en el suelo de rodillas, recogiendo los papeles que habían desperdigados por mi despacho. La tela del vaquero se ciñó a su magnífico culo respingón, y yo tragué saliva. Mi bragueta se sacudió en protesta. Ay, la ostia... Estoy sudando, me sudan las manos y siento como el cuerpo me arde, las manos me hormiguean... Solo tendría que alargar un poco la mano, solo un poco. Entonces ella me miró mientras se levantaba, vi que tenía una ceja arqueada.-
- ¿Qué?
- ¿Me estabas mirando el culo?
- No.
- ¿No?
- Por supuesto que no.- Ella entrecerró los ojos. Y me miró con la cara ladeada.-
- ¿Como estás?
- Bien. Esto es un coñazo. No me duele, no se por que tengo que llevar esto.- Ella sonrió.-
- Menudo enfermo, estás hecho... Anda, deja que te ayude a quitarte la chaqueta antes de que pongas el despacho patas arriba.- Sus manos ascendieron por mis hombros, y con una lentitud enervante me fue deslizando la chaqueta. Su olor, sus ojos, sus labios pintados de rojo, su sonrisa... Me estaba martirizando, joder. Mientras colgaba la chaqueta en la percha bajó la mirada hasta mis pantalones. Yo miré en la misma dirección, y maldije en voz baja. Mi miembro saluda en firmes y cuando volví a mirarla, estaba aguantándose la risa.- ¿Te alegras de verme?
- ¿Y quién dice que es por ti?.- Su cara cambió e hizo una mueca de dolor, me arrepentí de inmediato. ¿Quién iba a ser si no?.-
- Lo siento. No me hagas caso, estoy... estresado.
- No pasa nada. No he debido bromear. Hoy no tienes reuniones. Pero si quieres te traigo la agenda.- Se fue hasta la puerta, la había herido.-
- No, no es necesario. Espera, Daniela.
- ¿Si?.- Se volvió y me miró con sus enormes ojos verdes, y me vi reflejados en ellos. Iba a caer de nuevo en la tentación, me tenía totalmente embrujado, hechizado... Pero recordé como me sentía cuando se iba.-
- ¿Podrías... traerme un café?.- Me miró y frunció el cejó un instante, luego cuadró los hombros de manera profesional, irguió la barbilla y me miró entre asqueada y decepcionada.-
- Por supuesto. Enseguida.- Respiré aliviado cuando se marchó. No se que me había dolido más, si ver el dolor en su mirada, o ver después su mirada asqueada. Me odiaba a mi mismo por lo que nos estaba haciendo, pero era mejor para los dos. No puedo compartirla más. No quiero tenerla a ratos. No quiero sexo con ella si después se marchará. Es mejor así, no puedo conformarme con menos. No puedo. Me llevé la mano a la frente, me froté la barba creciente con la mano buena y bufé como si de un toro se tratara. Mi nuevo iPhone vibró y yo lo cogí y vi un whatsapp de mi hermana. Era una foto, esperé que se descargara y en cuanto la vi me dio la risa. Estaba carcajeándome como un niño chico cuando Daniela entró, café en mano. Me miró con las cejas arqueadas.-
- Eres bipolar...- Susurró cuando me dejó la taza en la mesa.-
- Perdona. Es mi hermana.
- No tienes por que darme explicaciones.
- Lo se.
- ¿Qué tal está?
- Bien. Poniéndome rejas en toda la casa. Maldita la hora en la que le di una copia de la llave...
- ¿Rejas? ¿Por qué?
- Anoche... ejem, ejem. Intentaron asaltarme.
- ¿Cómo?
- Después de que te fueras, vino un vecino y me dijo que había visto a un hombre intentando entrar por la ventana. Se lo conté y está preocupada.- Me quedé mirándola, parecía que no me hubiera estado escuchando. Se quedó inmóvil, ensimismada. De repente, como si se acordara de algo, empezó a temblar y se puso pálida.- Daniela. Daniela, ¿te encuentras bien? Oye...
- Perdona. Tengo que irme. Estaré en mi despacho.- No me dio tiempo a decir nada más, salió de mi despacho como una bala y se encerró en el suyo. Yo me encogí de hombros y no volví a verla en toda la mañana. Salí a comer con Cristian, Marina y Carol, si bien, delante de mi se abstenían de comentarios, ese trío era como poco curioso. Intenté imaginar como sería en la intimidad, pero enseguida me obligué a borrar esos pensamientos. Es mejor no saber, no pensar ni preguntar. Son mis amigos, si quieren acostarse los tres juntos, ¿quién soy yo para impedirlo? Son mayores de edad, son adultos que hagan lo que quieran. Lo único que me preocupaba era el momento de que acabara su... "relación". Uno de los tres sufriría, o incluso los tres. No quiero perderlos por nada del mundo, a ninguno. Me sirvió para olvidarme de todo por un rato, lo pasé realmente bien con ellos, bebimos, comimos, reímos y llegamos tremendamente tarde. Cuando iba a entrar en mi despacho, vi por una rendija de la puerta entreabierta a Dani. Parecía agobiada, cansada. Miré el reloj, eran las ocho y media y ya no había nadie en la oficina. Toqué con los nudillos y asomé la cabeza.-
- Dani, puedes irte ya si quieres. Estás cansada.
- No, no estoy bien. Tengo mucho trabajo aun.
- Siento mucho... A ver sido tan gilipollas.
- Bueno, un poco gilipollas si que has sido...- Sonreí. Pasé dentro y me senté frente a ella en una de sus sillas. Soltó el bolígrafo y me miró. Sus ojos ardientes me miraban llenos de deseo y frustración. Tragué saliva y me armé de valor.-
- Sabes que lo hago por los dos, ¿verdad?.- Se encogió de hombros.-
- Ha sido una aventura. Estuvo bien mientras duró.- Hice una mueca.-
- ¿Eso ha sido para ti?.- Se quedó en silencio y no dijo nada. Me niego a pensar que lo sienta de verdad. Está mintiendo.- Para mi no.- Me miró sorprendida. Venga, Hugo. Es el momento, díselo todo, se sincero.- Yo siento algo más por ti. No es solo sexo. Pero no soporto saber que no eres mía. Que no me perteneces. Cuando estoy contigo, soy tremendamente feliz, pero cuando te vas... Me siento vacío e incompleto. Saber que volverás con él, me mata. Por eso no puedo seguir con esta locura. Dime que lo entiendes, por favor.
- Te entiendo.- Tragó saliva y vi que sus ojos se llenaban de lágrimas, aunque no dejó que desbordara ni una.- Sabes que no puedo darte lo que quieres.
- No quieres dejarlo a él.- Apreté la mandíbula y cerré con fuerza los puños.-
- No puedo. No por que no quiera. Simplemente no puedo.
- ¿Por qué? ¿Por qué no puedes?.- Ella negó con la cabeza. No me lo iba a decir. Me levanté de la silla furioso.-
- Me merezco una explicación, ¡maldita sea! ¡me la merezco!
- ¡No puedo dártela!
- ¡¿O no quieres!?
- ¡No puedo!.- Me tomé un segundo para respirar hondo, e intentar calmarme.-
- Entoces, he hecho bien en dejar de verte.- Fui hasta la puerta.-
- No has dejado de verme.- Me hizo frenar en seco.- Me ves todos los días en la oficina, en actos públicos, en el club, en el BMB... ¿Cuanto crees que podrás abstenerte?.- Su pregunta me dejó paralizado. Ya me está costando no arrancarte la ropa y follarte contra la pared, pensé.-
- Haré todo lo posible por evitar ir a esos sitios.
- Igualmente me verás.- Claro, en la oficina, pensé.- Yo haré todo lo posible para que me veas, para que no te olvides de mi. No lo voy a consentir.- Me volví con la mano temblorosa apoyada en el pomo de la puerta, la miré fijamente, y desee que fuera cierto, que lo hiciera de verdad. Cerré los ojos un instante en un momento de debilidad, y cuando los abrí, me volví de nuevo y salí de su despacho. El corazón me bombeaba con fuerza, la cabeza me daba vueltas, las manos me temblaban y empecé a sudar copiosamente. Me senté en mi silla, me froté la cara con las manos, me serví una copa de bourbon y me lo tomé de un trago. No cree que sea capaz de aguantar, bien, yo tampoco. Llevo diciéndome a mi mismo que no debo acercarme a ella desde que se casó, y he fracasado estrepitosamente. Este deseo que siento, no puede ser bueno. No debe ser bueno necesitar tanto a otra persona. ¿En qué me he convertido? Debería ir a un bar, cruzar un par de miradas con alguna chica guapa y soltera, y follármela contra los lavabos del bar. Pero no funcionaría, ya lo he intentado... Maldita sea, no podré olvidarla, ¿a quién pretendo engañar? Hasta ella lo sabe, por el amor de Dios... Entonces sentí la voz melosa de Romeo Santos, cantando eres mía y un escalofrío me recorrió de arriba a bajo. Que hija de puta... Llené el vaso de nuevo y me lo bebí nuevamente de un trago, cuando Romeo santos cantaba «que solo es prestada, la mujer que ama, por que sigue siendo mía...» Abrí la puerta con furia, la miré y me miró sentada en su silla, me sonrió con una sonrisa de prepotencia y lo siguiente que recuerdo es estar sobre la mesa besando y succionando sus pechos desnudos. Dios, que maravillosa sensación, como lo había hechado de menos. Con una sola mano, la buena, me las arreglé para bajarle los pantalones junto con las bragas. Acaricié su clítoris sin delicadeza, me incliné y saboree su placer con delirio. Succioné hasta que noté como temblaba bajo mi cuerpo, y entonces me bajé mis pantalones junto con los boxer, y dejándomelos por los tobillos, arremetí de una estocada me colé dentro de ella, con un grito salvaje, animal, casi doloroso. Ella alzó la cabeza de la mesa para mirarme. Yo estaba quieto, dentro de ella sin moverme.-
- ¿Hugo?.- No le contesté, empecé a moverme dentro de ella, frenético, como un loco. Ella arqueaba la espalda para recibir mis acometidas, cada vez más fuertes y más profundas. Ambos gritábamos y gemíamos descontroladamente.- Joder, Hugo. Mira esto. Me necesitas. Tu cuerpo me necesita.- Yo no paré y con un par de fuertes empellones más, nos corrimos juntos, chillando entre jadeos. No había recuperado el aliento, cuando salí de ella, y separándome de entre sus piernas, me subí los pantalones, me los abroché y sin mirarla me fui.-
- Buenas noches.- Me fui directo a la calle, cuando llegué en la puerta ya estaba esperándome un taxi. Por primera vez, fui yo el que salió huyendo, aunque eso no me hizo sentirme mejor que las demás veces. Durante el trayecto en taxi, pensé en llamarla varias veces, pero no lo hice. Cuando llegué a la cárcel, que era mi casa ahora, gracias a mi hermana pequeña, me serví un vaso de bourbon y me encendí un cigarrillo. Me senté en la encimera de la cocina y pensé en lo que había pasado. El calor que desprendía su cuerpo, ansiando el mío, como temblaba de excitación bajo mi cuerpo, por mis caricias... Su cuerpo suave y terso, sus piernas rodeándome las caderas con fuerza... Y entonces caí en la cuenta de un pequeño detalle, que por la pasión del momento había pasado por alto; tenía pequeños hematomas y arañazos en los muslos. Fruncí el ceño, e intentando imaginar de que serían, y enfurecí. Lancé el vaso contra la pared, y vi como se hacía añicos. ¿Por qué? ¿por qué está con ese capullo, que la maltrata? Pasé otra noche más en vela, sin poder dormir. Me puse en contacto con la protectoras de animales, buscando a canela. Pero claro, nadie sabía nada. Me ofrecieron adoptar, pero no me interesaba, quería a canela. Tan sola y triste como yo. Podríamos hacernos compañía mutuamente. A las siete y media, pedí un taxi y fui hacia donde tuve el accidente, con la esperanza de encontrarla. Cuando llegamos, no estaba y me sentí aun más solo y perdido. Cuando me montaba de nuevo en el taxi, bajo la atenta mirada del taxista, sentí un ladrido detrás de mi, al darme la vuelta, ahí estaba canela, asustada con sus orejas agachadas, medio escondida en un arbol de la cuneta. Me acerqué despacio, con miedo de que se asustara y huyera. Me quedé a una distancia considerable. Me puse de cuclillas y me miró con los ojos brillantes. Era un perro mediano, no muy grande, color marrón, estaba muy sucia, delgada y abandonada, como yo, abandonado, no sucio.-
- Hola canela. He venido a por ti. Te llevaré conmigo, cuidaré de ti. No tengo mucha experiencia, nunca he cuidado de nada ni de nadie, pero te prometo que no te haré daño. Ven aquí, canela.- Chuscaba los dedos haciendo ruído, pero canela seguía asustada y no se movía. Parecía que estuviera sopesando mi ofrecimiento.- Venga, canela. No podrías estar peor. Ven.- La perrita salió de su escondite, y muy lentamente, casi arrastrando la barriguilla, se acercó. Cuando estuvo cerca le acaricié la cabeza, el contacto le gustó y cerró sus ojos como canicas negras, brillantes. La agarré con fuerza junto a mi pecho, la cogí en brazos y me monté en el taxi. El taxista refunfuñó, pero nada que un billete de cien euros no pudiera arreglar. Canela olía francamente mal, era cierto, tendría que volver a ducharme antes de ir a la oficina. Cuando llegamos, la solté en el suelo para abrir la puerta.- Mira canela, tu nuevo hogar.- La perrita, tímida y aun asustada, entró despacio mirando hacia un lado y otro, y luego a mi.- Si, es tu casa. Ahora tienes a alguien que cuidará de ti. Lo primero será un baño para quitarte ese olor infernal.- Dio un brinco y se subió al sofá de diseño de mi salón.- ¡No, no! ¡Bájate! El sofá no es para ti.- Canela agachó sus orejas de nuevo y gimió, ese ruído me enterneció, pero no, mi sofá no. Canela se bajó y me siguió a la cocina, yo busqué un cuenco, el cual después tiraría, lo llené de agua del grifo y lo puse en el suelo, canela se tiró a él como si llevara mucho tiempo sin beber... Problablente así fuera, sentí pena mientras la veía meter su lengua en el cacharro sin descanso.- Espérame, volveré en seguida.- El animal auyó y lloró en la puerta, mientras con su manita arañaba. Yo fui corriendo hacia la esquina, a una tienda de mascotas. En principio, solo iba a comprar lo básico, pero luego...
Pienso especial para cachorros, dos cuencos, uno para agua y otro para la comida, una correa de paseo, una colchoneta para dormir, una pelota, un hueso de plástico para jugar, otro hueso comestible para fortalecer los dientes, champú especial anti pulgas, colonia, un cepillo para peinarlo, una toalla estrictamente para ella, galletitas en forma de hueso... Bueno, a veces se tiene más dinero que sentido común... En cuanto llegué, canela brincó a mi alrededor, contenta por que volviera, y eso que apenas diez minutos había tardado en volver. La llevé a la bañera, y con agua templada, empecé a bañarla. O más bien... bañarlo. Canela no era canela, era canelo.- Joder, ¿cómo no he visto esas pedazo de bo...? ¿y ahora como te llamo?.- El animal torció su cabezita de lado, y se sacudió mojándome a mi.- ¡Oye, no hagas eso!.- Vertí una buena cantidad de champú en él, y arrugué la nariz cuando vi el agua negra que iba arratrando hacia el sumidero. Después de asearla, peinarla y secarla con un secador, parecía otra. Digo, otro. Joder.- Me da igual, te llamarás canela igualmente.- Tras ponerle su comida y su agua en la cocina, acomodé su cunita al lado del sofá, la miré y señalé con el dedo.- Este es tu sitio, este es el mío. Tu tienes tu sofá, y yo tengo el mío. ¿De acuerdo? Bien, ahora voy a ir a arreglarme para ir a trabajar, tu quieto aquí, duérmete.- Me fui lejía en mano, y tras limpiar la bañera, volví a ducharme, cuando salí de la bañera, me encontré a canela sentado en la puerta, mirándome.- ¿Qué haces ahí?.- Negué con la cabeza y me fui al dormitorio para vestirme, canela me seguía a donde fuera que iba, sonreí mientras me ponía los pantalones, cuando terminé de vestirme, llevé a canela a la terraza.- Tu me esperarás aquí, ¿de acuerdo? Pórtate bien, no rompas nada y nos llevaremos bien. Espera, ahí quieta.- Cogí mi iPhone y le hice una foto, muy graciosa, con la cara ladeada y las orejitas empinadas. Después salí pitando hacia la oficina, volvía a llegar tarde, suerte que soy el jefe... Por el camino a mi despacho le mandé la foto de canela a mi hermana, seguro que le gustaría, siempre quisimos tener un perro, pero mi madre nunca nos dejó. Estará encantada. Me encerré en mi despacho e intenté ponerme al día. Respondí infinidad de correos, hice presupuestos, acabé planos... Hasta que llegó ella, con su larga melena negra, ondeando...-
- ¿Se puede?
- Adelante.
- Te traigo tu agenda, y varios informes que debes firmar, son muchos.- Una torre de al menos veinte carpetas, me acababa de soltar en la mesa. Fruncí el ceño y la miré furioso.-
- ¿Que cojones...? ¿Y todo esto?
- Del día de tu accidente, y de ayer.
- ¿Y por qué narices no me lo diste ayer?.- Ella abrió la boca para contestar, pero yo no la dejé, mi furia estaba desatada, y era demasiado tarde para recular.- Ah, ya se. ¿Es una vendetta? ¿por lo de a noche?
- No, yo...
- Tu me has dejado tirado como una colilla, después de follar y a mi no se me ha ocurrido pagarlo contigo en el trabajo...- Un sollozo desgarrador, que me partió el alma, hizo que, al fin me callara. Nunca la había visto así, tan... ¿débil?.-
- Lo siento, no volverá a pasar.- Iba secándose las lágrimas mientras abría la puerta para salir.-
- Dani, lo siento. Por favor.- No paró, se fue huyendo a su despacho. Huyendo de mi.- ¡Joder!.- Tiré el pisapapeles hacia la puerta, a tiempo de que ésta se abriera.-
- ¡Oye, que me saltas un ojo!
- ¿Qué quieres, Cris? Estoy muy ocupado.
- ¿Y el hombro? ¿Ya no tienes el cabestrillo?
- No. No me duele. Estoy bien.
- Bueno, bien... Yo te veo a punto de vomitar verde y de que tu cabeza empiece a girar... ¿Va todo bien?
- Si. He discutido con alguien.
- ¿La casada?.- Asentí y él se sentó.- Deberías olvidarte de ella. Está jugando contigo.
- ¿Crees que no lo se? Se que debería alejarme, olvidarla, pero...
- ¿Le has dicho lo que sientes ya?.- Miré a mi amigo y asentí.-
- Le dicho que no quiero volver a acostarme con ella, por que luego se irá, y yo me quedaré vacío.
- ¿Y bien? ¿qué te ha dicho ella?
- Que no puede ofrecerme otra cosa. Al menos no por ahora.
- Entonces, ¿se acabó? Si ella no te ofrece más, y tu no quieres ser solo su objeto sexual...
- No exactamente. Terminé acostándome con ella.
- Buena manera de hacerte valer, si señor... ¿Tan ciego estás, que no eres capaz de verlo? Está jugando contigo, no quiere nada más de lo que ya tenéis. ¡Joder, Hugo! ¡Abre los ojos!
- Cris, tu no sabes nada. Ella... no es así. No es de esa manera. Y además, a veces... Creo que siente algo más por mi, por cosas que me dice, por la manera de besarme, de acariciarme...
- ¡Es una embaucadora!
- Cris.- Le eché una mirada cargada de desaprobación y él levantó las manos en señal de rendición.-
- Haz lo que quieras. Pero luego no me digas que no te advertí. Hablamos luego.
- Tengo un perro.
- ¿Un perro?.- Mi amigo me miró sorprendido y extrañado al mismo tiempo.- ¿A tí te gustan los perros?
- Canela si. Ya lo conocerás.
- ¿Es un macho?
- Si.
- ¿Y por qué le has puesto nombre de hembra?
- Es una larga historia.
- Hugo Padilla, estás muuuy raro. Más de lo normal.- Dijo eso y se fue. Yo me apresuré todo lo que pude para terminar de firmar los informes, para tener una escusa y poder ver a Dani, y así poder disculparme. No fue hasta después de comer, llamé suavemente con los nudillos y esperé. Pasé cuando oí su voz, invitándome a entrar. Cuando me vio su cara se contrajo.-
- Vengo a traerte los informes firmados.
- Bien. Podías a verme hecho ir a tu despacho, no tenías que molestarte.
- Quería disculparme, por a ver sido otra vez un gilipollas.- Ella lo miró escéptica.- Lo siento, Daniela. Es que... Todo esto, nosotros, verte en la oficina... no puedo controlar la situación, y no es agradable, ni normal en mi.
- Si, tu siempre tienes que tener el control de todo. Siempre tienes que tenerlo todo bien controlado...- No lo dijo así, tal cual. En su tono se veía claramente; enfado, furia,reproche y... algún sentimiento más que aun no podía descifrar.-
- No quería hacerte daño. Espero que puedas perdonarme.
- No estoy segura.- Dijo altiva, elevando su barbilla, con un deje de orgullo.-
- Lo entiendo. Buenas tardes.- Y me fuí de nuevo a mi despacho. Joder, está muy cabreada. Bufé mientras me senté en mi silla, tocándome las sienes. Un portazo me hizo abrir los ojos de golpe, la tenía frente a mi, nunca la había visto así. Estaba roja de la furia, sudaba levemente y le temblaban las manos.-
- ¡Te fuiste! ¡En cuanto me follastes te fuistes!.- Dios mío, que potencia de voz. Si podría ser soprano...-
- Baja la voz.
- ¡No me da la gana!
- Daniela, por favor. Deja de dar voces.
- ¡Tu no me das órdenes! ¡Tu no eres nadie para decirme lo que debo o no hacer!
- ¡Soy el puñetero dueño de la empresa, y como estás aquí harás lo que yo te ordene! ¡Y te ordeno que no me des ni una voz más! ¡Joder!.- Ella dio un paso atrás al ver mi reacción, agachó la cabeza avergonzada y se mantuvo en silencio.- No creo que seas tu la interesada en que toda la oficina se entere de que a noche follamos, ¿o sí?
- No.- Negó con la cabeza.- Lo siento. No volverá a pasar.
- ¿Te molestó que me fuera a noche así?
- Si. Me sentí horrible.
- Bien.
- ¿Cómo, bien?
- Bien, así es como me he sentido yo todo el rato.- Su cara se suavizó, sus hombros se relajaron y me miró por fín, a los ojos. Atrapé su mirada con la mía.- La sensación de vacío, de soledad, de repugnancia, de ser solo un objeto, la conozco demasiado bien, Daniela.
- ¿Por qué... Por qué nunca me lo dijiste?
- Lo hice. Pero se ve que solo has sido consciente, hasta que has sentido lo mismo.- Ella se quedó pensativa. Permanecimos en silencio, mirándonos. Yo me acerqué despacio a ella, puse mi mano en su cuello, acaricié su cara y le susurré en el oído.- Quid pro quo...*Quid pro quo: Quid pro quo es una frase en latín que en español traduce, literalmente, 'algo a cambio de algo' o 'una cosa por la otra', y su pronunciación sería "cuid pro cuo". Designa un error, una confusión, un malentendido, así como también puede ser utilizada para referirse a una transacción, al intercambio de una cosa por otra equivalente.
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TENTACIÓN SIN LÍMITE
RandomUn hombre políticamente correcto, una mujer alocada, una tentación sin límite. Hugo conoce a su secretaria, una joven hermosa que lo vuelve loco desde ese mismo momento. Él no cree en el amor, hasta que la ve a ella. Ella, una motera alocada y dive...