Me coloqué totalmente una vestimenta negra, el antiguo Harry acababa de morir y no iba a regresar, no iba a permitir que nadie más me hiciera daño. No otra vez.
—Buenos días hijo. —mamá colocó un par de tostadas y zumo de naranja en la mesa. Bufé.
—No tengo hambre. –tome lo que quedaba de mi celular y lo lancé a la basura.
—¿Qué te pasa hoy Harry? —mamá se acercó hacia mí.
—Son cosas de adolescentes mamá, tú no entenderías. —Gemma apareció por arte de magia y tomo mi muñeca tirando de mi hacia afuera. Sonreí ladinamente.
—Mira, sé que estás enojado, y tienes el corazón roto, pero coño ¡No te lo debes desquitar con mamá! —me lanzó un leve golpe en el hombro.
—Eso a ella ni le importa. —empecé a caminar rápido hacia mi parada de auto bus. Ni si quiera quería ir a la escuela.
—¡Harry! ¿Qué clase de etapa adolescente es está? —me señaló la vestimenta y luego chasqueo la lengua.
—La de "vete a la mierda". —mordí el interior de mi labio y revolví un poco mi cabello.
—¿Tú teléfono celular?
—En la basura, se quebró. —el autobús que me llevaría a la escuela acababa de aparcar, así que me subí lo antes posible pero sentí el enojo de Gemma en mis espaldas, era una energía altamente pesada.
Tomé asiento en una de las sillas más alejadas al fondo. A casi nadie le gustaba ir allí, y hoy quería permanecer solo.
Mire por la ventana, pegue mi frente al vidrio, estaba tan JODIDAMENTE aburrido. Tenía ganas de escuchar música, pero tenía un celular roto ahora, más bien. Ni tenía teléfono celular.
—¿Este asiento está libre? —preguntó una chica de cabello oscuro. Sus ojos me penetraban hasta el alma, tragué saliva con fuerza.
—No. –respondí intentando sonar lo más rudo y seco posible.
—Pero si no hay nadie allí. —uno de los mechones de su cabello se escurrió por sus gafas.
—Están mis piernas, nena. —coloqué mis pies sobre la silla sobrante y sonreí con cinismo.
—Quita tus jodidas piernas de allí. —pateo mis pies e intento sentarse. Yo luché forzadamente por quitarla del asiento sobrante.
—¡No quitaré nada! —hablé volviendo a colocar las piernas en el asiento.
—¡Deja de ser tan grosero! —se intentó sentar sobre mis piernas, las quité y cayó al piso.
Sus gafas se cayeron al piso, y su cabello cubrió su rostro.
Se colocó de pie como una bomba explosiva.—MIRA MALDITO HIJO DE PUTA, QUITA TUS MIERDAS DE PIERNAS DEL JODIDO ASIENTO. —me tomo con fuerza de la camisa, quede totalmente estático. ¿Por qué ella tenía tanta fuerza?, me lanzó hacia el final de la fila de sillas que se encontraba en el autobús.
—Joder, que fuerza. —quede asombrado, de hecho a reír.
—¿Te gustan los niños? —preguntó y muchas personas del bus miraron hacia atrás, mis mejillas se calentaron y me rodeé hacia su lado.
—¿Por qué rayos dices eso? —hable en voz baja.
—Tu pasividad llega de aquí a Plutón. –sonrió con cinismo.
—Tu masculinidad llega de aquí hasta Júpiter. —respondí, imitando su misma sonrisa.
—Por lo menos, yo lo acepto. —arreglo su cabello, y acomodo sus gafas.
—¿Lesbiana aceptada he? —dije en tono burlón.
—¿Gay oprimido he? —utilizó el mismo tono de voz que el mío.
Mi paciencia se estaba quemando, junto con mi dignidad.
—Cállate, no me conoces. —rodee los ojos.
—Eso crees tú. —se levantó del asiento sin decir más nada y detuvo el autobús para bajarse. Quede totalmente perplejo. ¿Quién era ella?, ¿y qué cojones fue eso?