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Ya era por la mañana, Kinoi abrazaba a Ingui por la espalda y esta le cogía de las manos.
La abuela de Ingui entró, levantó la persiana de la ventana y estos a su vez se taparon con la manta para que no les molestara el sol.
-¡Arriba dormilones! Que sea sábado no significa que podáis dormir hasta la hora que os plazca.
Ingui se quitó la manta de la cara y mientras que se frotaba los ojos asintió con la cabeza, esta se fue y de nuevo se quedaron solos.
Ingui se levantó cuando su abuela cerró la puerta, se estaba estirando, cuando Kinoi la cogió de la cintura y la tiró junto a él.
-¡¿Qué haces?!- dijo intentando escapar de sus brazos que le agarraban con fuerza.
-Vamos a dormir un poquito más.- le dijo hundiendo su cabeza en el cabello de esta.
-Venga dormilón, ¡vamos!- dijo intentando levantarse de nuevo.
Al final Kinoi la obedeció y se levantó.
Salieron del dormitorio y se dirigieron al salón, la abuela de Ingui estaba leyendo un libro, notó la presencia de los jóvenes y se levantó.
-Kinoi, creo que ya es hora de que te vayas a tu casa.- le dijo mirándole por encima de las gafas.
Este asintió e Ingui no dijo nada.
Una vez que este se fue y se despidieron de él, cerraron la puerta y la abuela se quedó mirando a su nieta fijamente.
-Creo que has cometido un error pequeña.- le dijo finalmente.
-¿Por qué?- preguntó asustada.
-Has enamorado a un wampus.-suspiró.
Ingui no comprendía qué quería decirle con eso, pero tampoco sabía qué tenía de malo.
-Los wampus sólo de enamoran una vez de una persona en todo lo que le queda de vida.- se puso la mano en la cabeza.
Ingui no dijo nada, sólo la miraba.
-Pequeña, me temo que no vas a ir más al instituto.
Se hizo el silencio.
-Por mucho que te moleste, me temo que no vas a ver más a tu querido Kinoi.
Ingui sintió un vacío en el corazón, después de lo que pasaron aquella noche, se le hacía imposible no volver a verle.
Una lágrima recorrió su mejilla y agachó la cabeza haciendo que su pelo le tapara el rostro.
-Vale.- contestó finalmente.
Se dirigió a su cuarto y cerró la puerta con pestillo, no salió en todo el día, sólo lloraba desconsoladamente tumbada en la cama, con la cara hundida en la almohada.

Kinoi desde que se fue, tuvo un mal presentimiento, estaba muy preocupado por Ingui.
-Seguro que estará bien.- pensó en voz alta mientras que le daba de comer a su perro.
-Nos volveremos a ver.- pensó de nuevo en voz alta.

Todo es extraño [Terminado]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora