Capítulo 2: Buscando la mirada de reflejos dorados

13.6K 881 8
                                    

Alan

No puedo dejar de mirar a la castaña que lleva horas rondando en mi cabeza y ahora la tengo solo a unos metros, el único problema es que yo voy subido en mi flamante mercedes y ella va a pie. No puedo evitar sonreír cuando veo su cara de enfado al caérsele todos los libros que llevaba en sus brazos. Parece una gatita enfadada. Me resulta adorable y eso es algo extraño en mí. No soy de los que tiene sentimientos como culpa, remordimiento, ternura o compasión, esos para mí día a día no me sirven y jamás lo han hecho.

La chica se agacha para recoger sus cosas y paro mi coche justo en frente de donde ella se encuentra ahora mismo, de repente siento un gran impulso de acercarme y ayudarla aunque sea solamente para ver esos ojos verdes de cerca. Así que sin darme tiempo a reaccionar ni a pensar me doy cuenta de que ya he aparcado y me dirijo directo hacia ella cuando me paro de repente.

¿Quién es ese tipo que la está ayudando? Parece que se conocen y él la trata con demasiada familiaridad, estoy empezando a verlo todo rojo por la furia que este hecho me provoca. Jamás me he sentido así por una mujer, sí por mis negocios pero tampoco hasta este punto. Como ya estaba en la misma acera que ella decido que quiero saber quién es ese imbécil, y luego decidiré si arrancarle la cabeza o hacer que lo exterminen por mí.

Disimulo y me meto en la cabina que está justo detrás de ellos, así puedo escuchar perfectamente lo que están hablando.

-Gracias pero no necesitaba ayuda- dice la castaña aparentando sonar seria. Oírla hablar me hace sonreír como un completo idiota, su voz es tan única que no la podré borrar de mí mente.

-No me importa ayudar ya sabes, hoy no hemos podido hablar esperaba que ahora sí que pudiésemos- dice el chico rubio con una estúpida sonrisa en su cara que me encantaría borrar de un puñetazo.

-Por si no te has dado cuenta es tarde, tengo que irme a casa Samuel, quizás en otra ocasión- dice la chica saliendo disparada y dejando al chaval clavado en el suelo, me gusta esta chica, tiene carácter. No puedo evitar tener una enorme sonrisa en la cara viendo como le acaba de dejar. Que se joda por su culpa he perdido la oportunidad de ver de cerca esos ojos profundos con color verde oscuro.

Decido que es el momento de volver a casa resignado por no poder ver mejor a la gatita, me gusta como suena, ojalá fuera mi gatita... joder Anderson ¿en qué estas pensando? Subo el volumen de la música para no dejar a mis pensamientos den rienda suelta y me consuman la cabeza pensando en esa chica.

Llego a casa y Cristian me está esperando, como suponía.

-¿Dónde estabas? Tienes seguridad por algo y encima era el barrio de Jared, Alan has corrido peligro innecesario- me riñe como si pudiera hacerlo, debo hacerle ver que sigo siendo el que manda en este barco.

-Mira Cristian, eres mi mano derecha pero yo soy el que tiene el control voy donde quiero y cuando me da la gana, no olvides que voy armado no soy un muñequito y se defenderme mejor que tú mismo- dicho esto me voy a mi enorme habitación y le dejo con la palabra en la boca, odio cuando Cristian se pone mandón, aquí el que tiene el control soy yo.

Me dejo caer en la cama y cierro los ojos con la intención de dormir, ha sido una noche extraña y castaña, ahí está otra vez esa palabra que no he dejado de repetir toda la noche como un estúpido. Cuando abro los ojos parece que anoche sin darme cuenta me quedé dormido y acabo de despertar con unos ojos verdes con reflejos dorados clavados en mi cabeza. Será mejor que vaya a la ducha y me saque a esa chica de la cabeza o será mi perdición. Y Alan Anderson jamás pierde el control y mucho menos por una niñita que no volveré a ver. ¿O sí? Realmente tengo medios para buscarla aunque parece muy inocente para un tipo como yo.

Me pongo mi traje gris y voy en busca de Sam, mi hombre de seguridad o como Cristian lo llama, mi guardaespaldas. Está junto al coche comprobando que no tenga nada peligroso y que todo esté en orden.

-Sam, vamos a la sede de la organización, necesito comprobar unos negocios- sin decir nada más subo al coche negro y nos dirigimos hacia Central Park.

Cuando llego lo primero que veo ya me pone de mal humor, ahí está la rubia de Erica, mi mano izquierda, la hermana de Cristian que como siempre anda dando órdenes, a mis empleados.

-Oye rubia y tengo un trabajo para ti y necesito que seas discreta- le dijo y le hago una señal para que entre a mi despacho donde solo entro yo y si invito a alguien más. Allí tengo los documentos importantes y odio a la gente que se mete en mis cosas.

-¿Qué necesitas de mí Alan?- la conozco desde siempre así que la dejo llamarme por mi nombre de pila en lugar de mi apellido como lo suelen hacer mis empleados.

-Quiero que busques a alguien, realmente no se su nombre pero se de un chaval estúpido que quizás la conozca- en el mismo momento que pronuncio esas palabras Erica abre los ojos como platos, nadie mejor que ella para tener información detallada de alguien, sino hubiese estado trabajando conmigo sin duda formaría parte del FBI.

-Dame un nombre y encontrare lo que quieras, aunque debo reconocer que estoy intrigada- odio cuando pone esa sonrisa de que sabe algo que yo no sé, lo detesto.

-Samuel- digo como un insulto

-Samuel ¿Qué más?- dice esperando más información, hasta yo mismo me doy cuenta que es imposible saber nada de ese tipo solo con el nombre.

-No hay más, ese es tu trabajo- digo mientras enciendo mi ordenador para revisar si hay algo urgente que deba atender.

-Paciencia y lo encontraré- dice convencida mientras se va, eso me gusta de ella, es determinada y no se rinde por eso es parte de mi equipo.

-Erica- le digo antes de que salga de mi oficina.

-¿Si Alan?-

-¿Dónde está Cristian?- pregunto irritado, siempre está aquí cuando llego y me gusta hablar con él, no me considero hombre de amigos pero a él le considero mi único amigo y últimamente está raro necesito saber porque y que esté al 100% en el trabajo.

-Está en la cafetería de enfrente, no sé porque va ahí todas las mañanas, es una cafetería de universitarios. Creo que se está volviendo loco así que haz algo Alan- dice la rubia mientras sale y se dirige hacia su ordenador.

Cojo la chaqueta de mi traje italiano y me dirijo hacia la cafetería de enfrente en la que debo admitir nunca he entrado y nunca he tenido intención de hacerlo pero necesito a Cristian así que no tengo más remedio.

Abro la puerta y en ese momento siento que algo choca contra mi pecho. Bajo mi vista y veo un montón de papeles esparcidos por el suelo y una chica castaña recogiendo todos los papeles, en el momento en que la veo siento algo extraño recorriendo mi cuerpo, como una corriente eléctrica. Y por algún motivo me agacho para ayudarla aunque jamás en mi vida he ayudado a nadie.

-Lo siento, soy un poco patosa espero no haberte hecho daño- dice la chica, con la voz más dulce que jamás había oído ¿o sí lo había hecho?, mirándome a los ojos. Y en el momento en el que nuestras miradas se cruzan me doy cuenta de que es ella, mi castaña, la chica de los ojos verdes con toques de dorado, con la que tanto he pensado y ahora la tengo delante de mí a unos centímetros y por primera vez en mi vida no tengo palabras para describir lo que siento.

Con solo una mirada conquistaste mi corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora