Capitulo 17: Sonrisas

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Alan

Cuando entro a la cafetería, de inmediato diviso a Cristian. Parece tenso, tiene los hombros rígidos y la espalda demasiado recta. Parece un animal a punto de atacar.

Me acerco a él y le doy un apretón en el hombro derecho. Y cuando me mira veo en sus ojos lo que tanto he sentido últimamente. Celos.

-¿Todo bien Cristian?- sé que es una pregunta estúpida, entiendo perfectamente lo que siente. Miro por encima de su hombro y veo a la pequeña chica de pelo oscuro y corto que siempre se encuentra en el mismo sitio que él. Y de la que sospecho siente algún tipo de atracción.

Ella está con el compañero de Emma, parecen buenos amigos. Y entonces me doy cuenta, de eso está celoso mi amigo. No puedo evitar sonreír por lo patéticos que resultamos los hombres cuando algún otro se acerca a nuestras chicas y nos dejamos llevar por los celos.

-Sí, todo bien, supongo- se sienta frente a mí de mala gana. Sé que no quiere dejar de mirar la escena de la chica con el compañero de Emma, Eric creo recordar que se llama.

-¿Te gusta?- sus ojos se abren ante mi inesperada pregunta. Pero creo que lo mejor para ambos va a ser que seamos sinceros el uno con el otro.

-No sé de qué me hablas Alan- coge la carta de la cafetería intentando dar por finalizada esta charla, pero mi amigo está muy equivocado.

-Venga ya Cristian, no me engañas. Llevas tiempo detrás de la chica morena, la del pelo corto ¿o me equivoco?- veo como traga saliva y no puede mentirme, nos conocemos demasiado.

-Está bien, tienes razón. Me encanta, siento cosas que jamás había sentido y te juro que si no me dices que ya no la está tocando iré y matare al tipo de la barra- está bastante alterado y le entiendo la verdad.

-Tranquilo, ya no la está tocando, pero pueden ser amigos- se queda sorprendido ante mis palabras.

-Parece que sabes cómo me siento Alan, eso quiere decir que a ti también te reconcomen los celos cuando algún tipo se acerca a Emma ¿o no?- mi amigo no se equivoca. Debo confesarle que me estoy enamorando de la persona más maravillosa del mundo, necesito compartirlo con alguien. Hoy estoy especialmente feliz. Cojo aire y suelto lo que tengo guardado y que hace que esta sonrisa de idiota que tengo no se borre de mi cara. Aunque esta sensación me gusta muchísimo.

-Estoy enamorado de Emma- digo de golpe, esperando que mi amigo se sorprenda, pero no lo hace. ¿Tan obvio es lo que siento?

-Ya lo sabía Alan, se nota demasiado y jamás te has preocupado por alguien tanto como lo has hecho por ella, no la dejes escapar Alan- mi amigo tiene razón, nunca la voy a alejar de mi lado aunque me cueste la vida. La quiero conmigo para siempre.

En ese mismo momento, una fragancia muy familiar y dulce llega a mí. Es su aroma, el aroma de Emma tan inconfundible para mí. Ella está en la cafetería.

-Eres un tipo con suerte, ahí tienes a tú Emma- oír como mi amigo decía que ella es mía me encanta. Quiero que así sea, que sea mía.

Me vuelvo hacia la puerta lentamente y entonces la veo. Ahí está mi ángel. Con su pelo castaño, sus ojos verdes y unas gafas de sol reteniéndole el pelo para que no le caiga sobre su bello rostro. Como siempre lleva muchos libros y parece agobiada hasta que nuestras miradas se encuentran. Veo como sus mejillas se tiñen de un leve tono rosado que me encanta y me entran unas ganas irrefrenables de besarla. Pero tengo que frenarme, no quiero asustarla. Sonrío, no planeo hacerlo pero me sale. Es el efecto Emma, cuando ella aparece tengo que sonreírle. Me sale de manera natural. Mi corazón se acelera cuando ella me muestra su preciosa sonrisa como respuesta. Se muerde el labio inferior y soy yo quién quiere hacerlo. Poseer sus labios y besarlos durante toda la eternidad.

Oigo a Cristian carraspear para llamar mi atención, y lo consigue. Me vuelvo hacia él sin borrar la sonrisa de mi rostro.

-Te voy a llamar sonrisas, te estás ganando ese mote- ambos nos reímos por su mal chiste y decidimos que vamos a desayunar entre bromas y buen rollo. Dejamos el trabajo de lado y nos dedicamos a disfrutar de las cosas de la vida y de las mujeres que ahora ocupan nuestras mentes y nuestros corazones.

Emma

Casi me caigo y se me para el corazón cuando he entrado en la cafetería y le he visto. Allí estaba Alan, sentado en una mesa con el chico castaño de la otra vez, Cristian creo que se llama. Nos hemos mirado y me ha sonreído, Alan no suele sonreír pero conmigo siempre lo hace. ¿Seré especial para él? Debo hablarlo con Nadia aunque seguro se volverá loca. Pero debo confesarle a alguien que me he enamorado.

Aprovecho que Cristian ha llamado la atención de Alan para acercarme a la barra donde están Eric y Nadia charlando. Él siempre se mete con ella para hacerla enfadar pero ella le ignora. Son mis mejores amigos, mis hermanos y les adoro.

-Por fin, ¿se te han pegado las sábanas?- dice Nadia haciéndome la broma. Me rio sin motivo, pero el recordar cómo me he despertado en los brazos de Alan, hace que todo merezca la pena.

-Eso debe ser porque hoy no ha dormido sola- genial Eric, tenía que contárselo yo. Pero como siempre él se me ha adelantado.

-¿Qué? Me tienes que contar eso, vamos- Nadia, la loca, me toma de la mano y nos sentamos en la misma mesa de siempre. Sé que quiere que le cuente todo con pelos y señales pero el hecho de que Alan esté también aquí hace que me ponga muy nerviosa.

Veo como Eric se acerca a la mesa donde están ellos, decido respirar y contarle todo a Nadia.

Es mi mejor amiga y ante todo me apoya. Un último vistazo a Alan y veo como me observa con una enorme sonrisa. Eric se acerca con un desayuno que ni Nadia ni yo hemos pedido.

-¿Y esto?- pregunta Nadia, como siempre es la más curiosa de las dos y se me ha adelantado a preguntar.

-Regalo por parte de los chicos, Alan era su nombre ¿no?- Eric me mira directamente sin esconder su enorme sonrisa, se alegra que hayamos encontrado a alguien con quien compartir nuestras vidas, aunque no conozco personalmente al chico que lleva loca a Nadia seguro que es un gran chico.

-Y antes de que se me olvide, Nadia, dile al otro chico que solo somos amigos, le tienes loco y casi me mata- nuestro amigo suelta una sonora carcajada y entonces lo comprendo. Es Cristian, el chico que tiene loca a mi amiga. Me parece un buen chico y me alegro por ella.

Les miramos y ellos no apartan su mirada de nosotras. Les agradecemos con una sonrisa y nos comemos todo lo que nos han mandado. Son unos chicos increíbles y Alan es... simplemente Alan y es mío.

-Deberíamos ir a la biblioteca si queremos estudiar, aquí va a ser imposible- le digo a Nadia, apenada por alejarme de Alan.

-Tienes razón, los bombones nos distraen y eso no es bueno- nos reímos ambas. Y recogemos nuestras cosas.

-Necesito ir al baño- Nadia siempre se hace esperar. Sonrío y le indico que la esperaré fuera.

Cojo mis libros y me dirijo hacia la puerta, la mirada de Alan se clava en mí y mi nivel de nervios aumenta por momentos. Las mariposas que sentía hace unos instantes ahora se han convertido en elefantes, enormes elefantes que hace que mi corazón se encuentre ahora mismo en mi garganta.

Miro al suelo pero ya es demasiado tarde, mis pies se han enredado en la pata de una silla y sé lo que viene a continuación. Yo en el suelo con todo esparcido por la cafetería.

Esto será un completo desastre y un show. Lo peor es que Alan verá el bochornoso golpe.

Cierro los ojos esperando el contacto con el frío suelo pero esa sensación que esperaba es sustituida por un calor y un olor inconfundible. Alan.

Abro los ojos lentamente y siento su aliento cerca de mi cara. Nuestras bocas casi se están tocando, me tiene envuelta en sus brazos, nuestros ojos se miran fijamente y nuestras narices se rozan.

Me muerdo el labio inferior y veo como una sonrisa invade su cara.

-No te muerdas el labio, soy el único que lo puede hacer-

Con solo una mirada conquistaste mi corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora