Capitulo 27: La calma en tus labios

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Emma

No lo puedo creer, Alan se ha lanzado sobre Ian y ahora ambos se están propinando un sinfín de golpes y puñetazos. Alan tiene sangre en el labio y no soporto verlo más.

-Parad por favor, ya basta Alan- grito desesperada para hacerme oír, pero no se detienen. Estoy desesperada, esto va a terminar muy mal. No soporto pensar en Alan herido, eso me mataría.

Mi cabeza intenta encontrar una solución a todo esto. Es la primera vez que veo en los ojos de Alan tanto odio. Su expresión da verdadero miedo y en ese momento soy consciente de que Alan es alguien peligroso.

Esa verdad cae sobre mí como un balde de agua fría. Un escalofrío recorre todo mi cuerpo y me siento vacía. No puedo hacer nada por él. Ahora mismo y sin poder remediarlo acuden a mi cabeza los recuerdos de aquella noche en su casa, en las afueras de Nueva York cuando vi a un Alan enfadado. Me asusté muchísimo pero nada comparado con la cara de estos momentos.

Si no hago algo por detenerles se matarán. Pero, ¿qué puedo hacer? Son dos hombres enormes, iguales y al mismo tiempo distintos. Y una gran verdad recae sobre mi corazón haciendo que este lata a un modo desenfrenado.

Por muy peligroso que pueda resultar Alan, le amo y nunca seré capaz de alejarme de él. Es algo que no podría soportar. Mi vida le pertenece y yo quiero que la suya me pertenezca a mí. Ante mis sentimientos no puedo hacer nada, no puedo luchar contra ellos ni puedo borrarlos de mi corazón. Tampoco puedo. Pensar en una vida sin Alan sería como pensar en una vida vacía, sin mi corazón.

Siento el nudo en mi garganta, las lágrimas empiezan a agolparse en mis ojos. No puedo sentir miedo de él ni tan siquiera pensar en alejarme. Le amo como jamás he amado a nadie sé, aunque parezca una locura, que es el amor de mi vida. Ese que dicen nunca se olvida y que dura eternamente. No puedo remediar el hecho de que soy suya y quiero serlo. Él lo es todo para mí. Ha estado en los peores momentos aunque hace muy poco tiempo que nos conocemos. Le he abierto mi corazón sin dudarlo y él me ha dejado entrar en el suyo.

Con el dorso de la mano me seco las lágrimas que han escapado de mis ojos y mojan mis mejillas. No puedo ser débil, no puedo ser una chica que siempre necesita ser rescatada, ahora es Alan el que me necesita a mí. Soy yo la que tiene que estar aquí por él y lo haré.

Tomo una gran bocanada de aire haciendo que mis pulmones se llenen por completo, me calmo y saco valor de algún lugar en mi interior. Me acerco hacia los dos hombres que siguen propinándose golpes. Ambos tiene sangre pero Ian no me preocupa en lo absoluto. Es Alan quién lo hace. Está herido y solo quiero alejarlo de ese hombre y abrazarlo fuerte, curarle y besarle. Sobretodo besarle y saber que está sano y salvo junto a mí.

Con paso firme me acerco aún más hacia ellos.

-Alan basta, vámonos por favor- intento tocarle pero me mira con rabia en su rostro, esa mirada no la esperaba. Mi corazón se encoje bajo sus verdes ojos que nunca me habían mirado así y me detengo antes de si quiera alcanzarle.

-¡Aléjate!- me grita Alan, aunque más que un grito parece un rugido de un fiero animal. Inconsciente mente mi cuerpo retrocede de forma rápida sin poder apartar mis ojos de los suyos.

Él deja de mirarme y vuelve a lanzar otro puñetazo contra la cara de Ian. Los dos hombres en el suelo no dejan de golpearse y ambos con una fuerza increíble. Siento la tensión incluso alejada de ellos. El odio es palpable y sé que se mataran. Pienso que sola no voy a poder solucionar esto pero ¿a quién puedo acudir? Estamos Alan y yo solos en Chicago.

Siento que algo vibra al lado de mis pies. Bajo la vista y veo un móvil. Miro quién llama y cuando leo el nombre "Cristian" sé de inmediato que es el móvil de Alan. Me agacho y lo cojo, las manos me tiemblan pero soy capaz de descolgar.

Con solo una mirada conquistaste mi corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora