Capitulo 12: Sin pasado

9.4K 612 6
                                    

Alan

Hay algunas veces en las que odio a Erica, y esta es una de ellas. No tiene ningún derecho de hablar así de Emma, ella es una chica inocente que también ha sufrido. Aunque a veces Erica parece no tener corazón yo sé que sí lo tiene pero demasiado protegido.

Siento a Emma asustada entre mis brazos, soy consciente de que no sabe que pensar sobre la presencia de Erica en esta casa. La separo un poco de mí y le sonrío para que se calme.

-¿Todo bien?- pregunto con el tono de voz más calmado que poseo, intento ser dulce y estar tranquilo con ella, no pretendo asustarla. Ella me mira y una pequeña sonrisa aparece en sus rosados labios. Eso me tranquiliza.

-Sí, todo bien. Tú, ¿todo bien?- pregunta ella queriendo saber sobre la discusión con Erica, es una chica muy inteligente lo tengo que reconocer.

-Todo bien, vayamos a desayunar algo antes de que vuelva Erica a la carga- digo tomándola de la mano y llevándola a la cocina donde por suerte para mí ya no hay nadie merodeando por allí.

La hago sentarse en un taburete enfrente de la barra para desayunar e intento que olvide lo que ha escuchado. Cuando dejo el desayuno en frente suyo la veo que se está mordiendo el labio y curioso no aparto mis ojos de ella.

-Después de desayunar me tengo que ir, Eric estará preocupado si no regreso pronto y no quiero robarte más tiempo- dice Emma sin mirarme a los ojos, que Erica haya hecho que ella se sienta mal hace que me cabree bastante. Y no voy a dejarla ir tan fácilmente.

-Tengo que hacer unas cosas en casa, después yo mismo te acompañaré- digo con la intención de retenerla más tiempo y así poder disfrutar del trayecto en coche con ella.-¿Te parece bien?- pregunto sabiendo que no va a rechazarme. Pero me aseguro de ello dedicándole mi mejor sonrisa.

-Está bien, pero atiende primero tus asuntos no quiero que los descuides por mí- dice con cara decidida, cada detalle que tiene su rostro y que ella me enseña me vuelve más loco por querer conocerla más.

Le doy un tierno pero corto beso en los labios y nos ponemos a desayunar. Ninguno de los dos dice nada pero es un silencio tranquilo, hace muchísimo tiempo que no me siento tan tranquilo y calmado. Tan en paz conmigo mismo. Y pensar que todo esto me lo proporciona esta preciosa chica con solo estar a mi lado. Si yo no fuera lo que soy me lanzaría sin pensarlo a la piscina con ella. Si yo fuera el Alan que debí de ser podría hacerla feliz sin necesidad de ponerla en peligro. Pero no puedo, tal vez Erica tenga razón y deba cortar esto ahora antes de que sea demasiado tarde para mí o para ella. No puedo dejar que mi corazón despierte después de tantos años manteniéndolo bajo llave. El corazón en mi trabajo no me sirve aunque una vez si lo hizo.

Sin querer nuestras manos se rozan y una corriente eléctrica recorre mi cuerpo, nos miramos a los ojos y sé que ella ha sentido la misma corriente. Mi corazón se acelera y me doy cuenta de que como ha dicho Erica, ya es demasiado tarde, mi corazón ya anhela a Emma y no puedo hacer nada por para estos sentimientos.

Una vez hemos terminado de desayunar, la cojo de la mano y la dirijo al salón.

-He de atender mis asuntos, ¿estarás bien sola?-pregunto apretándola contra mí.

-Sí, no te preocupes, estaré bien- dice dedicándome una sonrisa que sé que me quitará el sueño.

-Mira, si sigues el pasillo recto al final a la derecha está la biblioteca, sé que te gustará- digo y al pronunciar esas palabras sus ojos se llenan de alegría y emoción.

-Te esperaré allí entonces, tú haz lo que tengas que hacer- me dice mi castaña mientras se pone de puntitas y me da un beso en los labios, ese simple roce hace que mi corazón se vuelva loco y ansío apretarla contra mi cuerpo y ser uno solo con ella.

La dejo ir y me dirijo hacia el despacho de Cristian. Necesito hablar con él sobre nuestros negocios. Y así poder sacar de mi mente a Emma.

Emma

Voy por el pasillo que Alan me ha indicado, estoy ansiosa y curiosa por conocer su biblioteca, sin duda debe ser enorme y pensar en libros me vuelve loca.

Cuando ya estoy casi al final del pasillo veo a Erica salir de la puerta que hay justo enfrente de la biblioteca, me mira y me sonríe. No es una sonrisa sincera sino una sonrisa con malicia. No entiendo porqué no me soporta pero yo no he hecho nada y si Alan quiere que me quede con él lo haré.

Cuando estoy enfrente de la biblioteca no puedo evitar mirar la puerta que está en frente. Esa que Erica ha dejado entreabierta y por la que siento una increíble curiosidad. Sin duda ese es mi mayor defecto, la curiosidad. Muchas veces me ha traído problemas pero no lo puedo remediar.

Me asomo un poco por la puerta y veo que es un despacho. No hay nadie en él, ni tampoco por el pasillo así que dejándome llevar por mi parte curiosa entro y en ese mismo instante sé que es el despacho de Alan. Está impregnado con su olor y está todo en perfecto orden. Sin duda es de Alan.

Tal vez aquí pueda saber algo más de él que lo que él mismo me ha dicho.

Rodeo su escritorio de madera oscura y me siento en su enorme sillón de cuero negro. Todo parece muy oscuro pero muy elegante y distinguido, sin duda es el vivo reflejo de Alan. Su ordenador está apagado pero tampoco soy tan curiosa como para invadir su intimidad.

Aunque me fijo en un papel que hay delante del ordenador, justo en medio de la gran mesa. Lo cojo y con el tacto adivino que no es un papel sino una fotografía. La acerco a mí y la observo. En ella se ve a una mujer hermosa, con el pelo oscuro como el de Alan, unos ojos esmeraldas como los suyos y una sonrisa que llena de paz a quién la mira. Me fijo en quién la acompaña en la foto. Un niño de unos seis años más o menos. Con el pelo hecho un desastre pero de un perfecto color cobrizo, y unos ojos esmeralda que sin duda pertenecen a Alan. Eso significa que esta mujer de la foto debe ser la madre de Alan.

De repente la puerta del despacho se abre y me sobresalta, levanto la vista y ahí está Alan. Me mira y cuando ve la fotografía que sostengo entre mis manos su semblante cambia, sus ojos se oscurecen y su mirada parece helar más que el propio hielo. Está rígido y parece enfadado, ahora mismo no me mira como siempre lo hace, me mira como si quisiera arrancarme la foto de las manos y hacerme desaparecer.

Después de unos instantes mirándonos y sin que ninguno diga nada, es él quién rompe el silencio.

-¿Quién te ha dado permiso para entrar aquí?- grita mientras se apresura a llegar hasta mí y me arrebata la fotografía

-¿Es tu madre?- pregunto temiendo su reacción

-Yo no tengo familia y ¡deja de tocar mis cosas!- cuando grita así me da miedo, pero creo que no me hará daño así que sacando valor de algún lado respondo a sus gritos.

-No puedes ser un sin familia, tienes que tener un pasado- digo queriendo saber más de él

-Hazte a la idea que soy un hombre sin pasado- mete la fotografía en un cajón que cierra con llave dejando claro que esta conversación ha terminado aunque no para mí.

-No puedo hacerme a la idea de algo así, Alan yo te he hablado de mí y necesito saber más de ti- digo intentando calmarle con la voz más dulce que soy capaz.

En cambio él me mira de forma gélida y con un tono que no deja ver ningún tipo de sentimientos me dice:

-Ahora le digo a Cristian que te lleve a casa-dice dándose la vuelta y dirigiéndose a la puerta.

-Creí que me acompañarías tú- digo con la voz ahogada y unas terribles ganas de llorar.

-No, te llevará él, ahora ¡sal de mi despacho!- ese último grito que me da me asusta y salgo corriendo de allí, sin mirar atrás. Pero cuando llego al salón me topo con un chico de pelo castaño y bastante despeinado que me mira y me dedica una débil sonrisa mientras que la rubia que está bajando por las escaleras me sonríe ampliamente.

-Yo te llevaré a casa, soy Cristian, vamos- me toma del brazo y me saca de esa casa mientras la miro y creo que no voy a volver aquí jamás.

Con solo una mirada conquistaste mi corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora