Capítulo 11: Protegida en tus brazos

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Emma

Las lágrimas recorren y mojan todo mi rostro, estoy asustada por todo lo que ha pasado, nos han disparado y Alan está herido. Solo quiero verle y estar con él pero me encierra aquí y me siento impotente. Solo puedo llorar y esperar verle pronto.

No sé cuánto tiempo llevo detrás de esta puerta llorando, pero estoy sin fuerzas. Llorar siempre me ha agotado y los ojos rojos e hinchados me empiezan a pesar. Necesito dormir.

Me levanto torpemente del suelo y como puedo me subo a la enorme cama. Está helada y solitaria, ahora mismo necesitaría unos brazos que me abrazaran fuerte y me hicieran sentirme protegida. Lo que más me asusta es que sé que brazos quiero a mi alrededor y sé que nunca los voy a tener. Él es demasiado hombre para una chica tonta como yo. Pero soñar cuesta tan poco, aunque debo soñar con cuidado pues los últimos sueños que recuerdo eran pesadillas.

Me dejo caer en la cama y me abrazo a mí misma intentando no sentirme sola. La soledad me aterra, y saber que cerca está la persona que ansío abrazar y que no puedo salir de estas cuatro paredes porque él así lo ha querido me rompe el corazón. Creí que hoy sería un gran día, uno de esos que jamás olvidas aunque pasen muchos años. Y al final, ha sido un día de los que no olvidas por ser horrible. Cierro los ojos y me dejo llevar al lugar donde viven los sueños.

Otro día lluvioso en Chicago, aquí pocas veces sale el sol y cuando lo hace ni siquiera te da tiempo a disfrutarlo. Nací aquí y puedo contar los días de sol con una sola mano.

La clase de biología es más de lo mismo, todos los años hacemos las mismas prácticas de laboratorio y excepto por la novedad de que cada año cambiamos de compañero de laboratorio, el resto es igual. Prefiero la clase de literatura, me encanta leer y puedo devorar un libro entero en apenas unas horas. Seguramente por eso no soy popular y no me importa, eso me da más tiempo para dedicarme a adentrarme en el mundo de las novelas y los romances, de los dramas y las comedias. Adoro obras maestras como Romeo y Julieta o la increíble pasión de Christian Grey y sus cincuenta sombras.

En lugar de escuchar al maestro de biología, me dedico a mirar por la ventana y ver las gotas de lluvia resbalando por el cristal. Con un día así solo me apetece ir a casa y acostarme en la cama con uno de mis libros.

Me pongo mi cazadora verde y salgo del instituto a buscar mi sencillo coche, podría correr pero seguramente alguien terminaría llevándome al hospital y esa idea no me entusiasma. Me siento en el asiento del conductor y espero a mi hermano Alex, como siempre él siempre sale el último de clase. Es un año menor que yo así que todavía no puede conducir y aunque pudiera dudo que nos podamos permitir dos vehículos aparte del de mi padre. Por fin veo su cazadora amarilla, es fácil de identificar porque es única. Sonrío al verle correr sabiendo que él ha heredado la buena coordinación y yo la pésima.

Cuando entra dentro del coche me dedica su sonrisa genuina que me derrite el corazón, así es Alex, un oso amoroso de tamaño reducido, por suerte de los dos soy la más alta y eso contando que soy bastante pequeña. Pongo en marcha la camioneta y entonces me acuerdo que he dejado mi libro en la taquilla, lo necesito para un trabajo de literatura y aunque me sé el libro de memoria tengo que volver a por él.

-Tengo que ir a mi taquilla, espera aquí Alex- digo intentando que me haga caso, cosa que pocas veces sucede.

-No Emma, yo iré. Así luego nos ahorramos el atasco- dice mientras sale del coche y se encamina hacia el instituto. Mi hermano sabe perfectamente la combinación de mi taquilla se puede decir que no tenemos secretos. Somos confidentes el uno del otro y siempre será así. Estoy muy agradecida con la vida por haberme regalado a Alex ya que mis padres no tenían intención de tener más hijos. Por suerte para mí eso no se cumplió.

Con solo una mirada conquistaste mi corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora