En Nueva York era como medio día cuando llegué luego de haber viajado un poco más de siete horas desde Londres, el cambio de horario era fatal para mi reloj biológico. Al llegar Ben, el chofer de mi padre, se encontraba junto a la puerta de desembarque con un cartelito y mi nombre escrito sobre el; estaba serio, casi parecía enojado. Al verlo supe que el accidente que sufrió mi padre fue mientras el mismo conducía y no Ben, su chofer.
- Bienvenida señorita. - saludó sujetando mis maletas.
- Hola, Ben. - saludé intentando ayudarlo sujetando por lo menos mi valija más pequeña.
- ¿Quiere ir a casa a que Amelia le prepare algo rico de comer?
- Quiero que te dejes de tonterías y me lleves al hospital junto a mi padre.
- Bien, entonces vamos al auto.
- ¿En qué hospital está? - pregunté apretando el botón para llamar al elevador.
- Bellevue Hospital Center, como a unos treinta minutos de aquí.
Asentí con la cabeza y durante todo el viaje en ascensor hasta el subsuelo dos del estacionamiento no dije ni una sola palabra.
- ¿Sabes si está grave? - me animé a preguntar.
- Collins - dijo - Soy un simple chofer a mi nadie me dice nada más que el nombre un restaurante o de una calle.
- Lo siento. - me arrepentí de haber preguntado.
- Amelia te envía esto. No sé como supo que no te irías a tu apartamento. - susurró ya dentro de la camioneta pasándome una bolsa de papel con un pote dentro. - Macarrones con queso - sonrió a través del espejo.
Apenas abrí el contenedor lleno de macarrones con queso y el olor invadió todo el automóvil, vi como Ben frunció levemente su nariz y lentamente bajo sus ventanillas mientras encendía el motor.
Luego de cuarenta y cinco minutos de viaje en automóvil por fin habíamos llegado al hospital. Antes de que Ben lograra encontrar un lugar para aparcar literalmente me tiré del coche y corrí hacia la entrada, escuché como gritó asustado tras mi salida suicida de la camioneta. Llegué a un mostrador y una mujer vestida de blanco estaba parada al otro lado mirándome asustada.
- Collins - dije agitada - Christopher Collins.
La mujer escribió algo en un computador, hice un gesto raro con la cara y se dignó a hablar:
- Cuarto piso, habitación 111.
- Gracias. - grité para que pueda oírme cuando ya había empezado a correr nuevamente. El elevador no era una opción para llegar rápido al cuarto piso ya que había mucha gente esperando por el servicio, la única solución que encontraba era las escaleras. Normalmente no suelo pensar mucho en las consecuencias de mis actos y por ello suelo cometer varios errores, como por ejemplo ahora.
Sí llegué más rápido al cuarto piso pero por poco y no sufría un paro cardíaco, estaba sudando como jamás en la vida lo hice, con mis zapatos con un poco de tacón en mis manos y mi cara de seguro roja como un tomate.- ¿Señorita Collins? - Esa voz la conocía de algún lado.
- ¿Savanna? - pregunté. Tenía una taza de café humeando en sus manos y estaba parada frente a una puerta con el número 103, sabía que la habitación de mi padre estaba al doblar la esquina de este pasillo.
- Helen, quiero que te relajes. - la miré con un rostro serio y ella continuó:- Estamos en un hospital, intenta no hacer mucho barullo, ahora sígueme.
La seguí por todo el pasillo, el sonido de sus tacones retumbaba y su perfume invadía el ambiente. Estaba pensando en que le diría a mi padre cuando lo viera pero en ese momento Savanna abrió la puerta de una habitación
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Sólo olvida todo.
Novela JuvenilEl primer amor tal vez no sea siempre el indicado, ¿o sí? Novela registrada en Safe Creative Código: #1502213301381 Todos los derechos reservados.