Sweetest goodbye.

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Después de todo firmé el documento luego de pasar varias horas leyendo cada ítem, analizando cada palabra y asegurándome de que no estaba cometiendo un error; dudosa aún no convencida del todo caminé hacia él y pude ver en su rostro maldad y satisfacción. Toda esta pesadilla había acabado.

– Hasta luego, señor Gonzales. - suspiré mientras abandonaba su clase, este fue el último examen que entregaba en el año, por fin volvía a ser libre.

– ¿Cómo te ha ido? - Andrea, una nueva amiga con una sola cirugía me estaba esperando afuera. – Te he esperado por más de una hora, creí que ya nunca saldrías.

– No exageres. - gruñí, la quería era mi nueva amiga pero algunas veces simplemente me dejaba de caer bien, era como si por un momento cuando no estaba me sentía vacía y al otro momento cuando estaba solo deseaba que desapareciera.

– ¿No quieres ir a tomar algo con los chicos para celebrar que se acabaron los exámenes?

Por "los chicos" se refería a un grupo de cinco muchachos y tres chicas los cuales hablaban mal y se burlaban de ella.

– Por décima vez Andrea, esos chicos los cuales tú consideras amigos, se burlan de ti cuando no estás. - estaba harta de cuan mínimo se quería a ella misma.

– De nuevo con eso. - habló entre dientes. – Son mis amigos te guste o no.

– Me alegra saber que tienes amigos de tan alta calidad. - bromeé y la oí bufar – Nos vemos luego.

– ¿Adónde vas?

– No te importa. - la vi cruzarse de brazos. – Al hospital. - le sonreí, cerré mi casillero y me alejé dejándola sola en los anchos pasillos del instituto.


– ¿Alguna novedad? - pregunté al médico de turno. Por fuera mi padre se veía espectacularmente bien, las heridas ya habían sanado y los moretones habían desaparecido pero, por dentro quizás esté aún algo descompuesto.

– Lo siento, no vemos muchas mejoras.

Me han explicado miles de veces que es lo que hace que mi padre aún permanezca en coma y lo he intentado de entender todas esas miles de veces pero simplemente son palabras que no entiendo.

– Hola. - como todos los días hacia presencia.

– Hola. - respondí.

– Vuelvo más tarde. - el doctor ignoró a Oliver y se marchó.

– Cuanta educación. - se quejó aunque no me digne en responder.

– Le he dicho a tu padre que no es necesario que te haga venir todos los días, estoy bien sola. - dije luego de un largo silencio.

– Primero hay algo que debes saber y es que nadie me obliga a venir, vengo solo porque temo que si estás sola aquí te tires del balcón.

– ¿Te preocupa que siga con vida? ¿En serio? - reí. Si yo moría él y su padre se quedarían con todo, que me tire del balcón no le preocupaba, le convenía.

– ¿Ya tienes pareja para el baile? - cambió de tema.

– ¿Crees que tengo ganas de asistir a un baile?

– Te haría bien. - susurró.

– Por si no te diste cuenta tengo cosas más importantes en que pensar más que en qué vestido me pondré o quien será mi cita.

– Aún puedo cancelarle a Brittany para llevarte... - solté una risa interrumpiéndolo.

– Ni lo sueñes, Oliver.

Sólo olvida todo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora