Capítulo uno.

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[EDITANDO]

Eran aproximadamente las dos y media de la mañana cuando por fin logré quedarme dormida sobre una pila de ropas, no tuve la fuerza suficiente para quitarlas de mi cama antes de quedarme dormida así que creo que las tendré que volver a planchar mañana.

Mi padre, Christopher me había acompañado esa tarde al centro comercial, solo compré  cosas sumamente necesarias para mi viaje como mucha ropa nueva y golosinas americanas ¿qué haría si en Inglaterra no tienen las que hay aquí?

Christopher es un excelente compañero para hacer compras, sujeta mi bolso cuando entro a probadores y carga con todo lo que compro mientras yo sigo buscando que comprar y es genial ya que siempre se queda dormido en los sillones del local y jamás me apura, puedo probarme cuantas cosas quiera y él nunca está consciente del tiempo que lleva sentado en ese lugar. Pero, un mejor compañero que él es Benjamin Franklin que espera paciente en el bolsillo de mi padre hasta que me toque pagar. Mi madre era la encargada de traerme al centro comercial antes de que muriera, ahora es mi padre quien tiene que hacerse de tiempo para acompañarme.

Sandra mi mamá, murió de cáncer cuando yo tenía apenas trece años, ella era la persona que siempre estaba conmigo cuando papá salía de viajes de negocios y se iba por alrededor de seis días tres veces al mes. Ella era muy amigable, atenta y tierna, tenía innumerables amigos alrededor de todo Estados Unidos y para mí suerte los hijos de sus amigos rápidamente se volvían mis amigos.

Samantha Ross, mi mejor amiga, la conocí en una reunión de mi padre en California cuando tenía apenas cinco años, en ese entonces ambas éramos unas niñas flacuchas, ella tenía los ojos saltones con la nariz puntiaguda y cabello café claro. Actualmente tenemos dieciséis y vivimos en el mismo edificio en el centro de Nueva York.

Christopher es el hombre más ocupado que conozco, sé que no lograría vivir sin sus cinco celulares los cuales suenan cada diez minutos intercaladamente.
Mi vida diaria con él es un poco caótica y estresante, durante la cena bajo obligadamente al comedor para cenar con él, cosa que resulta ser solo una pérdida de tiempo ya que nunca suelta el maldito teléfono obligándome a escuchar aburridas charlas sobre nuevos proyectos arquitectónicos durante todo lo que dure la comida.

En una cuantas horas más, tomaré mis maletas, abordaré un avión, y me dirijiré junto con Sammy a Inglaterra, a un internado en el cual mi padre había estudiado cuando era adolescente, el colegio tiene más de cincuenta años de trayectoria y es ahí donde pasaré diez meses lejos de casa, lejos de mi padre y lejos de todo el tráfico de las calles de Nueva York.

Sólo olvida todo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora