Capítulo dos

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No podía odiar más a algo que a mi despertador, tiro una de mis almohadas en dirección al aparato y escucho el sonido del plástico caer haciendo que su odioso sonido pare

– Mi padre me matará – gruño adormilada

– ¿Haz vuelto a romper otro despertador? – oigo la voz de mi amiga 

– No se rompió – digo tapando mi rostro con mis manos para evitar que los rayos del sol que entraban por mi ventana me lastimen los ojos – A las que tenemos ojos azules nos lastima el sol, Sam – bromeo y Sam ríe, me recuesto por la pared y la miro

– ¿Ojos azules? Tus ojos son más marrones que un grano de café – me dice dejando de sonreír

– Bajo en 15 minutos – anuncio poniéndome de pie y empujando a Sam fuera de mi habitación, pongo el seguro a la puerta y corro al baño a darme una ducha.
(...)

Agarro la ropa que había elegido para mi outfit de hoy, el cual consistía en un short de jeans desteñido con una blusa color blanca con un diseño, una camisa con rayas blancas y azules y unas vans grises, nada fuera de lo normal.
Aprovecho que mi cabello está mojado y lo desenredo con mis dedos, me pongo un poco de máscara, delineador negro y labial sin brillo, sólo porqué sentía mis labios muy secos, rápidamente agarro mis maletas y mi celular bajando con saltitos los escalones de la larga escalera en dirección al comedor para desayunar antes de nuestro vuelo a Inglaterra, frente a la barra de bebidas, Sammy está sentada mirando la televisión, frente a ella en mesada de mármol hay dos tazas transparentes de café negro con tostadas y un pote de mermelada

– ¡Al fin bajas! Se nos hizo un poco tarde así que nos debemos apurar si no queremos perder el vuelo – me dice empezando a deborar sus tostadas, me siento a su lado y muerdo una de las tostadas que ya se habían enfriado, me gusta el pan tostado caliente y recién hecho

– Ya vamonos – digo luego de acabar con mi desayuno, me pongo de pie y camino lentamente hasta la puerta arrastrando mis maletas con dificultad, mi padre baja del auto rápidamente y me ayuda a subirlas a la valijera dónde ya se encontraban las otras dos maletas de Sam

– Muy bien chicas, cinturones de seguridad – dice mi padre una vez que todo ya estaba listo para poder irnos, lo obedecemos sin decir nada y pocos sengundos después ya estamos en movimiento.
(...)

Camino al aeropuerto nadie decía nada, mi padre tenía la mirada fija en la ruta, Sam utilizaba su móvil y yo miraba las calles de Nueva York en un intento de despedirme de ellas.
Al llegar al aeropuerto mi padre nos acompañó hasta llegar al lugar dónde debíamos abordar.

– Helen – me llama mi padre agarrándome del brazo, me volteo hacia él y lo veo a los ojos – Te extrañaré –me dice sonriendo con un gesto de tristeza

– Yo támbien papá – le contesto intentando sonar lo más sincera posible, me da un fuerte abrazo y luego de unos segundos me suelta, doy media vuelta sin mirar atrás y camino hacía Sam quién me habla sin parar apenas me pongo a su lado, aunque la verdad no le presto mucha atención, sólo miro por última vez a mi padre y lo veo de espaldas corriendo hacia la salida para no llegar tarde a su trabajo, típico, pienso mordiéndome las uñas.
(...)

Una vez dentro del avión podía sentir que vomitaría en cualquier momento, me había olvidado mencionar que los aviones me dan miedo, mala idea ver películas dónde los aviones caen desde muy altas alturas una semana antes de subirte a uno

– ¡Inglaterra! – Chilla Sam y yo sonrío con dificultad pensando cuales serían mis posibilidades de vivir si éste avión cayera.

Sólo olvida todo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora