Tres.

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Dante sonreía y asentía de acuerdo a todo lo que le decía ese tarado, me enfermaba con tan sólo verlo pero sabía perfectamente que lo hacía por compromiso. Hace diez minutos que estaba parado del otro lado del mostrador hablándole seguramente de puras estupideces y desconcentrándolo de su trabajo. Parecía un simple amigo que se acercaba a hablarle, ya que ni siquiera tonteaba con él de la manera que quizás podría hacer yo, pero el hijo de puta conseguía algo y era su atención.

Me levanté de mi asiento y llevé los anteojos por encima de mi cabeza para acercarme, puse mi mejor sonrisa y me acerqué al mostrador pegándome al lado del estúpido.

—Hola Dante.

—Hey, Cam...Cali. —sonrió encimándose para saludarme con un beso, yo sonreí y le di un beso en la mejilla también. — ¿Todo bien?

—Sí, ¿Ya tenés las copias impresas? Le tengo que devolver el libro al profe.

—Ah, sí, sí, esperame un segundito que las busco. —me dijo y se fue rápido detrás de la fotocopiadora para entrar al cuartito de libros ya hechos, miré de reojo a mi contrincante y estaba apoyado de frente.

—Cali, con que así te llamas.

—Camila para vos. —le dije secamente, él se rió mordiendo un pedacito del plástico del anillado.

—Para mí sos la interesada de lo ajeno.

—Ay por favor, ajeno va a ser cuando sea de alguien querido, y tuyo de seguro no es así que no jodas.

—Está re bueno que seas segura, pero dejalo mejor para el espejo porque acá ya tenemos la guerra ganada, yo que vos ni me esforzaría por comprarme la armadura.

—Acá están. —dijo Dante poniendo la fotocopias a mi agarre junto al libro, yo le sonreí. —Son ciento cincuenta.

—Buenísimo.

—Ah Cali, esta semana me tomé las tardes, así que cuando quieras me llamas y arreglamos para hacer algo.

—Genial, dale, te llamo en cuanto venda la armadura. —tosí un poco, él frunció el ceño aceptando mi plata y se dio la vuelta para buscar el cambio.

— ¿Eh?

Miré al tarado inmune a la situación y le guiñé el ojo, no se le movió más músculos que el inevitable que hacía con los dientes al morder el plástico, pero no pareció afectarle cuanto quise. Recibí el vuelto con la mirada perdida de Dante.

—Que te llamo en cuanto termine la locura, de los exámenes.

—Ah, genial dale.

—Nos vemos Dante, gracias. —me aproximé como él a saludarlo por encima del mostrador y me fui chocándome a propósito con el chico. —Uh, no te vi, sorry.

Abracé los libros a mi pecho y me fui de la biblioteca, con una sonrisa de par en par por sentirme ganadora de la lucha, la que él impuso que sea así. Si quería jugar a la guerra, guerra iba a darle.

—No estaría bueno que Dante se entere que estás de novia eh. —me dijo igualándose a mi andar, yo no lo miré y tampoco sentí su mirada sobre mí, por lo que le hablé al aire.

—No tengo novio, pero tampoco estaría bueno que se entere de donde saliste el viernes cuando precisamente querés entrar en él.

—No se tiene por qué enterar.

— ¿Y por qué debería enterarse que tengo novio según vos cuando no es así?

—Tampoco debería enterarse, yo dije que no estaría bueno que lo sepa.

¡Va a ser mío!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora