Treinta y cuatro.

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 Sabía, lo sabía perfectamente, esa novela sí la había visto alguna vez y evidentemente él también, pero por más intentos de recordar los diálogos de la protagonista, no creía que iba a funcionar decirle que no era él, era yo, cuando en realidad sí era él y su forma tan efusiva de ser con respecto a nuestra relación.

Respiré hondo y agaché la mirada unos minutos, concentrándome en estudiar las palabras correctas para no herirlo, no se lo merecía a pesar que yo lo había usado toda la semana para olvidarme de Lautaro, al fin y al cabo él hacía lo mismo pero no lo merecía.

—Dante yo... no sé cómo no ser cruel con vos, sabés lo que yo pienso...

—Pero las cosas cambiaron Cali, al menos eso estuve creyendo.

—Sí pero... desde un principio supiste y de hecho compartiste mis ideales. —le dije mirándolo a la cara, como debía ser a pesar que era cruel. —cuando vos quisiste volver yo acepté pero con la misma idea, y lo sabías.

—Bueno sí, pero pensé que había cambiado algo, quizás es mi culpa por creer cosas que... fueron evidentes Cali, no me lo podés negar.

—No te lo niego, pero entonces debería echarme la culpa porque no fue mi intención hacerte creer cosas que no esperaba, yo no pensé que te ibas a sentir así...

—Cali desde marzo que salimos, era un poco obvio que pasara por más idea que tuvieras fija a querer solamente sexo, porque si era sólo sexo entonces no hubieses actuado como lo hiciste toda la semana, como si fuese real.

—Perdón, no sé qué decirte. —murmuré y él suspiró mirando hacia otro lado. El restaurante estaba lleno, por lo que nadie podía escucharnos ya que todos estaban en sus conversaciones, sin embargo no evitaba que me sintiera mal que haya alguna chusma.

—Capaz estás confundida... me cuesta creer que fingiste que la pasaste bien todos estos días, o que sólo te importa el sexo cuando accedes a que pasen otras cosas.

—Puede ser.

—Decime por favor qué sentís, no te estoy pidiendo matrimonio, quiero avanzar un poco más pero soy capaz de esperar si crees que vas a aclararte.

—Si lo hiciera, quisiera que fuera sola. —le dije incapaz de mirarlo a los ojos.

—No entiendo ¿querés un tiempo para aclararte?

—Sí.

— ¿Y tan difícil era pedir eso? —preguntó y yo lo miré de repente. —Obvio que te voy a dar tiempo Cali, no estoy apurado pero... quisiera que seas clara al final de ese tiempo, tampoco me quiero ilusionar.

—Dante es que...—me tiré hacia atrás en mi silla para mirarlo con la mayor sinceridad que podían expresar mis ojos. —yo pensé que te había quedado claro, cuando me pediste vos el tiempo te lo dejé muy claro.

—Sí pero las cosas cambiaron, lo estás admitiendo, te doy el tiempo pero no quieras escapar de lo que podes llegar a sentir, prometeme por favor que no vas a escapar.

—Lo prometo.

Pero no tenía nada de qué escapar, porque no sentía nada por él y me molestaba un poco ser fría al respecto, no era un mal chico, era un poco molesto pero dentro de todo se la estaba jugando, hasta cuando le revisé el teléfono me di cuenta que ni siquiera con Lautaro había hablado, era obvio que quería escaparse de todo ese mundo y ya entendía que se estaba aclarando, pero no cometió la mejor acción en elegirme a mí para eso, porque Dante se había enamorado y a ese juego yo no podía jugar, no quería tampoco.


Volvimos antes de lo estipulado y reconsideré la propuesta que me había hecho mi hermano, dejarlo para volver a pasar mis verdaderas vacaciones. Fue divertido o al menos tuve una semana intensa referida al sexo, pero nada de lo que quisiera volver a repetir ya que si bien estaba un poco resentida con Lautaro, no podía dejar de pensar en lo molesto que debía estar para ni siquiera contestarme un mínimo mensaje. No quería hacerme cargo de su enojo, él no me comprendió como esperaba que lo hiciera, pero no podía negar que lo extrañaba y no me di cuenta de lo importante que se había vuelto hasta que actuó como un estúpido.

¡Va a ser mío!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora