Veintiséis.

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Las cinco y media de la tarde marcaba el reloj de mi celular y apenas podía moverme, agradecía no haber tomado mucho porque el único dolor que sentía era un malestar en el estomago y de por sí la pesadez del cuerpo después de una noche muy acelerada.

Nada de lo que había pasado en la noche esperaba que realmente sucediera, ni siquiera verlo a Dante y negarme a que me siguiera besando, sin embargo lo peor no fue aquello, lo peor fue la pelea entre Sebastián y Lautaro y que no lograba entender, de repente tenía esos mensajes de él diciéndome que no iba a ser de Lauti pero yo no recordaba alguna vez haber sido de él, y mucho menos de Sebastián como un objeto que se disputaban, por lo que su amenaza me tenía sin cuidado, pero sus advertencias me confundían.

Me di la vuelta y Lauti empezaba a despertarse, así que me senté en la cama y esperé a que abriera los ojos y se encontrara con la realidad de la que se había desconectado en la noche, la resaca iba a acompañarlo durante todo el día y puede que se lo mereciera por todo lo que tomó e hizo en su propia casa.

— ¿Qué pasó? —preguntó con una mueca de dolor cuando se sacó la gasa que le había puesto en la nariz, tenía un poco de sangre y la miró extrañado

— ¿Qué crees que puede haber pasado después que tomaste como si hubiese sido la última vez?

— ¿Quién me pegó?

—Sebastián. —le dije y me miró más confundido pero entendió rápido y levantó ambas cejas. —te peleaste con él, vomitaste hasta el hígado y no te pude bañar, sos muy pesado para mí pero por lo menos ya estás mejor, voy a pedirle a Marta que te haga algo de comer, andá a bañarte así cuando salís te curo los cortes.

—Me duele todo.

—No es para menos, dale, andá que te va a sacar la pesadez.

Yo me levanté y me lavé los dientes rápido mientras él luchaba para sentarse, no era fácil levantarse tan rápido de la cama pero cuando salí del cuarto al menos lo intentaba sufriendo al máximo su resaca y golpes que ya tenía marcados.

Me daba un poquito de vergüenza pedirle algo a su empleada, pero la mujer ya limpiaba el desastre de afuera y no quise interrumpirla, adentro ya estaba todo reluciente y con cautela abrí su heladera.

—Buenos día, buenas tardes en realidad. —se rió un poco ella y yo me di la vuelta rápido, con la sangre bombeándome del susto. —disculpe que la asusté.

—Buen día, yo... eh, ¿quiere que la ayude a terminar ahí?

—No, para nada, son horas extras para mí así que prefiero hacerlo sola, me imagino que están con hambre ¿la pasaron bien anoche?

—Mmm sí, relativamente bien.

— ¿Pasó algo?

—Lauti se peleó con un chico pero está bien, por suerte.

—Ay no, ¿cómo que se peleó con un chico? —preguntó preocupada. — ¿Qué le pasó?

—Sí, igual está bien, se está bañando pero tiene hambre, ¿sabe dónde hay pastillas analgésicas?

—Sí, sí, ya mismo te doy, ¿prefieren el almuerzo o la merienda?

—Creo que el almuerzo va a ser mejor. —hice una mueca, a pesar que eran más de las cinco de la tarde necesitábamos algo más fuerte. Me fui cuando prometió llevarnos todo y al entrar al cuarto, Lauti salía del baño.

—Me duele todo, ¿estás segura que nadie me cogió?

—Segura, ahora Marta te va a traer un analgésico.

¡Va a ser mío!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora