Dieciocho.

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Sebastián tenía una forma única de atraerme a querer más y más en cada encuentro, no entendía por qué y tampoco me quejaba, mi estado físico lo soportaba y emocionalmente lo disfrutaba de una manera igual a la él, único. Lo bueno que viviera solo a sus veinticuatro años eran demasiados puntos a mis notas mentales que agregar, porque hacía lo que quería y me dejaba hacerlo también, a tal punto de sentirme la dueña por el día que pasé para dormir con él, y eso fue extremadamente bueno para la necesidad que hace tiempo venía teniendo.

—Lauti no sabe que nos estamos viendo ¿no?

—No. —le dije y me di la vuelta cuando él llegó con sus besos a mi cintura, había hecho un gran camino con ellos desde mi cuello hasta ahí, pero para hablar quería verlo. —No importa ¿no?

—No, pero no le digas.

— ¿Por qué?

—Después te cuento, por ahora mantengamos el secreto. —dijo cerniéndose sobre mí para acariciar mi mejilla. —No va a ser un problema mantenerlo para nosotros, lo prohibido me gusta más.

— ¿Hay algo de prohibido en esto?

—Digamos que no quiero celos entre nosotros, me gusta así.

—No entiendo, Lauti es gay y básicamente él me entregó a vos.

—Mantengámoslo así que es más divertido. —me mordió el labio y yo cerré mis ojos aspirando su cercanía cuando entró en mí.


Lauti había dicho que no debería sentirme una puta por disfrutar de mi sexualidad, por acostarme con dos hombres a la vez como si fuese una, no lo creía pero tampoco lo pude comprobar mucho porque cuando él me dijo que volvió a ver a Dante, cuando yo quise intentarlo su respuesta no fue tan positiva y eso fue motivo de hablarlo durante casi toda la madrugada al teléfono.

—Yo quería verle la cara cuando lo encuentre con vos.

—Yo también. —bostecé y le contagié el bostezo, lo que me causó gracia. —pero no voy a dejar que pase simplemente, lo vamos a hacer.

—Pero en cierta forma conseguimos lo que queríamos, confundirlo un poco.

—Sí pero esto es para confundirlo más, porque no se está negando a mí, no quiso que sea como el otro día.

—No sé Cali, estamos jugando con su cordura, esto termina en psicólogo.

—Se supone que hay que hacer bien nuestro trabajo para que no se confunda.

—Se va a confundir igual, los dos trabajamos bien.

—Sí pero creo que...

—Habría que hacerlo dar un paso más, ¿por qué no se lo presentas a tu familia?

—Podría ser... eso lo convencería de la seriedad que está tomando nuestra relación.

—Después de todo conmigo nunca lo haría. —suspiró y yo me giré en la cama para no cerrar los ojos del cansancio que tenía.

—Pero pueden dar otro paso, tenés que hacer que te desee y que te busque.

—Antes debería conseguir con quién, Daniel no quiere saber más nada, renunció.

— ¿Hasta ese punto los afectas? —pregunté riéndome un poco. —Pobre, ¿se enteraron?

—No pero dice que lo confundo, uno más pero con ese me resigno, nadie sabe disfrutar del sexo sin confundirse.

— ¿Vos no te confundís?

—No, porque sé divertirme.

— ¿Y Dante, no te confunde?

¡Va a ser mío!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora