Treinta y tres.

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 Había una sola cosa cierta que pude sacar con claridad durante todo el viaje: Le diría a Dante que no quería ser su novia y para agregar, no me iba a volver con él en auto. Prefería pagar demás pero no iba a volver a ser capaz de soportar dieciocho horas más en un mismo lugar con él. No era un mal chico, pero era insoportable para la paciencia que yo no tenía y el malhumor que desataba en mí era incontrolable, tuve que fingir dormirme las últimas cuatro horas y consideré que fue la mejor actuación que había hecho en mi vida, porque de verdad me dormí y no abrí los ojos hasta que Dante llegó al barrio de mi hermano y buscó la numeración que yo le di con anterioridad.

—Es ahí. —le indiqué el edificio que recordaba y cuando estacionó enfrente, me bajé para tocar el timbre de su departamento. Me acerqué al micrófono cuando escuché que levantaron el teléfono.

— ¿Hola?

— Sabri, soy yo Cali.

— ¡Ay Cali! —gritó contenta y yo sonreí aliviada de haber llegado al fin. — ¡Ya les abro, suban dale!

Le dije a ambos que iba a llegar con Dante, mi hermano no estaba muy emocionado con eso pero mi frustración le hizo entender que no importaba con quién llegara, sólo si lo hacía para desconectarme un poco de todo lo que dejé en casa, obviamente conmigo me había traído varias cosas, la angustia y enojo eran claros ejemplos, la melancolía también después de seguir pensándolo.

—Estás tan linda, qué alegría que hayas podido venir, Nico desde temprano está exaltado. —me dijo ella agarrándome de las mejillas, yo me reí porque daba fe de eso.

—Es bueno estar acá, tenía muchas ganas de verlos.

—Nosotros también, bueno a vos también... ay ¿cómo me dijiste que te llamabas? perdón es que la emoción...

—Dante, no pasa nada.

—Dante sí, lo tenía en la punta de la lengua. —se rió llevándome con ella a la cocina. —pónganse cómodos, ya casi va a estar el fideo y Nico viene enseguida.

—Le tocó trabajar de tarde ¿no?

—Sí pobrecito, a cada rato me mandaba mensajes preguntándome si ya habías llegado para salir antes, pero ahora ya no le queda otra que quedarse a completar el horario.

—Qué mal.

—Dante cambiá de canal si querés, ponete cómodo, como en tu casa.

—Bueno gracias. —le dijo él desde el comedor y vi la sonrisa cómplice de mi cuñada cuando nos apartamos en la cocina, pero no pude corresponderle de la misma manera.

—Me gusta, lo apruebo ¿ya son novios?

—No, pero no le voy a decir lo contrario a Nico porque se va a enojar ¿no?

—Mmm lo va a entender, ¿pero qué pasa con esa cara, no estás contenta de haber venido con él?

—No sé, yo...—suspiré negando, no iba a mentirle y su expresión cambió con incertidumbre. —después lo hablamos ¿sí?

—Me preocupas Cali, ¿pasó algo?

—No, nada, tranqui. —intenté sonreírle y miré su salsa, las que tanto había extrañado los domingos al mediodía cuando no había asado y nadie quería cocinar.

Nicolás estaba tan contento con mi visita que fingió su dureza con Dante, al pobre le hizo pasar media hora de plena tensión para después de darle el sermón de su vida aprobara su visita, o al menos otra opción ya no le quedaba.

Cenamos hablando de todo lo que íbamos a hacer por las dos semanas y yo me adelanté a decir que probablemente me iba antes, ya que me llegó la notificación de la universidad para que cumpliera con mi amonestación e inquiría limpiar el establecimiento un día antes de empezar, pero no iba a decirle eso a ellos porque yo no creía soportar tanto tiempo con Dante, íbamos a formalizar algo que no estaba precisando más allá de verlo acercarse.

¡Va a ser mío!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora