Treinta y cinco.

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Cerré la puerta de mi cuarto y él se sentó en la cama agachando la cabeza entre sus piernas mientras la sostenía con sus manos. Sus nudillos estaban enrojeciendo y estaba segura que si tenía otra pelea probablemente se iba a esguinzar o se le iban a inflamar más de lo normal, en el mes había tenido varias peleas y dos de ellas a la misma boca, lo que me sorprendía porque había pasado de querer sacármelo a Dante, a odiarlo más que a nada por cómo se había puesto minutos atrás. Y lo curioso es que no estaba borracho como las veces anteriores, lo veía muy sobrio, sólo cegado por la bronca.

—Perdón no fue mi intención armar todo eso, pero no pude contenerme, le tengo tanto asco que es inevitable.

— ¿Pero te dijo o hizo algo para que reaccionaras así?

—El haber nacido ya es demasiada razón.

—No me parece que esa sea una razón cuando hace cuatro meses atrás estabas enloquecido por él y hace dos semanas celoso que se fuera conmigo. —le dije y levantó la vista fruncir el ceño.

— ¿Qué? Me parece que te estás confundiendo y mucho.

— ¿Entonces por qué de repente reaccionas así?

—Camila ese chabón es un pelotudo y vos lo sabés. [*]

—Hay mucha gente pelotuda en este mundo y no por eso se puede ir por la vida pegándoles, no entiendo tu cambio repentino tampoco.

—Mi asco hacia Dante no es repentino.

—No pensabas lo mismo hace dos semanas. —me crucé de brazos frente a él a mirarlo hacer su actuación indignada por lo que le decía.

— ¿Y qué sabes vos lo que yo pensaba hace dos semanas?

—No sé, supongo que eso es a lo que viniste porque no habría razón para que estés en mi casa ahora cuando ya dijiste demasiado.

—Yo no dije nada, vos fuiste la que hablaste y no me dejaste explicarte nada.

— ¡Tus acciones hablan por vos Lautaro, te comportaste como un inmaduro!

— ¡Bueno perdón ¿no puedo equivocarme?! —se quejó levantándose aún enojado. Yo tenía en la punta de la lengua lo que quería decirle pero lo dejé hablar. —Está bien sí, lo reconozco me comporté mal, pero se me fue de las manos y no supe después cómo arreglarlo.

—Te mandé un mensaje y no fuiste capaz de contestarme, te hablé el otro día y seguiste con tu postura de echarme la culpa, sí supiste porque tuviste una semana para pensar cómo arreglarlo, no quiste que fue diferente. ¿O me lo vas a negar?

—No.

— ¿Entonces?

—Me vine a disculpar ahora, porque tenía pensado lo que te iba a decir cuando volvieras, pero empezaste a sacar conclusiones un poco absurdas y creí que era mejor disculparme por eso que por haberte hecho volver con Dante, aunque también me disculpo por eso.

— ¿Y cuál es el error de mis conclusiones? —inquirí saber con un rayito de esperanza al escucharlo cambiar de postura después de tantos días.

—Dijiste que a mí no me importaba nada y que vos caíste en eso, como si no me importaras vos y sólo fueras parte del plan para reírme de Dante, y no es así.

—Bueno no pareció lo contrario.

—Porque nunca me dejaste hablar. —dijo y yo rodé los ojos, seguía culpándome a mí de todo. —Y sinceramente me importa más que no creas eso a lo que pueda llegar a reírme de Dante, porque sos especial para mí, el último tiempo que pasamos juntos me hizo dar cuenta de lo tarado que fui en empezar mal con vos, y por primera vez sentía que yo estaba haciendo una amiga, no nadie que me hiciera su amigo directamente ¿entendés?

¡Va a ser mío!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora