La felicidad número uno siempre era el Mc donald's, y no me había dado cuenta de lo mucho que extrañaba su sabor hasta que no lo comí y disfruté en mi paladar cada mordida. No me importaba estar cansada ni caminar mientras comía, estar a su lado reanimaba algo en mí y era la tranquilidad que mi corazón aspiraba para sanarse pronto. Hubiese sido más difícil, pero no me servía de nada cuando era yo la que estaba sufriendo, me había ahorrado varias lágrimas y más tiempo en el pozo depresivo que caí sin darme cuenta.
—Pensaba que... si te alejaba iba a ser... menos difícil.
—Pensar nunca fue lo tuyo.
—Ahora me doy cuenta, todo este tiempo fue un precipicio sin final.
—Yo no quise creerte, pero... sonó tan real, estaba siendo una pesadilla. —le dije y tiré lo último que me quedaba de mi gaseosa en el cesto de la basura. —Y era de verdad.
—Es que nunca me había pasado, yo no sabía más de lo que decían de él, y vivirlo en carne propia me volvió loco porque yo creía una cosa de mí... y no era así.
—Vos mismo me enseñaste a disfrutar del sexo en sus ambos géneros a pesar que nunca me gustó del mío propio.
—Sí pero no del amor, porque eso ni yo lo sabía. —dijo con la madurez que era evidente que llegó a él para entenderse a sí mismo.
— ¿Y entonces cómo supiste que te gustaban los chicos?
—No sé, simplemente me gustaba la adrenalina de lo prohibido para algunos, pero todo eso y más lo tuve cuando nos besamos en la casa del tarado de Dante.
— ¿Y desde entonces te confundiste?
—No, me confundiste desde que te vi hablar con Dante y me molestó que seas tanto para él, obviamente al principio lo ignoré pero cuando nos aliamos cada vez más, me importaba menos el objetivo.
—Podríamos habernos ayudado, yo... me sentía confundida porque eras mi amigo y no quería perder eso. —le dije sentándome en el banco frente a la playa después de haber caminado por un largo rato sobre la arena. —Pero no podía dejar de desearte, sólo eras vos, Dante terminó siendo como empezó, un juego y Agustín aunque lo intentara nunca hubiese podido hacerme olvidar.
—Soportar verlo con vos creo que fue de lo más difícil que tuvo esto desde que empezó, aunque ya no sé qué fue peor.
— ¿Y qué... qué es lo que pensas hacer? —le pregunté porque podía pretender olvidar todo lo que pasó con el tiempo, pero mirar hacia adelante significaba muchas cosas, una de ellas era lo nuestro, si es que iba a existir.
— ¿Con exactitud? No lo sé. —dijo y se puso de costado, su mano acarició mi mejilla y me quemó el contacto pero me agradó al mismo tiempo, volvía a reconocer esas sensaciones que me causaba y me gustaba. —pero no quiero perderte más tiempo, y conociéndote no me la vas a hacer fácil, pero me lo merezco y está bien.
—Sería muy bajo de mi parte decirte que sí a todo Lauti, hay mucho que reconstruir y mucho que construir si queremos algo.
—Lo tengo muy en cuenta, y voy a hacer las cosas como mejor me salgan, tampoco puedo decirte que va a ser todo perfecto, tengo que reconstruir mucho en vos, en mí y en ambos.
—Bueno en ese caso, no vas a estar solo. —le dije acariciando su mejilla cuando apoyó su frente contra la mía. —yo te voy a ayudar.
El control que estábamos haciendo era insoportable, había más que desesperación en nuestro hambre de ambos y supimos darnos el permiso, un beso cambiaría las cosas, las haría mejor incluso porque daría esperanza para el futuro, no por eso iba a permitirle que dejara de luchar, yo tampoco lo iba a hacer, pero un empujoncito no estaba nada mal, no cuando lo deseaba más que a nada.
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¡Va a ser mío!
Teen FictionTodo el alumnado femenino de la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco, está de acuerdo con que Dante Molina es el estudiante más lindo de toda la facultad, no sólo tiene el mejor físico y su indudable cara perfecta, es simpático y aten...