Capítulo cinco.

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Capítulo cinco.

20 de agosto del 2006.

A la edad de quince años...

—Te vas dejándome en ésta maldita casa Lucas, no puedes hacerme esto ¡No después de pasar aquello! —Me exasperé tomando las hebras de mi cabello en mis dedos.

Lucas suspiró y llevó sus palmas a su rostro.

—Te lo he dicho mil veces, la policía pasa tres veces al día y tu virgencita está quedándose contigo. Prometo que estarás bien. —Trató de tranquilizar, pero eso no me dio ni cosquillas.

—¿Cómo estás tan seguro? Ni siquiera estarás aquí. —Espeté.

Se levantó arremangándose la mochila en el hombro y caminó hasta mí, estaba demasiado enojado pero no evité abrazarle. No le vería en unos cinco años más y ya estaba ansioso porque viniese de nuevo.

—Nada va a pasarte Liam, eso tenlo por seguro. —Me abrazó fuerte.

Hacía unos cuatro meses que no nos dejábamos golpear, o mejor dicho, que nos no dejaban. Lucas se había escapado y corrió hasta la casa de huérfanos y terminaron yendo a la delegación, ahora todos los días los policías se la pasan rondando por la casa y hasta comen en ella.

—No te vayas Lucas. —Suplico.

Podríamos mejorar al menos el 50% físicamente pero mentalmente no creo que mejoremos ni el 1%, había el otro 90% que nos atormentaba cada día, cada noche torturándonos y estando alerta para que algo parecido no vaya a repetirse.

—Tienes que estar pendiente de mis cartas Liam, voy a enviarte cada que tenga oportunidad. —Prometió, y con un último abrazo se fue.

17 de Febrero de 2007.

Ha pasado el tiempo corriendo Liam, de verdad debes ver algún día esto si tienes la oportunidad de venir, me encanta como es. Tengo amigos que son geniales incluso tienen hermanos como yo te tengo a ti, espero verte pronto.

Te quiero.

Lucas.

Decima sexta carta de Lucas, joder, lo extrañaba como nada. A veces me lo imagino venirse pro no gustarle aquello allá pero parece todo lo contrario cada vez más, sólo quiero que venga conmigo para poder marcharnos.

Seco las lágrimas de mis mejillas y salgo de la habitación una vez guardé la carta en el famoso libro que Claire me había regalado. La virgencita bajaba las escaleras con una canasta en su mano, corrí hasta su lado para irme con ella adonde fuese que iría.

—¿Dónde vas? —Pregunté confianzudo.

—A buscar algunas manzanas, acompáñame Scott.

Ella era la única en esta casa que nunca me había hecho daño, aparte de Claire. Sin embargo, no le tengo toda la confianza aún, hasta la edad que tengo he aprendido que confiar en personas que aparentan ser otras cosas costaba caro.

Cuando pasé por la estufa en la cocina el caliente pegó en mis cicatrices que aún se curaban y gemí.

—Ten cuidado. —Me dijo y asentí bajándome las mangas de mi camiseta, escondiendo todas mis feas cicatrices que me convertían en monstro.

Llegamos hasta el invernadero y de una vez que la cabellera dorada se reflejó en mi vista giré hasta ese punto, Claire bajaba algunas uvas de un árbol con unos shorts rosas.

—¿Cómo se llama? —La virgencita preguntó.

—¿Hmm? —Me giré, ella señaló de nuevo a Claire. —Ah ella, es Claire.

OrígenesWhere stories live. Discover now