Capítulo nueve.

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Capítulo nueve.

16 de febrero del 2011.

Los últimos días han estado peor que cualquier otro, mi cabeza ha estado vagando por los acontecimientos de hace dos días. Aún no se me va la idea de haber visto a Lucas ser acorralado por dos chicos, pero la vocecilla de mi cabeza dice que no puede ser más que mi mente controlándome porque aún no superaba su muerte.

Golpeo el saco de box una vez más desgarrando toda mi rabia en ello, éste se balanceaba de un lado a otro mientras las gotas de sudor bajaban por mi frente. La última vez que estaría aquí, es la última vez que me quede viviendo en melancolía y ser un jodido fracaso para todo. Es donde dejaría todo mis recuerdos que sin duda no me llevaría.

Saco un cigarrillo de mi bolso y con las manos temblando me lo coloco entre los labios, el miedo estaba corriendo por mis venas desde esta mañana cuando me levanté con el presentimiento de que algo pasaría. Justo, como aquella vez que Lucas se fue.

Ya no me daba miedo saber que perdería algo porque la verdad no tenía nada, todo lo que rodeaba mi vida se había marchado en un chasquido de dedos. Y hasta ahora, no había más nada que valiera la pena seguir caminando en esta ciudad que lo único que había hecho era ponerme a sufrir cada vez que tenía oportunidad. Odiaba a todo el mundo.

Sobre las siete y media, estaba ya caminando al cuchitril donde vivía. Sé que Mell tenía los planes para irnos hoy a Seattle pero de verdad que necesitaba un día más para dejar toda la mierda que vagaba en mi mente durante los últimos años.

Deslicé la puerta de mi habitación encontrándome con un completo desastre, rodé los ojos con la idea en mi cabeza de que tal vez fue mell empacando por mí. Ella, francamente tenía un serio problema conmigo. Suspiro, lo único que necesitaba es que se enamorara de mí y termine jodiéndola como todo lo que se me atraviesa.

Tiro mi mochila encima de la cama y luego me siento observando completamente la habitación, todo lo que estaba en ella yacía desordenado. Es como si alguien lo hubiera hecho a propósito. Me propongo a limpiarlo todo antes de partir en la mañana, si me pongo sincero no extrañaría nada de esta mierda. De hecho, todo esto sería un pensamiento sin valor.

Ayuda...—Un susurro provino del baño llamando por completo mi atención, miro a los alrededores a ver si se trataba de una de las bromas de Mell pero definitivamente el cuarto tenía cerrojo y la única puerta entre abierta y cerrada era el baño.

Me levanté con cuidado cogiendo el bate de beisbol que Mell solía tener para golpear a sus clientes, caminé mirando de refilón para que nadie me coja desprevenido. A duras penas toqué la puerta para deslizar con cuidado hacia atrás. La ducha se escuchó apenas, fruncí el ceño extrañado. Creo que Mell ha mencionado algo acerca de trabajar la última noche para hacerle saber a su jefe que se iba, no esperé encontrarla aquí.

Liam...—Su voz, era su maldita voz pidiendo ayuda.

Aparté la cortina de golpe, Mell yacía en el suelo cubierta de sangre desde la cabeza hasta los pies. El bate cayó a mis pies, mis rodillas quedaron a su lado una vez cerré el grifo. Tenía moretones en la cara, su ojo estaba más cerrado que cualquier vez. Tenía desgarrada la piel, es lo peor que he visto en mi vida.

—Mell, maldita sea Mell. —La cogí en mis brazos retirando el pelo de su cara. Estaba echa un completo desastre.

—De...Debes h...huir Liam. —Las lágrimas comenzaba a descender por sus mejillas, le cogí las manos y gimió. Tenía los dedos fracturados.

—Escúchame, escúchame. —La traté de coger con cuidado. —Debes decirme quien te hizo esto ¿Vale? Tú debes...

—Va...Van a matarte. —Sollozó, con tantos golpes en la cara no la entendía. —Me du...duele...

—Mell...—Mi garganta estaba desgarrándose por dentro, tenía tantas ganas de gritar pero no podía. Las venas de mi cuello estaban comenzando a reflejarse, la rabia estaba consumiéndome. Quería matarlos a todos.

—L...Llama a Sandy. —Intentó sonreír pero fracasó, tenía los dientes partidos. Joder. —Vete de aquí, por... por favor.

Negué con la vista nublada, joder ¿Quién coño pudo hacerle algo así?

—Solo espera, espera Mell. No cierres los putos ojos. —Le dije dejándole con cuidado en el suelo de nuevo.

Corrí dentro de la habitación registrando en todas las gavetas buscando algo de gaza, algo de algodones y esas cosas. No podía dejar que Mell me dejara de esta manera, se suponía que íbamos juntos Seattle. Caminos diferentes pero nos íbamos juntos, ella iba a cambiar.

Registré en mi mochila y saqué un poco de caza y aparte cogí una de mis camisetas negras. Volví con Mell arrodillándome a su lado, pasé mi camiseta por su cara pero me di cuenta de que sus ojos estaban cerrados por completo. Metí mi mano debajo de su cuello cogiéndole el pulso.

No tenía.

—Mell. —La sacudí un poco, pero no daba una señal. —Mell no, háblame joder ¡Háblame! —Le sacudí, a la mierda que no podía morirse. No hoy, no ahora. Retiré el cabello de su cara una vez más con la vista nublada, le han matado y no sabía quién.

Me tomé media hora para asimilar que alguien más se había muerto cerca de mí, ya su cuerpo estaba pálido, moreteado y frío. Si la encontraban aquí iban a culparme de alguna manera, ¿Cómo es que nadie se dio cuenta de lo que le hicieron? Con las manos temblando me acerqué cogiéndola en mis brazos, intenté no salir corriendo a buscar cualquier persona con la que desahogarme a golpes. Quién sabrá quien hizo esto.

Salí por la puerta trasera de un callejón, la sirena de las patrullas de policía vagaban por las calles a toda velocidad. Con el cuerpo invadido de miedo me acerco a uno de los contenedores, dejo el cuerpo de Mell a un lado. Las patrullas se estacionaron a la primera salida del callejón, tres policías salieron armados y alumbraron con una linterna a mí dirección.

— ¡Detente ahí, es la policía! —Gritó uno de ellos acercándose unos cuantos pasos lentamente, alejé las manos de Mell deseando que nada de esto hubiera pasado para no pensar que fue una jodida trampa de alguien que quiere deshacerse de mí.

— ¡Pon las manos encima de tu cabeza y aléjate del cuerpo! —Volvió hablar, me alejé de a poco e hice un ademán de poner las manos en mi cabeza pero me subo la capucha de mi chaqueta para que no me vean el rostro. Antes de que se acercaran más a mí me eché a correr al lado contrario del callejón escapándome de sus garras.

— ¡Alto! —Los disparos comenzaron a escucharse en los contenedores y las paredes. Me llevé las manos detrás de mi cabeza corriendo todo lo que mis piernas me permitieran, cada vez los escuchaba más lejos pero los tiros se escuchaban de cerca sin duda.

— ¡Voy a dispararte si no te detienes! —Y antes de que tuviera tiempo de volverme a decir una palabra más, sentí algo frío cruzándome el brazo y estrellándome con uno de los tantos contenedores que tenía el callejón dejándome totalmente inconsciente.

OrígenesWhere stories live. Discover now