Capítulo dieciséis.

4.8K 406 16
                                    


Capítulo dieciséis.

¿Por qué alguien tiene que mudarse justo a mi lado? Justo, esa pregunta vagaba por mi cabeza cuando no he dejado de pensar en la morena que ha tropezado adrede conmigo solo para llamar mi atención.

¿Qué las chicas no se fijan que soy yo quién las escoge? De restos, no tienen oportunidad. Y me llamarán alguna mierda de sobrenombres, pero desde que tengo memoria soy así y así seré.

Hoy no me apetecía boxear en mi casa, por lo que vine al gimnasio con la esperanza de encontrarme con alguna pelea que me dé un extra para esta semana. Pensar tanto en mi nueva vecina me da jaqueca, y además, no me puedo creer yo mismo que esté pensando en alguien que quiera llamar mi atención.

Todas las chicas son iguales.

Con ese pensamiento le di un puñetazo al saco de box, al diablo con todo.

—Hey, ¿Te apuntas para esta noche? —La voz de calé me hace volverme, lo veo parado a unos metros de mí con una carpeta y plumón en sus manos.

— ¿Contra quién pelearía? —Cuestiono volviendo a mi saco, golpeándolo.

—Se llama Jaxon, es de otra ciudad. Te gustará. —Por el rabillo del ojo lo veo sonreír.

—No debe gustarme. —Me vuelvo de nuevo. —Debo ver que tan débil es para vencerlo.

Se encoge de hombros.

—Esta noche aquí, ocho y media. —Me señala con el plumón.

—No me digas que hacer. —Gruño golpeando el saco.

Una hora después me escabullí de allí antes de que se hiciera la hora de pelear, comería y bebería algo para coger energías y estaría preparado para esta noche. Esos billetes deben estar en mi bolsillo.

Con la mirada fija en el espejo fui a ponerme la chaqueta pero las heridas en mi antebrazo me detuvieron, podría soportar que los nudillos siempre lo tengan lastimados debido a que peleaba. Pero no soportaba que esas heridas quedaran tatuadas en mi piel recordándome mi pasado, aprieto la mandíbula de pronto enojado. Pero claro, siempre estoy enojado. Y me paso por fin la chaqueta por mis brazos de mala gana, observando en el espejo el hombre que me he convertido de hoy en día.

Cogí las llaves de mi casa y abrí la puerta para irme al gimnasio a por mi dinero, no creo que sea necesario ir a repartir un poco de golpes porque todos ya sabemos quién ganará. Solo me divierte intentarlo.

Las puertas del ascensor captaron mi atención al momento de salir, la castaña que ahora es mi nueva vecina venía sumida en su teléfono viendo algo en él. Enarqué las cejas repasándola con la mirada, ¿Puede alguien ser tan ingenua como para querer llamar mi atención? Como sea, mientras más lejos la tenga mucho mejor.

Así que cuando pasé por su lado quise apartarme pero estaba tan sumido viéndola que apenas me di cuenta que cayó en su culo de nuevo tropezándome de golpe, su mochila, celular y ella cayeron al suelo sorprendida.

Su mirada se alzó y yo me permití mirarla con mis ojos perforándole la mirada, su boca se abrió pero antes de que hablara yo fui más rápido.

—No. —Dije en un lento gruñido. —Sólo ve el puto camino y procura no tocarme. —Soné duro, pero a este punto no me importa lo que la gente pensara de mí. Estaba acostumbrado, y fácilmente si no le gustaba este maldito juego de vida entonces que se marche lejos de mí.

Pasé por su lado tenso, llamé al ascensor de nuevo metiéndome y la vi recoger sus cosas con rapidez. Cuando iba apretar los botones me percaté de que me miraba, antes de que siguiera con su mirada juzgándome apreté el botón desapareciendo por completo delante de sus ojos.

OrígenesWhere stories live. Discover now