5. Relajo Roto

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Mi madre llega temprano en la mañana del día siguiente, tiene una sonrisa en su rostro y una nueva canasta entre sus brazos pecosos

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Mi madre llega temprano en la mañana del día siguiente, tiene una sonrisa en su rostro y una nueva canasta entre sus brazos pecosos. Al verme me abraza como siempre y deposita un suave beso en mi mejilla con cuidado por mi herida fresca en mi piel. La he cuidado con la misma crema para la marca de Lucía, por tanto esta sanando muy bien, pero me quedará una línea sobre mi piel que prenderé a llevar con orgullo.

— Buenos días— sus ojos grises brillan al decir aquellas palabras— Le he traído ropas a Lucía— comenta mostrando la delicada canasta, la cual era más grande que la del día anterior.

— ¡Gracias mamá! — le agradezco — Mira Lucía, mamá te ha traído un regalo.

En el interior, mi mujer esta sentada con sus hombros tapando su cuerpo y su mirada era de todo menos agradable, sus ojos azules, que solían ser brillantes y agradables mostraban un frío glacial. Se nota que amaneció de mal humor y esa sensación se transmite sin palabras. Y yo pensé que luego de conseguirle un tazón de agua caliente para que se limpie podría estar más tranquila, pero me equivoqué. Veo incómodo a mi madre, pero ella muestra una dulce sonrisa ante mi mujer.

— Los dejaré solos— comenta mi madre al notar que las cosas no estaban muy bien.

Me entrega la canasta sin antes mostrarme algo de preocupación en sus ojos. Mi madre se había esmerado en el regalo, había algunas ropas hechas especialmente para Lucía: blusas y vestidos trabajados en tela y cuero, accesorios del mismo producto con detalles de bordados entre los que se encuentran muñequeras muy bonitas, reconozco los detalles en cuero como los de mi madre, siempre fue muy hábil en el trabajo manual, ella misma nos confeccionaba la ropa cuando era un cachorro y también la vestimenta que mi padre usaba, esa era en la cual se esmeraba más. Además de ropa, había un set de aseo hecho de huesos de animal: un peine y cepillo hechos artesanalmente y un frasco de aceite muy agradable que podía identificar como lavanda pensado para aromatizar su cuerpo.

Mi esposa parece no interesarle el obsequio de mi madre, así que opto por mostrarle algunas cosas, entre ellos un precioso vestido de escote de cuero con detalles de hilos del mismo material con una caída de tela blanca.

— ¡Se vera lindo en ti, caperucita! — le comento alegremente.

Ella mueve su cabeza, quitándome la mirada de manera enojada.

¡Vaya que estaba molesta! y sigo sin entender luego de lo bien que lo pasó anoche. Oh si, nadie me saca de la mente que esa indiferencia es una simple máscara luego de escuchar como su voz se complicaba ante mis manos y labios besando su cuerpo.

— Mmm... tal parece que te gusta estar sin ropa— digo— bueno, ¡mejor para mí! Me agrada mucho tenerte así— agrego guiñándole mi oscuro ojo.

Su boca hace un gesto de desagrado ante mis palabras y me quita el vestido de las manos.

— ¡Date la vuelta! — me ordena— Me quiero vestir.

El Cortejo de VelkanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora