22. La historia del Medallón

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Ha pasado un día desde que me encerraron y encadenaran mis muñecas y tobillos en una muralla de piedra

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Ha pasado un día desde que me encerraron y encadenaran mis muñecas y tobillos en una muralla de piedra. Me encontraba en un lugar frío, el material no mantenía de buena manera el calor y mi único abrigo era algo de paja seca y una clase de manta vieja con la que trataba de taparme.

Cuando me llevaron hasta ahí, traté de pedirles que me dejaran salir, estaba muy malherido y agotado. Rogaba por hablar con Lucía, pero no se quién me dio un golpe en el estómago y logró callar mi boca con un extraño objeto que le llamaban bozal, lo he tenido puesto desde que me encerraron. Mi único contacto con el exterior es una pequeña ventana de la cual puedo sentir aromas y escuchar uno que otro ruido.

La puerta se abre y esos dos hombres aparecen nuevamente en conjunto a un aroma agradable. Claudio aparece con un plato de sopa y un pedazo de pan encima de una bandeja. No he comido desde que me encerraron aquí y esa visión es una tortura.

Los dos hombres se acercan a mí y trato de evitar que me toquen, pero estoy tan debilitado que es imposible. Uno me agarra de los hombros y el otro me suelta la máscara con el bozal que me han puesto.

Puedo respirar mejor y el aroma de esa comida me llega más directamente.

Los hombres vuelven a estar al lado de Claudio quien baja la bandeja hasta un límite donde puedo llegar con cadenas.

— Come— me dice haciendo que su voz rasposa resuene en ese lugar frío y húmedo.

Subo mi mirada de manera furiosa dejando claro que no iba a seguir sus órdenes, por más tentadora pareciera esa carnada.

Que me estén matado de hambre es por una razón obvia y no caería dos veces en la misma trampa.

El anciano suspira aburrido y toma la sopa, mete una cuchara de madera en ella y bebe un poco, luego unta un pedazo del pan y lo muerde.

— No está envenenado— dice dejando claro que si no me habían matado ahora no lo harían con comida.

Deja nuevamente el plato y lo acerca un poco más a mi alcance.

Decido hacerle caso ahora y tomo el plato, estaba caliente y el aroma era agradable, tenía una forma espesa de donde se podían apreciar tomates y pedazos de carne con otras cosas.

Tomo la cuchara de madera y pruebo un poco, es agradable y doy otra prueba. La calidez del plato pasa por mi garganta, dejando una agradable sensación en mi cuerpo. Los restos de la comida la unto en el pan mojándolo y terminando todo lo que me han ofrecido.

Mientras hago esto escucho como algunos pasos se alejan. Los dos hombres se retiran y cierran la puerta dejando al anciano solo.

Claudio ve cómo el plato está limpio y de manera tosca, como si estuviera ocultando algo de enfado comienza a hablar.

— ¿Cómo estaba? — consulta.

El plato lo dejo en el suelo y afirmo con la cabeza.

— Agradable— le hablo con cuidado.

El Cortejo de VelkanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora