16. Hermoso Error

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Debe ser un sueño, es obvio. Es imposible que en la noche este pasando eso.

Luego de aquel roce con Lucía, he sentido en la noche unas pequeñas manos blancas que tocan mi espalda o rodean mi cintura en medio de la noche junto a la inconfundible punta de la nariz de mi caperucita, rozando la parte trasera de mi cuello.

Ha pasado una semana de aquel día y cada noche siento lo mismo. El inconfundible olor de mi mujer en las noches más cerca de lo que tenía permitido oler.

Se que es mi cabeza que me regala esas fantasías. A veces se las agradezco, pero se que son peligrosas.

Ya el invierno estaba llegando. El frío era mayor en las mañanas dejando escarchadas las ramas y rocas. Las mujeres habían terminado de proteger los brotes tardíos y los omegas en recolectar madera seca, carbón, pieles de animales y salar la carne para resguardarse en los siguientes meses.

Pronto sería la fiesta de cambio de estación. Se hacía una en invierno y verano. Donde celebrábamos la noche más larga y la más corta del año. En invierno se hacía una gran comida en la noche alrededor de las fogatas. Se tomaba un jugo de fruta fermentada y caliente que muchas mujeres comparaban con el llamado "vino" humano, pero más suave y se pasaba bien comiendo y bailando.

Pero en este momento no tenía la cabeza en la celebración, Lucía ha tenido dolores de cabeza últimamente haciendo que amanezca más pálida y con los ojos enrojecidos. Tuve que dejarla sola por un momento bien corto, le había entregado un té que la había relajado un poco, permitiéndole tomar una siesta, para ver a un médico y ver que podía hacer.

Los médicos eran por lo general ancianos omegas que, luego de su tiempo y conocimiento de plantas que han recolectado y tiempo servido, tienen un trato especial por sus conocimientos. Juan tiene años en el Clan y luego de la mordida de la serpiente, prefiero recurrir a él.

En el momento en que llegué, estaba limpiando algunos frascos y ordenándolos con cuidado. El lobo era delgado y encorvado. Ya tenía poco cabello en su cabeza, pero una prominente barba en su mentón entre gris y blanca.

Al saludarlo, me reconoció inmediatamente.

Sonrió haciendo que las arrugas de su cara se multiplicaran.

– ¡Lobo Velkan! — sonrió al verme—¿cómo ha estado? Y su esposa. ¿No hay heridas en su pierna?

– Gracias a la Luna, no— le respondo agradecido por las palabras de preocupación a mi mujer.

– Me alegra oír eso. Cuénteme en que le puedo ayudar.

– Lucía ha sufrido algunos dolores de cabeza últimamente que la tienen algo adolorida. No sé si pueda entregarme algo para eso.

– ¿Solo dolor de cabeza?— Consulta el lobo anciano, ordenando en la estantería los frascos que recolectaba.

– Así es.

El Cortejo de VelkanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora