20. Arrepentimiento y Búsqueda

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La información pasó de manera rápida por mi mente, haciendo que rememorara momentos que me hicieron ver lo ciego que estuve.

Los dolores de cabeza de Lucía, sus mareos que trataba de esconder tomando té de tilo y jengibre. Su piel más pálida, sus labios más coloridos y ojos brillando porque la Luna la había tocado con su bondad de entregar vida. Estaba nutriendo a un nuevo cachorro en secreto. Uno que mi madre descubrió por esa intuición de haber tenido una camada de cinco y ser parte de la bienvenida al mundo de tantos cachorros y ver el estado de las mujeres en su silenciosa espera.

Mi madre me contó de sus sospechas de hace, por lo menos, un mes y quiso preguntarle a Lucía el día de la fiesta el cual ella, entre sorprendida y asustada, le confesó su estado.

Yo escuchaba esto con mis manos apoyando mi cabeza tratando de que el peso de la información no me destruyera la mente y mi padre veía a su esposa de manera silenciosa.

— También la sentí cansada y sin saber que hacer— me dijo mi madre quien se tocaba las manos con nerviosismo— tenía una gran tristeza en su interior cuando llegó al Clan.

Mi madre me observa, puedo sentir sus ojos grises sobre mí.

— No hay mujer, luego de la introducción al Clan, que no se haya sentido asustada, perdida o con furia. Pero Lucía es el caso de tristeza y de rabia que más me ha impactado.

Estas palabras hacen que la vea con sorpresa. Ella continúa hablando.

— Muchas veces, cuando el clima estaba bueno e íbamos a bañarnos la veía sentada y llorando. Se guardaba la pena de su interior para ese momento. Donde podía esconderse y liberar su dolor. No necesitas contarme sobre tu Cortejo, hijo — responde mi madre duramente—. Sé lo que hiciste.

Los ojos de mi madre me asustan, veo enojo en su mirada recriminatoria.

— Madre, ¡si supieras cómo era esa chica, mamá!

Sabía a que se refería mi madre con lo que "sé lo que hiciste" y no pensaba guardarme nada de lo terrible que era verla.

— Lucía estaba bien con eso— me responde— ¡era lo único que le quedaba en el mundo y se lo quitaste!

— ¡Era una arpía que se aprovechaba del cariño de Lucía! No se merecía su amor y atención.

— ¿Pero. tú sí? — me recrimina con sus ojos chispeantes de furia— trayéndola a la fuerza y encerrándola en una casa con gente extraña y ¡todavía procesando que hayas matado a su hermana menor!

La voz de mi madre sube de tono ante cada palabra. Mi padre se ve extrañamente asustado, se acerca a ella con cuidado, buscando calmarla. Algo actualmente imposible.

— ¡Nadie tiene derecho a hacerle eso a ninguna persona! — dice ahogando su voz. Sus ojos han empezado a brillar de pena— menos a una chica desamparada como a ella. ¡O cómo me lo hicieron a mi!

El Cortejo de VelkanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora