EXTRA: El Engaño - version Lucía

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¡Qué felicidad! ¡logré sacar una lechuga bien bonita del huerto con algunas acelgas que podría disfrutar el día de hoy!, las dejo en la canasta de mimbre donde transporto las cosas del huerto para después quedarme viendo el resto de plantas que había a mi alrededor: las zanahorias lamentablemente no estaban listas, los zapallos iban bien ¡creo que pronto podré cosecharlos!

Me quedo viendo la plantas de tomates ¡realmente verlos es un pequeño orgullo luego de salvarlas de una plaga que la estaba matando! Ya tenía unos pequeños brotes y unos tomates que se estaban formando.

De la nada parece un delicada mano que saca el único fruto posiblemente comestible de la planta. Miro molesta a Isabel quien muerde con sus pequeño dientes esa bolita roja.

– ¡Isabel!—le gruño molesta.

– ¿Qué?—me responde asustada con sus ojos azules muy abiertos.

– ¿Qué te he dicho de esa planta?­—le dije—¡No está lista para cultivarse, espera que hayan nuevos tomates por lo menos!

– ¡Oh, lo siento Lucía! —comentó visiblemente apenada —¡Es que se veía tan bonito, no pude evitar sacarlo! ¿qué hago con él?

Bufo algo molesta, pero el rostro de pena de mi hermana me hace ver que está diciendo la verdad y ya había sacado el fruto y lo había mordido.

— Bueno, cómetelo— suspiré.

— ¡Muchas gracias!— sonrió mi hermana comenzando a comer con gusto el tomate.

La vi tan contenta devorando el fruto que pronto se me fue la molestia. No puedo evitarlo ¡me gusta verla feliz por más que a veces me saca de quicio!.

— Bueno ¿cómo estaba el tomate?— le pregunté levantándome con la canasta en la mano.

— ¡Delicioso!— sonrió Isabel y corrió a abrazarme —¡Tienes un huerto muy bonito hermana, gracias a ti disfruto de sus bondades!

— Recuerda que pronto el huerto y la casa pasarán a tu propiedad.

— ¡No es justo!— exclama mi hermana haciendo un puchero— ¡Tu deberías quedarte aquí con nosotros!.

— La casa es muy grande y cuando tengas la edad de desposarte, Gaby y tú serán sus dueños, ¡eso ya lo hablamos!

Se supone que la casa, por ser la mayor y nuestros tíos, que en paz descansen, no tuvieron hijos pasaría a mi. Pero luego de las proposición que Gabriel le había hecho a Isabel hace unos años lo mejor era que ambos se quedaran con la casa. El hogar de Gabriel es pequeño y se que Isabel le gusta tener espacio para poner su ropa y quiere tener muchos hijos. ¡Mis futuros sobrinitos estarían felices en una casa en que cuatro personas vivieron vidas maravillosas y tendrían un lugar amplio donde jugar! Yo me cambiaría al hogar de Gabriel y vería que hacer con el huerto. Claudio, el encargado de la Iglesia, me había ofrecido cuidar los terrenos del campo santo en donde tenían un espacio de plantación y la idea era muy tentadora.

El Cortejo de VelkanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora