EXTRA: El cortejo de Fausto II

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Es interesante como ha pasado el tiempo, mi pierna está completamente curada y las vendas ensangrentadas están guardadas luego de haberlas lavado con cuidado y doblarlas en una parte de mi cama. Sigo recordando que son pedazos del vestido que amablemente Rue había cortado por mí, un simple desconocido. No podía botarlas ¡eran muy importantes! Las guardé con cariño mientras en mi cabeza seguía teniendo el recuerdo de esta chica tan alegre y peculiar. Ya era obvio que sentía algo por ella.

El lugar donde Rue vivía era lejos del Clan, pero cuando podía iba a sus territorios a ver si encontraba algo de ella o podía ver su cabecita roja, con el paso del tiempo me di cuenta que lo que decía de su cabello era verdad muchas personas de su alrededor la miraban de manera extraña, algunas con miedo y otras asqueadas cuando posaban sus ojos en ella. Y las peores, de algunos hombres, con rostros que no vaticinaba nada bueno

Lo peor eran algunas frases que podía escuchar de las bocas de las personas.

"Parece hija del demonio, sus padres debieron hacer un pacto con el de abajo para tener una hija así, ¡mira su cabello bailando como un fuego infernal!"

Rue parecía no escuchar nada de eso, sonreía de manera amable a todo el mundo y era siempre agradable con la gente por más que estos les mandara las peores y afiladas palabras. También era muy trabajadora, ayudaba en la taberna de sus padre, su único familiar y que no era como ella físicamente, posiblemente su madre era quien tenía los rasgos tan peculiares que heredó.



A la edad de veintidós años la tragedia apareció en la vida de Rue, su padre había enfermado y la taberna parecía que no le estaba yendo muy bien.

El hombre falleció dejando sola a Rue y la taberna fue cerrada y vendida dejándole una mísera parte a ella por todo el esmero y trabajo que hizo con su padre.

No entendía mucho de cosas de humanos, pero si comprendí que lo que tenía Rue para vivir no le alcanzaba para estar en su pueblo, así que tendría que irse a otro y ver como sobrevivir.

Yo la observaba entre los árboles cuando comenzó a caminar con una canasta donde estaba todo lo que tenía, se veía tranquila pero pronto dejó de caminar y escuché un ruido desde su boca, un quejido lastimero que aumentó.

Rue empezó a llorar.

Sus ojos se pusieron rojos como sus mejillas.

— Papá...— lloraba desconsoladamente.

Y en ese momento me sentí frágil.

Rue había sido tan alegre y buena todo el tiempo, incluso fue amable conmigo sin conocerme. No merecía irse así a su pueblo sola y sin la persona que era su única familia. Como deseaba no verla triste y que simplemente sonriera siempre y, tal vez si ella quisiera, yo podría ser su nueva familia.

El Cortejo de VelkanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora