EXTRA: El Cortejo de los Gemelos I

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Alguien había olvidado cerrar las cortinas el día de ayer y era mejor no saber quién era ¡porque sino me iba a enojar mucho!

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Alguien había olvidado cerrar las cortinas el día de ayer y era mejor no saber quién era ¡porque sino me iba a enojar mucho!

Mi cama daba justo a la otra esquina de la condenada ventana y el sol me dio directo en la cara haciéndome despertar de muy mala gana y transpirando como un cerdo.

Ya el sueño se me había ido por culpa de eso, mis cinco compañeras estaban durmiendo en otras partes de aquella habitación. Era un lugar tranquilo y alejado de las habitaciones donde los clientes pasaban el rato con nosotros. En ese momento faltaban tres personas: una chica y dos muchachos, los únicos dos que había en el lugar. De seguro se quedaron con un cliente que pagó más para quedarse la noche entera, ¡eso era un buen pago!

Decidí que no me quedaría viendo el techo hasta que el resto se despertara. Ordené mi cama no sin antes ver la bolsita que celosamente cuidaba con monedas.

Había reunido con tiempo cada una de las pagas que podía guardar para irme pronto de aqui. Sería mayor mi bolsita sino fuera porque la vieja Rosaura nos quitaba más de la mitad de la paga.

— ¿Tú crees que aquí comes, te bañas y vistes gratis, puta? — dijo una vez haciendo que su cara de sapo se arrugara más cuando había llegado al lugar— ¡Agradece lo que te doy o quieres volver a la calle donde te recogí malagradecida! ¡Sin mí ya estarías muerta, inmunda!

¡La mujer era todo un amor!

Luego de revisar mi bolsita con monedas, la escondí en una tabla que estaba en el piso debajo del colchón como siempre, arreglé las sábanas y mi cama con mucho cuidado antes de cerrar lo más despacio que pude la puerta.

No pensaba arruinar el sueño a las demás como lo hicieron conmigo.

¡En serio espero no saber quién fue!

Me gustaban las mañanas y disfrutar el sol, pero no podía frecuentarlas por el trabajo, se supone que dormiríamos un poco más para tener fuerzas en la tarde noche cuando venían visitantes

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Me gustaban las mañanas y disfrutar el sol, pero no podía frecuentarlas por el trabajo, se supone que dormiríamos un poco más para tener fuerzas en la tarde noche cuando venían visitantes.

Había madrugadores entre nuestra clientela, por lo general eran los clientes que mejor pagaban: personas de un estrato social alto que aprovechaban ese período donde había poca gente y su paga era recibida con el silencio que la casa entregaba o quienes tienen gustos más exóticos.

El Cortejo de VelkanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora