Noah.
Cada día los gritos me hacían imposible abrir los ojos. No quería despertarme y recordar que esta era mi vida, bueno, de todos modos me era imposible olvidarla.
Es mi cuarto instituto en dos años, pero me he decidido que sea el último, una pelea no se encuentra en mi historial de este año, ya he tenido demasiado de eso y, además, cuanto antes termine mi último año antes podré irme y no volver.
Después de darme una ducha y vestirme decido bajar, es el peor momento del día y me encantaría despertar en otro lugar tener otro amanecer.
- ¿Dónde cojones estabas? –dice mi padre cuando llego a la cocina –Me he tenido que hacer yo mismo el desayuno, ¿para qué coño te quiero si no haces nada útil? –escupe esta última frase y le da un trago a su botella de ginebra, la primera de hoy.
- Estaba vistiéndome, por si no lo recuerdas hoy empiezo el instituto. –me dirijo hacia la nevera y cojo una botella de zumo, vacía, perfecto.
- Si quieres comer te ahorrare el esfuerzo, no hay nada. –otro trago.
- ¿Cómo que no hay nada? –en realidad no me sorprende en absoluto, él apenas come y yo no le importo tanto.
- Como que no hay nada, no he ido a comprar nada y además tampoco hay dinero para comida. –se levanta de la silla y se dirige a la encimera, agarra las llaves de su camioneta y se da la vuelta –Si quieres comer tendrás que ganarte tu dinero, yo a ti no te debo nada agradece que te dejo quedarte aquí. –y con esto abre la puerta y desaparece detrás de ella.
Esto. Esto es lo que lo que quiero, silencio. No oír las voces de mi padre y sus putas, no oír como me insulta, como no para de repetirme que no sirvo para nada y que no valgo la pena. Esto es mi pequeño paraíso.
Mi padre no siempre ha sido así. Cuando mi madre vivía era increíble, el mejor padre que nadie podría desear. Pero cuando a mi madre le diagnosticaron el cáncer empezó a auto compadecerse y a odiar a todos los que le rodeaban hasta el punto de culpar a mi madre de su propia enfermedad. Le echaba en cara querer dejarnos, abandonarnos no luchar contra el cáncer, no paraba de culparla e insultarla, mi madre apenas respondía, no tenía fuerzas para luchar. Mi madre murió a los pocos meses de su diagnóstico, entonces a mi padre no le quedó más remedio que culparme a mí. Me llamaba asesino, decía que yo había acabado con mi madre, que yo les había arruinado la vida, que era un error y que ojalá hubiera ocupado el lugar de mi madre. Al principio dolía pero conforme pasaba el tiempo dejaba de escucharle, solo dejaba que me pegara e insultara y me mantenía con la mirada fija en la foto de mi madre que estaba sobre la mesa de café. Era preciosa, sus ojos grises brillaban como si de un haz de luz se tratara, sus largas pestañas cubrían sus ojos, sus mejillas estaban sonrosadas y sus labios llenos, estaba sonriendo. Casi parecía un sueño, mi madre no sonreía o al menos me costaba recordarlo, pero en esa foto lo hacía. Su sonrisa era maravillosa mostraba sus dos hoyuelos, iguales a los míos. Nos parecíamos mucho y me alegra, me alegra no parecerme a este monstruo que dice ser mi padre.
Increíble. Solo puedo describir a mi nuevo instituto con esa palabra. No es como lo imaginaba, es peor. Sobretodo la gente, las chicas o vestían como prostitutas o como repipis y los chicos eran los típicos mantenidos que no habían necesitado trabajar en toda su vida. Me daba asco, pero no me quedaba más remedio.
Miro mi horario, física. Genial. No me queda más remedio que atravesar las puertas dobles de cristal e ir la clase que parece estar en el segundo piso, sentarme en un pupitre y hacer como que escucho al profesor, cuando en realidad lo único que hago es contar los segundos para irme.
No tardo en encontrar mi taquilla y después de hacer el típico numerito de coger los libros cuando me doy la vuelta y unos mechones de color negro se cruzan en mi camino, es una chica que se va al suelo y me lleva con ella.
- Ay. –se queja la chica, entonces me mira y se paraliza. Creo que yo también me he quedado paralizado.
Es preciosa. No es una belleza comercial como la de las chicas de este sitio, es natural. Unos grandes ojos de color azul turquesa enmarcados con unas largas y espesas pestañas, piel blanca y con unas pequeñas pecas en la nariz, mejillas ruborizadas y unos gruesos labios que se encuentran entreabiertos. Su pelo es color negro, muy negro. Ojos azules me mira como si no pudiera apartar los ojos de mi cara, no sé que puede ver en ella. Sacude casi imperceptible la cabeza y se da cuenta de como estamos, ella sobre mi regazo, sus labios a milímetros de los míos. Abre mucho los ojos y se levanta de un salto, se encuentra mortificada y se ha sonrojado más de lo que estaba.
- ¡Ten más cuidado, imbécil! –dice mirándome a los ojos intensamente -¡Casi me matas!
- ¿Perdona? –digo sin poder creer lo que escuchan mis oídos -¿Qué te pida perdón? Espero que sea una broma niña.
- ¿Niña? –ahora sí está cabreada, cosa que me resulta divertida –Ten cuidado lo que dices estúpido, a mí no te atrevas a referirte así –se empieza a dar la vuelta para irse pero no puedo dejar esto así.
- Niña, ¿no te han enseñado a pedir perdón? –ella se da la vuelta lentamente y se acerca a mí tan deprisa que no me doy cuenta hasta que se encuentra a centímetros de mi cuerpo.
- ¿Pedir perdón? ¿A ti? –me mira de arriba abajo –Mmmm no. – se vuelve a dar la vuelta y a caminar, pero de repente para y se acerca –Imbécil. –me susurra tan cerca que puedo oler la vainilla de su champú.
- Ari. –dice una chica que no había notado hasta ahora –Va a empezar nuestra clase –empieza a apartar a ojos azules de mí mirándome con disculpa –Lo sentimos, fue un accidente.
- Tranquila –le doy una sonrisa –no ha sido nada, solo quería que se disculpara, y no que me echara la culpa de su error.
- ¿Qué? –bufa ojos azules –No me disculparé imbécil, así que espera sentado. –se da la vuelta y camina hasta un aula abierta.
- Lo siento –vuelve a repetir la otra chica, es bonita pero no tanto como ojos azules –Aria es así, pero estoy segura de que lo siente, espero que la disculpes. –Aria, me gusta. Es un nombre que le pega a su actitud.
- No te disculpes más. –le vuelvo a sonreír a la chica y miro hacia la puerta por la que ha desaparecido Aria –Me llamo Noah. –le entrego una mano que ella estrecha, vuelvo a mirar al aula –Soy nuevo y he de decir que he empezado el día de manera interesante. –sonrío y la chica ríe.
- Soy Victoria, un placer. –sonríe –Y sí, fue una manera extraña de empezar el día. –se gira hacia el aula de Aria y me mira como disculpándose –Tengo que irme, pero ha sido un placer conocerte Noah y realmente siento lo que ha pasado.
- No pasa nada. –digo colocándome la mochila en el hombro –Ha sido un placer conocerte.
- Hasta luego. –se despide Victoria y desaparece tras el aula.
El placer ha sido mío. Sobre todo el placer de conocer a Aria.
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Quiero morir, vivir contigo.
RomanceAria busca olvidar el pasado, Noah una vía de escape. Aria solo desea poder olvidar la muerte de su padre y todo lo que conlleva. Noah solo quiere poder escapar de los problemas de su padre con la bebida, y su único escape es Aria. Cuando ambos está...