Quiero morir, vivir contigo.

Capítulo 22. Debe de ser una pesadilla...

Aria.

Puedo decir que en el momento en el que veo a Noah tambaleándose, cayendo al suelo inerte, mi corazón se para.

Puedo ver con gran claridad, todos los momentos que he pasado con él, pasando como un suspiro por mi mente. Desde la primera vez que me encontré con el, cuando lo tiré en el pasillo, cuando nos eligieron compañeros de biología, cuando vino a salvarme en aquel bar, nuestro primer beso, nuestra primera pelea, cuando nos reconciliamos en el baile… Tantas primeras veces… y ahora esta ahí tirado frente a mí en el suelo, con una gran mancha roja que se esta formando debajo de su cuerpo, aquel cuerpo al que yo he acariciado con mis dedos y he besado con mis labios, y yo no puedo hacer otra cosa que llorar en silencio.

Cuando recupero la movilidad de mis articulaciones me lanzo hacía él, posando su cabeza en mi regazo y dándole pequeñas sacudidas para intentar despertarlo. Pero es en vano.

-          ¡Noah! –lo sacudo mientras las lágrimas corren por mi cara, y temblores atraviesan mi ya pálido cuerpo –¡Por favor despierta! Hazlo por mí, por favor. Te necesito, no puedes dejarme, te necesito. –sigo moviéndolo pero no hay respuesta.

Miro hacia él monstruo que observa la imagen parado como una estatua en el centro de la cocina. Aún tiene el arma en la mano, y por la expresión que tiene en la cara, no tenía intención de herir a su hijo.

-          Por favor. –susurro limpiándome las lágrimas con la palma de la mano –Por favor, déjame llamar a una ambulancia. Prometo no decir nada a la policía de esto, les diré que entraron a robar y no vi a los asaltadores. –acaricio la cara de Noah, que se está enfriando por momentos. Aunque aún respira, lo veo por el débil movimiento de su pecho. –Llévate lo que quieras, lo que tú quieras. Pero por favor déjame salvar a Noah.

No me contesta. Ni siquiera se mueve. Solo está ahí parado observando como Noah se va cada vez más lejos de mí y como yo me voy con él. De pronto tira la pistola al suelo y asiente casi imperceptiblemente con la cabeza.

-          Llama. –dice dando un paso atrás –Y no digas que ha sido un robo, explica lo que ha pasado, yo estaré en casa esperándolos. –camina hasta la puerta de la cocina pero entonces para y me mira –Y si… -le cuesta hablar y veo que su voz está ronca –y si Noah se recupera, dile que lo siento. –y con esto sale, y yo me quedo petrificada por sus palabras.

¿Acaba de decirme que lo entregue a la policía? ¿Acaba de darme carta blanca? Y sobre todo… ¿acaba de pedir perdón?

No se merece mi perdón y mucho menos el de mi madre o el de Noah.

Rápidamente cojo el teléfono que se encuentra en la mesa del salón y llamo para pedir una ambulancia. También para mi madre, pero por lo que puedo observar ella solo está dormida, así que centro toda mi atención en Noah.

Lo acuno en mis brazos y le susurro cuanto le quiero al oído, pero eso no evita que las lágrimas caigan como espirales desde mis ojos, cayendo en el bello rostro de Noah. Ha palidecido mucho y su respiración se ha vuelto más trabajosa. No puedo perderle, no puedo, me moriría. El disparo ha sido en el pecho, ha tenido que acertarle cerca del corazón ya que está derramando mucha cantidad de sangre. Le he colocado unos paños para taponar la herida, pero no está sirviendo de nada.

No puedo perderle así. Teníamos un futuro juntos, un futuro que ahora se está tambaleando a causa de ese hombre. ¿Cómo no me di cuenta de que estaba sufriendo tanto? Él mismo me lo dijo, su vida era difícil al igual que la mía pero yo estaba tan absorta en mis propios problemas que no me daba cuenta de cuan fuertes eran los suyos. Soy una egoísta. He de admitir que mi vida ha sido horrible, pero la suya era peor. Yo al menos tenía a mi madre que me protegió y me cuidó y no estaba sola, pero él enfrentó a su padre con sus propias manos, lo que acabó por destrozarle aun más dejándole en la situación en la que está. Despidiéndose de la vida en mis brazos.