Capítulo 7. Caballero de brillante armadura.

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ARIA.

Estoy intentándolo, de verdad, pero no puedo ignorar a Noah. Él me distrae, su respiración, sus movimientos al escribir en su cuaderno, su olor que es una mezcla de cítricos que no me deja pensar con claridad, pero por encima de todo lo que más me distrae es su presencia.

No sé porque me he cabreado con él, realmente no lo puedo entender. Quizá haya sido porque no me gusta que nadie me diga lo que tengo que hacer, alguien que me controle de esa manera. Ya pase la etapa en la que mi padre me decía lo que tenía que hacer, y yo ya sé como acabó eso.

Noah solo se ha preocupado por mí, y he sido bastante maleducada con él. Pero creo que es lo mejor, al fin y al cabo, no íbamos a ningún lado.

-          Chicos –llama el señor Ramírez desde la pizarra. Ha hecho una reproducción bastante grande de una célula en sus estados de mitosis y la señala con el dedo –A ver, ¿alguien puede decirme cual es esta fase? –señala al primer dibujo. Noah levanta la mano. –Adelante Noah.

-          Es la profase. –su voz tiene una seguridad atronadora.

-          Exacto –una sonrisa se encuentra ahora en el rostro del señor Ramírez –es la profase, Noah ¿puedes decirme que fase es esta? –dice señalando otro dibujo.

-          Anafase. –la seguridad no abandona su voz.

-          ¿Podrías explicar en que consiste?

-          Por supuesto.  –Noah entorna los ojos hacia la pizarra –En la anafase el huso mitótico se rompe, separando así a las cromátidas de los distintos cromosomas, y cada una de ellas se va a un polo distinto de la célula, para que así cada célula hija tenga la misma información genética.

-          Perfecto. –la voz del señor Ramírez se torna con un toque de orgullo y Noah sonríe hacía él.  Miro a Noah.

-          ¿Cómo sabías eso? –digo mientras apunto el esquema en mi cuaderno –El señor Ramírez jamás lo ha explicado.

-          Quizás lo sabía antes de que el lo dijera. –responde Noah con tono brusco –De todas formas a ti ni te va ni te viene. –vuelve su mirada al frente de la clase y me ignora.

No me extraña la forma en la que se ha comportado Noah, de todos modos yo he hecho que me hable así con mis malos modos hacia él, pero eso no evita el dolor que siento en lo más profundo de mi corazón. Esta mañana creí, realmente creí que podía ser su amiga, que incluso, podíamos ser algo más. Más. La palabra da vueltas en mi cabeza y siento como las lágrimas se acumulan en mis ojos. No podríamos haber sido algo más, eso para mi es imposible, nunca podría haber  dejado que me tocara, no de la manera que él querría, solo podría haberle hecho daño así que mejor que todo sea así, me limitaré a mantener una relación como una compañera más del instituto, me limitaré a no verle sonreír, a no mandarle mensajes, a no enfadarme con él y todo estará como tiene que estar.

Veinte minutos después suena el timbre y me levanto para ir fuera de clase cuando una mano me toma del hombro. No quiero girar mi cabeza porque sé quien es y no quiero tener que enfrentarlo.

-          Aria, por favor. –el tono de suplica en su voz hace que las defensas que había creado se den un descanso y lo miro.

-          ¿Qué? –mantengo mi voz fría, pero cuando lo miro veo que sus ojos están apagados y una punzada de dolor se asienta en mi corazón.

-          Quería pedirte perdón por como te he contestado antes.

-          No tienes que pedirme nada –me estoy comportando como una estúpida, pero es lo que tengo que hacer –No tienes que darme explicaciones por nada, porque no soy nada tuyo ni siquiera tu amiga, así que no te culpes de nada. –me trago las lágrimas y lo miro –Adiós, Noah. –me giro y me encamino hacía la puerta, sabiendo que él está mirándome.

Quiero morir, vivir contigo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora