Bella
Al igual que las noches anteriores, Aleksi no regresó a la mansión. Quise mantenerme indiferente a la situación, pero su ausencia empezaba a dolerme. Era una como una enfermedad y la cura eran sus atenciones, nuestras interacciones, su extraña manera de hacerme sentir deseada.
Detente, Bella.
Esto no era amor.
Era sexo.
Obsesión.
Manipulación.
Le subí el volumen a la canción y practiqué la coreografía. No era complicado. Mi trabajo era pararme en el escenario con poses seductoras e hipnóticas. Los bailarines se ocuparían de hacer la mayor parte. Mi voz era la mayor atracción. Canté una versión más melancólica de Love In The Dark de Adele. Mis emociones eran tan catárticas que ni siquiera la música o el baile podría terminar con mi tristeza. Me di por vencida y me tumbé en el salón con la vista al techo.
Mis planes iniciales se fueron al demonio. Quería destruir a Aleksi Kozlov. Mi sueño era verlo hundido, pero caí en su trampa y olvidé mis objetivos. Necesitaba despertar y mantenerme firme. Yo era demasiado insignificante para él. Nunca me vería como su igual.
Fruncí el ceño cuando oí un estruendo y me incorporé para acercarme a la ventana a ver qué ocurría. Aleksi caminaba con dificultad mientras Viktor sostenía sus hombros. Mis ojos se abrieron con horror. El ruso tenía la camisa blanca manchada de sangre. Su bienestar debería ser el menor de mis intereses, pero sin pensarlo demasiado corrí a reunirme con él en la fría noche.
—¡Aleksi! —exclamé una vez fuera. El clima helado me hizo temblar y mis dientes rechinaron.
Sus ojos verdes me aniquilaron. Nada de emoción por verme después de casi una semana sin hablar. Parecía aburrido y cansado.
—Vuelve adentro—ordenó.
¿Qué esperaba? ¿Un beso? ¿Un abrazo? Sacudí la cabeza riñéndome a mí misma y di vuelta atrás. Cassie estaría decepcionada si supiera que estaba haciendo exactamente lo contrario a lo que me había aconsejado.
—Bien—dije y caminé a la puerta.
Pero antes de que llegara más lejos su voz ronca me detuvo.
—Espera, cariño.
Cariño...
Ese bendito apodo que usaba para llegar a mí y lo conseguía. Solía aniquilarme cuando era suave conmigo.
—¿Qué? —pregunté bruscamente.
—Busca una botella de vodka en la cocina y espérame en nuestra habitación.
¿Era en serio? Un insulto estaba en la punta de mi lengua, pero me contuve y seguí la orden. Aleksi no tardó mucho en reunirse conmigo. Me precipité a ayudarlo y él se aferró a mis hombros mientras lo guiaba al sofá más cercano. Se tumbó con un fuerte suspiro cansado y rompió un retazo grande de su camisa blanca.
—Sírveme un trago—dijo sin una pizca de amabilidad.
Abrí la botella y llené el vaso a pesar de que su tono no me gustaba ni un poquito. Supuse que el alcohol le ayudaba a aliviar el dolor. Aleksi bebió de un trago y se limpió la boca con las manos. Se veía realmente agotado.
—¿El médico está en camino? —inquirí.
Sonrió.
—¿Te preocupas por mí?
—Me preocupa más que hagas un desastre en la habitación. Tu sangre está en todas partes —Me posicioné entre sus piernas y lo ayudé a presionar la herida de su hombro con suavidad. Él cerró los ojos—. ¿Dónde has estado?
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Cautivos
सामान्य साहित्यEsto no es un cuento de hadas. Es una pesadilla. Obra registrada. Prohibida su copia o adaptación. Código de Registro: 1709303636679